Este
relato nació no de un estudio, sino de una intuición. No soy experta en
biología, ni tengo formación científica especializada. Pero sí tengo preguntas…
y sensibilidad. He sentido que los animales no solo caminan junto a nosotros,
sino que co-evolucionan —y que, si dejamos de verlos como propiedad, podríamos
aprender de ellos más de lo que jamás hemos sospechado.
Cada
especie guarda una forma de sabiduría. Y algunas ya son capaces de comunicarse
con nosotros. Tal vez sea momento de escucharlos con respeto, de preguntarles
qué saben, qué sienten… y qué piensan de nosotros.
Este
texto es un ejercicio de imaginación, pero también un acto de esperanza. Porque
quizás la evolución que tanto buscamos ya esté ocurriendo a nuestro lado, sin
que sepamos cómo mirar.
Vivimos
rodeados de especies que caminan, nadan o vuelan con nosotros, pero que pocas
veces escuchamos. Este relato nace de una percepción profunda: que todos los
seres del planeta han evolucionado junto a nosotros, y que su presencia no es
decorativa ni secundaria—sino esencial.
Pulpos,
ballenas, chimpancés, plantas… cada forma de vida guarda conocimiento, memoria
y señales que podrían ayudarnos a crecer como especie. Pero para recibir ese
aprendizaje, primero debemos dejar de reducirlos a alimento, posesión o
curiosidad científica. Debemos verlos como maestros silenciosos.
Este
texto no es una fábula, ni ciencia ficción estricta. Es una invitación: a
pensar que quizá los anillos oscuros del cielo, los cantos de las ballenas y
los gestos de los animales no entrenados agrupados formando grandes círculos están
intentando decirnos algo.
Y si algunos de ellos ya saben comunicarse con nosotros… ¿por qué no pedirles que nos ayuden a entender lo que aún no comprendemos?
Me pregunto: ¿No nos facilitaría la comunicación con otras formas de inteligencia si aprendiéramos primero a respetar las que ya habitan con nosotros?
Cuando dejemos de verlos como propiedad y comencemos a verlos como memoria… seremos
dignos de entender lo que el universo lleva tiempo intentando decirnos.”