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sábado, 21 de septiembre de 2013

Senso, un gato especial. A special cat.



Faltaba días para que entrara diciembre. Recuerdo buscar vivienda de forma precipitada y ante la necesidad imperiosa de sentirme en plena naturaleza, “despertar al amanecer sintiendo vientos corales de diminutas gargantas, mañaneras flautitas arropadas de pluma-espuma trinando entumecidos gozos y rimadas. 
Todo ello fue suplido por la holgura de una terraza de 40 metros cuadrados en ruidosa ciudad, donde el canto de aves es audible cercano a parques, o bien, puedes oír el canto enjaulado “reos cuyo delito son belleza y canto” gorjeando baladas, clamando libertad en cripta sepultada por el oído humano.

Allí, poco tiempo después vino a querernos Senso.

Aprovechando las escasas lluvias salí una tarde torrencial y lluviosa a realizar gestiones, entre ellas, llamadas de teléfono. Cuando colgué el auricular, la niña no se encontraba dentro del vehículo, y, haciendo barrido ocular la vi bajo la lluvia acariciando un pequeño gatito que se hallaba  herido y abandonado bajo el viejo portal de una casa de campo.

Cerca de él, había pienso y agua que habían dejado los vecinos del lugar para que no pasara hambre. El gatito muy sucio, tenía a su alrededor surcos al realizar sus necesidades varios días. Delgado, muy débil y cojeando intentó caminar arrastrando su patita izquierda trasera.

“Por favor mamá, te lo pido por favor, te lo suplico, déjame llevarme al gatito a casa. No deseo otro regalo de Navidad, parece bueno, tiene unos ojos bellos y con el frío y la lluvia morirá. Por favor, es lo único que te pido como regalo de Reyes Magos”. Y ante tal razonamiento y súplica no pude negarme, así que esa misma tarde Senso entró a formar parte de la familia.

Herido, cojeando y lleno de inmundicias se dejó envolver en su chaqueta vaquera. Mojado, desnutrido y sucio, sin conocer el alcance de los males que padecía, pasó su primera noche Senso con nosotros, y permanecería a nuestro lado por mucho tiempo.

Cuando llegó la primera vez a casa no teníamos neceser para realizar sus necesidades, así que en una palancana grande arrojamos trocitos de periódico y nos hizo gracia que esperase educadamente a que termináramos su zona privada porque al terminar de romper los papeles vino directamente cojeando a su plastificada letrina a realizar sus necesidades. Nos hizo reír, ¡oye, cojito listo y limpio!.

La primera vez que entró a la casa, se comportó como si conociera cada rincón, como si se hubiera perdido y volviera a su casa de nuevo.

Ser uno más en la familia implica llevarlo al veterinario, cuidarlo, alimentarlo, con dudas de si resistiría o moriría antes, pero por suerte, una vez en el veterinario, pudimos quedar tranquilas. No había fractura, sí contusión y hematoma, así que solo era cuestión de cuidados y esperar para verlo caminar.

El veterinario se sorprendió que se dejara hacer todo, pues no se quejó, no maulló ni sacó las uñas. ¡Parece que venga de la guerra! Fue su primer comentario. Un segundo comentario; que noble es y, sus ojos son especiales…creo que a esta raza la llaman ¡Muñeco de trapo! como los muñecos de trapo, nunca muestran agresividad.

Acto seguido se dejó hacer, vacunar, tratar la sarna de los oídos, revisar órganos, desparasitarlo  sin hacer la menor resistencia ni emitir maullido; desde luego, el veterinario tenía razón.
  
La niña se apiadó de Senso, gatito trapero porque sus ojos manaban bondad. Su mirada transmitía paz.

Senso era muy tranquilo y cariñoso, el primer día, su nobleza conquistó el corazón de todos los de casa. Pronto se recuperó y fue mostrando con el paso del tiempo que su infinita bondad rodeaba su cuerpo de gran ternura, añadiendo un halo místico a un minino precioso y galante.

Sus ojos eran diferentes a los de cualquier gato. Habíamos tenido varios en casa, pero Senso guardaba en sus ojos algo mágico.

Su tamaño corpulento frenaba, pero cuando su mirada tropezaba con la mirada del que lo viera, atraía de tal manera que el temor inicial se convertía rápidamente en querer coger y acariciar ocho kilos de ternura.

Senso se recuperó de su cojera y estuvo con nosotros alrededor de quince años. Cuando alguien llegaba a casa le llamaba la atención. Todos apreciaban su especial nobleza y tranquilidad, su ojos hacía pensar a quien lo viera. Recuerdo sentir un sentimiento especial que no tuve antes con ningún animal.

Ya mayor, cuando habían pasado años, Senso empezó a enfermar. Su actitud no cambió con el sufrimiento, se comportó igual de amoroso pese al dolor, no se le oía maullar, permanecía cercano a nuestras faldas, siempre al lado de su niña y ama.

Empezó con fracaso renal, apenas orinaba, no comía…así que una noche, cuando la niña llegó del trabajo lo llevamos al veterinario de urgencias. Al realizarle pruebas radiológicas visualizó que le quedaban días o quizás un mes de vida. Que Senso no se quejara no quería decir que no sufriera, aunque no mostrara dolor.

Recuerdo que el veterinario advirtió que si decidíamos llevárnoslo a casa debíamos firmar un documento de conocimiento de su gravedad. No tenía sentido mantenerlo con vida en un estado irreversible y terminal, así que optamos por el acto más noble que pueda expresar una sociedad avanzada,  evitar el sufrimiento ante una muerte irremediable y dejarle partir con el acto humano más generoso, evitando sufrimiento y dolor. Un acto de amor y compasión, por doloroso que resulte. El veterinario nos dejó estar junto a él mientras le ponía la inyectable. Mientras Senso se apagaba recibía nuestras caricias, pudimos estar a su lado durante un tiempo después que su corazón dejara de latir.

Esa misma noche, despierta, recién acostada y pensando en lo ocurrido, sucedió algo inusual.

Recordando que allí habíamos dejado su dulce esbozo felino, algo extraño ocurrió.  De pronto me sentí dentro del cuerpo de Senso, y pude constatar, sentir que su cerebro se hallaba tranquilo, en calma, sin vida. Después volví, como si mi espíritu hubiera salido a dar una vuelta para cerciorarse que no sufría, tuve la certeza de que realmente su cuerpecito descansaba.

Una experiencia parecida me ocurrió hace años con un ser humano desaparecido, alguien con la que no había habido previamente ningún lazo o nexo de unión. Recuerdo que fui atraída, llevada. En aquella ocasión sentí terror por lo que presencié. Me vi presente en un escenario desagradable, sin haberlo mediado ni deseado.

Estas cosas tan raras que suceden en la mente sin que hayas dado permiso ni hayas pretendido nada semejante las archivas, porque quien no las haya sufrido, además de no creerte, puede hacer juicios precipitados por confiar y exponer ese tipo de experiencias. Así que esta y otras cosas similares difíciles de explicar y mucho más comprender, las fui arrinconando en el viejo baúl de la mente. Simplemente ocurren, no puedes evitarlas, surgen sin más, sin buscarlas.

Un día hablándole a mi marido de estas raras experiencias, me sorprendió como tantas veces, “hombre de bien, culto, que no se asusta de nada y sabe de todo”. Esperaba ante tal relato recibir cualquier gesto que definiese el pensamiento…posible en estas circunstancias; pero él tranquilamente, comprensivo y pensativo sigue hablando conmigo como si fuera el  tema “más común entre mortales”.
  
Responde; tranquila, lo que experimentaste tiene nombre, tema estudiado hace miles de años, llamado  Metempsícosis. Me aconseja leer el significado y realizar búsquedas por Internet. La metempsícosis fue conocida y analizada hace miles de años por filósofos de diferentes culturas.

La Metempsicosis es una palabra derivada del griego metempsychosis y hace referencia a la transmigración del alma de un cuerpo a otro cuerpo “humano u animal”. La creencia en la metempsicosis se remonta a la antigua tradición religiosa de la India y es entendido como la recompensa que se alcanza por el comportamiento en la vida precedente (del humano que sufre la experiencia con la del fallecido). Hay vestigios en los libros de Upanishad.

Los griegos hablaban de estas experiencias hace 2500 años; nos dejaron libros como  Fedro de Platón. El libro tibetano de la vida y la muerte que tiene más de 2500 años. Lao Tse hace también referencia a la Metempsícosis y se remonta a más de 2000 años.

Así que parece ser que lo que he sufrido en alguna ocasión, se ha dado en otras personas, hasta el punto de llevarlo a análisis y estudio por Filósofos  ilustres como Platón, Lao Tse, etc.

La expresión en el lenguaje de filósofos de hace más de 2000 años es diferente a como se expresa hoy el hombre actual, aunque el vocabulario pueda ser entendible.

No obstante,  me inicio poco a poco para comprender el significado de  tales experiencias. Adquirí el libro de Raymond Moody, Doctor en Filosofía, Psiquiatra y forense que fue pionero alrededor de los años 1950 del primer estudio empírico de cientos de casos de experiencias cercanas a la muerte. (ECM). El estudio se inició en el hospital estatal de máxima seguridad de Georgia donde el Dr. Moody trabajaba. Trata de los fenómenos psíquicos que acontecen en los momentos próximos al desenlace, recogidos y publicados en su libro “Vida después de la vida”.

También me ha interesado el libro “Más allá de la vida” del autor David Santinella y “Magos y Místicos del Tíbet” de Alexandra David-Néel  entre otros.