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viernes, 25 de febrero de 2011

CUENTO: La despedida.


Me vi caminando por la orilla de una hermosa playa al atardecer.

Me dirigía a trabajar a una residencia de ancianos que se encontraba enclavada a unos cien metros de la orilla del mar. Cuando entré, tuve que tener cuidado en el acceso al interior, no me percaté de cómo era el lugar. Una vez dentro observé que paredes, puertas y ventanas las formaban cientos de conchas marinas de todo tipo, ajustándose a las formas.

Más tarde, entrada la noche, cuando me dirigía a casa caminando descalza por la orilla del mar, pude observar destellos de luz circulares que brotaban de sus ventanas y fue entonces cuando vi que la residencia era una colosal caracola. ¡Qué edificio tan hermoso!, que original.

Trabajaba como enfermera, atendía sus cuidados, curaba sus heridas. De entre todos los ancianos, había una abuelita de cabello blanco. Apenas andaba, tenía movimientos muy lentos y precisaba la ayuda de una monjita de blanco uniforme para desplazarla. Día tras día la abuelita iba apagándose. Su pálida piel reflejaba cercana su despedida.

La abuelita se fue llenando de heridas que yo curaba. Días después pude observar a un caballero mayor, vestido de traje y aspecto elegante, que con ternura la cogía de la mano. Hice mención a las monjitas, preguntando quien era el caballero que no se separaba de la ancianita. La monjita me miró sorprendida y observé que no entendía mi pregunta. Ella veía a la ancianita sentada en su sillita de ruedas, sola y apagadita.
Al insistir en que veía a un caballero que respondía con cálida sonrisa, la sor, puso al corriente al resto de monjitas y ninguna de ellas veía al caballero que acompañaba a la ancianita.

Días posteriores observé un sinfín de preparativos en los que participaban trabajadores y ancianos de la residencia. Ensayos, idas y venidas y un permanente cuchicheo entre residentes.

Monjitas, médicos, enfermeras, ayudantes, todo el personal estaba tramando una fiesta. Lo presenciaba sin preguntar, observando cada paso, cada movimiento con mutismo absoluto de cuanto se preparaba.

La abuelita se iba, se apagaba día tras día. Supe a través de la mirada de su compañero que se iría pronto, que había venido a acompañarle en el trayecto, cruzar hacia la otra orilla. Los ojos del caballero decían que su partida no debiera de ser triste, que debiera de ser alegre y acompañado de aquello que más apreciaba en la vida.
La abuelita había sido profesora de música, tenía especial sensibilidad por  Mozart.

Una mañana cuando llegué, me encontré a la ancianita sentada en su silla, junto a su inseparable caballero, cogidos de la mano en los últimos días. Ella no podía levantar su cabecita para mirarme, pero supo que había llegado la enfermera que curaba sus heridas. El caballero levantó su cabecita, ella me miró con una sonrisa. Su mirada me cautivó, sentí ver en sus ojos con certeza que sería su último día.

Centré toda mi atención en ellos y me percaté que se iniciaba la fiesta de su despedida. Junto a la pareja rodeada de ancianos y trabajadores, en el salón vestido de  teatro, las luces se apagaron y puertas y ventanas se cerraron. Sentados a oscuras, sin ruidos ni movimientos, durante minutos, todos callaron y suavemente comenzaron a oírse las primeras notas. Segundos después suavemente fueron entrando luces de diferentes colores. Primero rincones, después, poco a poco la luz dejó ver las vestiduras y siluetas del teatro ¡La sorpresa fue grande!

Toda la orquesta iba vestida de fiesta, vestidos con trajes de payaso. El director como si fuera un títere dirigía la banda de músicos. Fue tal mi sorpresa que empecé a reír, qué magnífica despedida. Las obras de música que te apasionaron en vida, oírlas y verlas representadas en un  concierto de payasos, regalándote en tu última hora de existencia alegría.

Recuerdo al terminar la jornada salir de esta hermosa experiencia  regresando descalza por la playa, sandalias en mano, sonriendo de haber participado en una bella experiencia.


Pensaba, quizás que pudiera encontrar alguna perla que hubiera sido olvidada cuando se construyera la carabela y comencé con los pies airear las  micro-esferas que dan cuerpo a la arena…fue entonces cuando sentí caricias bajo los pies, el suave roce de minúsculas perlas.

martes, 22 de febrero de 2011

Conocer otros mundos.


En el sueño he sido guiada intuitivamente con seguridad. He escalado montes hasta poder visualizar lo que presentía, una nave espacial.

Me he dado cuenta de que no estaba sola, que próximos a mí habían otros humanos que veían y presenciaban lo que yo. Han salido varias naves más pequeñas de la grande y después he visto abrirse una gran puerta. De ella salían dos hileras de personas mayores y envejecidas. Llevaban  puesta una túnica con gorro fino de color azul claro.
Me he dado cuenta de que al pasar por su lado, ninguno de ellos ha parado a mirarme. Su mirada era fija, hacia el frente y en sus ojos y gestos alegres había  felicidad.

Cuando ellos salieron, enseguida me colé en la nave. A los demás seres humanos que entraban los estaban esperando, pero a mí no me hacían caso. Corrí por varios pasadizos para ver donde ubicarme y ser acogida como los demás, pero no, me vi dentro de la gran nave perdida y preocupada porque nadie reparaba en mi presencia. Recuerdo verme sentada en un banco de jardín y balanceando las piernas como una niña en el centro de la nave. Al poco tiempo vi sentarse a mi lado un ser muy alto vestido con túnica y capucha. Recuerdo que estuvimos bastante tiempo ambos sentados y callados y pasado un tiempo me preguntó que quería.
Le dije que tenía ansias de ver el espacio, de conocer otros seres, otras vidas, otros planetas. El se paró otra vez y estuvo callado largo tiempo hasta que al final me dijo que yo no había sido llamada para esta ocasión. Le dije que lo sabía pero mi intuición y deseos me hicieron llegar hasta ellos.

El extraño ser siguió de nuevo pensando mientras yo balanceaba mis piernas a modo de columpio en el banco, a la espera de ser aceptada y finalmente me preguntó de nuevo ¿Tú eres feliz en la tierra? Yo que no esperaba la pregunta contesté de golpe "sí".  Si la respuesta hubiera sido meditada y no espontánea posiblemente hubiera sido otra. Deseaba con fuerza salir fuera de la tierra, conocer  las maravillas del cosmos e infinidad de seres inteligentes habitando universos diferentes donde lo mágico e increible pueda ser frecuente en la vida de otros mundos.


Entonces desde la nave puede ver y sentir el dolor que estaba provocando a mi marido,  me afligió una gran ternura. Estaba desesperado movilizando a  todo un ejército para encontrarme. Recuerdo salir de la nave volviendo de nuevo a sus brazos.

El cantar de la rana.


Me he sentido en el sueño como un árbol  de  grandes ramas y tronco liso, de color claro y textura suave. Las ramas que encabezaban el tronco estaban desprovistas de hojas y cargadas de flores.

Me percaté que de mis ramas brotaban flores de diferentes formas y me di cuenta que el polen que cada flor emanaba, saturaba más allá de mis raíces, que todo a mi alrededor embriagaba.
Un gran manto de minúsculos seres cubrían el árbol de insectos que desorientados por la mezcla de sus néctares servían de alimento a las  aves.

Deleitándome del descanso de las aves en mis ramas para poder nutrirse y embobada al ver brotar en ellas flores de diferentes formas y colores, me llamó la atención el cantar de una rana. Cuando pude alcanzar a visualizarla “alojada bajo mi tronco”, me percaté que cada vez que croaba su aspecto cambiaba.
Maravillada observé que  cada vez que zampaba un insecto croaba, y ese croar la  transformaba en gema preciosa. Otro croar hizo de su cuerpo blando y pastoso una pequeña isla rodeada de playas limpias y finas arenas que arrastraban a perderse en ellas.


Me he sentido vegetal, como un árbol y he podido experimentar el delicado  brote de las flores en mis ramas. He sentido el placer al ver que mis brazos sirven de protección y descanso.  He oído al amanecer los movimientos del despertar de los árboles y he oído el canto de una rana que a modo de agradecimiento por el  manjar de insectos  cambiaba su cuerpo en belleza y encanto.

lunes, 21 de febrero de 2011

Humanos diferentes.


Me he encontrado rodeada de personas muy diferentes a nosotros, pero a su vez con grandes similitudes a la raza humana.

He visto parejas. Las madres sujetaban y abrazaban a sus hijos. Me resultaron graciosas las diferencias físicas que veía en ellos, en especial las diferencias de sus retoños.  De pronto tuve un fuerte impulso de risas espontáneas.

Desde lo alto, en los brazos de su madre, un niño de entre uno o dos años me miraba y respondía a mis risas. Supuse entonces que él se reiría de verme reír…quizás se riera al contemplar al igual que yo las diferencias que nos separaban.

Era diferente a los humanos conocidos,  pero me pareció guapo.

Constitucionalmente era como nosotros: cabeza, tronco y extremidades. Lo que provocó en mí el ataque de risa fueron aspectos  como el color de su piel, el color de su pelo y sus ojos.

Su piel era grisácea, tenía el cabello de color verde manzana y los ojos amarillos. La combinación de los diferentes tonos me resultó agradable a la vista.

Supuse que también le resultaría curiosa mi imagen porque el niño no paraba de mirarme y reír desde los brazos de su madre.  Al rato deseó venir a mis brazos y yo alargué los míos para abrazarlo. 

Cuando lo tuve en mis brazos, el se dejó besar. Sentí su piel totalmente fría. Fue al besarlo cuando el niño percibió las diferencias físicas entre ambos. El calor de mi tacto le resultaría extraño al igual que yo sintiera la frialdad de su tacto como si tuviera en mis brazos a una especie de sangre fría. Quiso enseguida acudir de nuevo al amparo de su madre.


Pensé que no eran tantas las diferencias entre nosotros, al menos físicas y supuse que los cambios de  piel gris, cabello verde y ojos amarillos se debían a vivir en un medio diferente al nuestro.

domingo, 20 de febrero de 2011

Sueñocuento: Donde los árboles hablan.





Salíamos de viaje en un gran autobús repleto de personas adultas. Íbamos a visitar un pueblo rodeado de bellos bosques alojado en profundo valle. Para descender había que dar cuantiosos volteos.

 

Se decía que debido a su ubicación, sus pobladores tenían poco contacto con otras villas del valle. Se habían adaptado a sus recursos y sobrevivían con armonía. Decían del pequeño lugar, que el aislamiento de sus aldeanos hizo que cuidaran con esmero la naturaleza que les rodeaba y llegaron  a tal cuidado y mimo con su medio que los jóvenes se hicieron grandes artesanos de la madera. Como sus leyes no les permitían herir árboles y sacar leños de ellos, llegaron al acuerdo de talar un lado de sus troncos, dándoles formas de situaciones humanas y de esta manera, no sentirse tan aislados del mundo... se dice que por las noches y especialmente cuando baja la niebla los árboles del pueblo hablan con sus vecinos.

 

Cuando bajamos al pueblo me llamó la atención que pese a la profundidad del valle hubiera intensa claridad. De madrugada tibios soplos de calor sacudían múltiples mariposas  artesanas de diferentes cristales que, alojadas sobre bóvedas, torres y tejados respondían estrepitosas a cada albor mostrando filtros galanes de variados matices, irradiando de luz al pequeño poblado. Quedé sin entender cómo podían atraer los rayos del sol desviándolos hacia la profundidad del valle.

 

Perdí el rastro de mis compañeros y me vi paseando sola por sus calles. En una acera habían dejado un carro lleno de juguetes. Me acerqué y aprecié que estaban en muy buen uso. Allí no había nadie y los juguetes estaban nuevos, así que… decidí  llevármelos. Eran muy curiosos, no los había visto nunca y además eran preciosos. Había un sonajero redondo, donde las protuberancias eran del cabello y rostro de una niña. Al cogerlo se empezaron a mover las bolas de su interior y comenzó a sonreír. Me di cuenta más tarde que su aspecto y color cambiaba según el paso del día. Sus tres rostros de diferentes colores reflejaban la mañana, la tarde y la noche. Entendí que los sonajeros acompañaban  a los bebés indicándoles el paso del tiempo. Me dije ¡que buen invento!, así los bebés pueden entender en qué momento están y sabrán cuando les llega el sueño de la noche.

 

Arrastrando el carrito cargado de mágicos peleles me vi preguntando a los vecinos del lugar la parada del vehículo para unirme al grupo, pero no se qué pasó que volví a perderme de nuevo y me vi atraída hacia una gran avenida donde sus árboles eran de un tamaño gigantesco. Calculé por la formación de sus troncos que debían tener varios siglos. Sus ramas estaban tan estrechamente entrelazadas unas con otras que me pregunté cómo harían sus jóvenes artesanos para armonizar el entrelazado sin cortarlas.

 

Al acercarme a la arboleda vi que cada árbol tenía frente a su tronco una silla, además de artículos de artesano, como si fueran pintores. Me pregunté que estarían haciendo ¡no son pintores porque los asientos están colocados cerquita del tronco! Me acerqué a un hermoso soto y enseguida vino un chaval dispuesto a responder a  mis preguntas.  Se presentó como su artesano. Me explicó que los troncos del parque tenían tallado en miniatura situaciones humanas de diferente índole. El había construido las de un grupo familiar del pueblo representando al padre, madre, hijos y abuelos cada uno en sus quehaceres diarios. Decía que desde hacían varios siglos, los arbustos habían llegaron a un acuerdo con sus gentes. A cambio de no podarlos para vivir de sus maderas, ellos cubrirían sus necesidades dando vida a las figuras talladas durante la noche  advirtiendo el peligro o daño próximo, además de protegerlos del frío durante la noche porque sus troncos emanarían calor a falta de leños. El calor y la humedad nocturna les proporcionarían un aumento de sus frutos. Así lo hicieron durante siglos cuidando ambas partes su compromiso. 

 

Le pregunté ¿Cómo os avisan las tallas humanas unidas a su tronco? Muy fácil, verás, dijo cuando algo va a ocurrir y afecta al pueblo en general, todas las tallas artesanas de los troncos se encienden como antorchas y no dejan de movilizar sus ramas, es una señal de aviso que  advierte de peligro para el pueblo. Ante algún accidente de uno de los vecinos, al estar representadas las familias en sus troncos, el árbol avisa de la familia que va a correr este riesgo, y así llevamos siglos de paz y armonía. Nosotros cuidamos celosamente de ellos porque nos protegen y ayudan y además nos aportan muchos beneficios.

 

Cuando quise darme cuenta era de noche, el vehículo se había marchado. Me refugié y encontré durmiendo en medio del paseo, al abrigo del calor que los árboles emanaban, aferrada al sonajero de las tres caras, en el centro del paseo donde los árboles hablan. 

sábado, 19 de febrero de 2011

Otros Humanos.



Este no es un sueño normal, ¡bueno!, normales no son ninguno, pero éste es atípico, es la primera vez que sueño con algo así.

Mi veía a mi misma escondida detrás de una gran puerta abierta junto a la pared. Estaba allí quieta oyendo una conversación de la habitación contigua. Mi quietud era absoluta, no deseaba que el menor ruido pudiera delatarme. No recuerdo donde me hallaba ni quienes eran los que dialogaban. Si recuerdo que lo que oía  despertó enormemente mi interés. El tema era muy interesante.

Dos caballeros, uno frente al otro sentados en una gran mesa de un magnífico despacho dialogaban. Uno le decía al otro que el planeta tierra se había visto varias veces a través de su formación como planeta a su exterminio. Las generaciones de seres que evolucionaban “los humanos”, su fin fue siempre el mismo: el saber, la investigación y poseer las claves del conocimiento.

Su avance fue siempre paralelo al uso y maltrato del medio en el que vivían. Al final, sólo los que podían socialmente “unos pocos” bajo grandes inversiones tendrían el privilegio de subsistir ante un gran desastre en el cual la superficie del planeta, la más vulnerable sería la más destruida.

Explicaba que en las diferentes destrucciones de la tierra, bien provocada por ataques de armas terroristas, bombas atómicas, virus, etc. o bien provocada a consecuencia de choques o impactos con meteoritos, la tierra tuvo varias generaciones cuyo fin siempre eran los mismos.

Algunas civilizaciones hallaron gran poder de conocimiento, muy superiores al nuestro. Una de las civilizaciones de humanos con gran avance y desarrollo tecnológico a través del temor a extinguirse frente a un evento de grandes proporciones comenzaron a construir refugios subterráneos adaptados y acondicionados para poder subsistir en ellos. A la vez que la investigación avanzaba abarcaron refugios en zonas oceánicas, comunicando ambas esferas, tierra y océanos. Finalmente edificaron bases o plataformas en planetas cercanos donde la tecnología era aplicable para poder desarrollarse.

Había pues tres lugares donde el hombre podría protegerse ante la destrucción del planeta. Ese día llegó y lo hizo en el momento en que los humanos de la tierra estaban sumidos en conflictos bélicos ocasionados por las diferencias sociales, el uso de los recursos hídricos y alimenticios.

Solo una parte social de personas sanas y especializadas en las diferentes ramas fueron seleccionadas y preparadas bajo el silencio absoluto del resto de humanos para salir a las bases fuera del planeta tierra. De igual modo otro colectivo igualmente sano y con los conocimientos y tecnologías necesarias irían en el momento oportuno a las bases creadas bajo tierra e de igual modo se seleccionó a los que irían a la población destinada a vivir bajo océanos.

Así que cada población de afortunados seleccionados para salvar la especie humana fue duramente adaptada a un medio totalmente inhóspito para la raza humana. Durante siglos hubo comunicación entre ambas esferas, bajo tierra y las profundidades marinas.

La conversación terminaba diciendo que la mayoría  de los seres que poblaban la tierra murieron y que sólo los tres grupos generosos altamente preparados sobrevivieron al desastre en la tierra con todos sus inconvenientes pese a las ventajas.

Mientras la tierra ha necesitado siglos para generar de nuevo un ser inteligente  hemos convivido sin saberlo junto a estos tres grupos.

Durante siglos los que salieron e instalaron en planetas y lunas cercanos al planeta tierra nos visitan con sus avanzadas naves.  Otros colectivos submarinos  han tenido experiencias con naves que se  alojaron o salieron de mares u océanos a velocidades increibles y el que menos  contacto ha tenido con el hombre ha sido el grupo que fuera destinado bajo tierra.

Cada uno de estos tres grupos de origen humano tienen una imagen física diferente a causa de la adaptación  a un medio que les tocó sufrir, pero a diferentes niveles los tres grupos nos superan en conocimiento.


Mientras el hombre renacía de nuevo, ellos observaban nuestro avance en ésta frágil superficie, cercanos siempre a nosotros.

viernes, 18 de febrero de 2011

La torre de Babel.


Me desperté diciendo !que sueño tan lindo!

Me encontraba en una de las viviendas en las que he vivido. Siempre que he soñado con esta casa que vendí después de realizar una gran reforma tras los desastres provocados por un fuerte diluvio, me han causado malestar y desasosiego.

Hoy, que de nuevo soñé con la casa, la sensación ha sido muy  diferente a los anteriores sueños.

La casa estaba repleta, vestida de muebles y cosas personales y además estaba llena de animales domésticos. En la casa de 90 metros cuadrados había: un burrito, gatos, perros, tortugas y especialmente pajaritos con sus crías.
Me encontraba en el centro del salón y allí en el centro de la habitación había una torre de Babel dorada que atravesaba el techo de la casa hacia el infinito cielo.

En las ventanitas de sus laterales había nidos de muchas aves. De repente me vi dentro de la torre de Babel. Por sus laterales entraba una potente luz a través de miles de ventanillas repletas de nidos cuyas crías y padres volaban a mí alrededor.

He sentido un gran gozo de verme dentro y apreciar tanta belleza, me sentí afortunada por estar dentro de ese espectáculo maravilloso. Pasaron unos minutos en el que todos los sentidos se centraron en ver cuanto me rodeaba. Me vi inmersa en otro mundo, no prestaba atención  a sus múltiples cantos y tonos diferentes. De pronto sentí en mi interior el lenguaje de sus cantos, podía entender lo que hablaban.  Se acercaban a mi cuando los llamaba, se sentaban en mis hombros, en mis  manos se dejaban acariciar. He disfrutado de los primeros vuelos de sus crías que a modo de juego me rodeaban. Quedé absorta por la experiencia que estaba viviendo, sentir el significado, los mensajes de sus cantos.

A la vez ellos entendían mis palabras y leían mis pensamientos. Entonces abandoné mis sentidos, les dejé empañarse del juego de sus vuelos y del mensaje de sus cantos.

jueves, 17 de febrero de 2011

El manto de la mariposa.



Me encontraba paseando por un jardín frondoso. Me vi sola y perdida al seguir el vuelo a una bella mariposa de color azul violáceo que se introdujo en una iluminada habitación. Al apreciar de cerca los reflejos que emanaba de sus frágiles alas, tuve miedo de que mi tacto pudiera dañar su hermosura y paralizada por su aterciopelado manto la vi salir hacia el bosque sin rozarla.

Sentí deseo de observar de cerca su textura aterciopelada, ¡era tan hermosa!.  Caí entonces en tristeza por no haberla observado con mayor detenimiento, cuando sin saber cómo, entró otra mariposa en la habitación. Tenía el color verde vivo de primavera y junto al amarillo emitía destellos de oro. Cuando pude acercarme me sorprendí al ver que los destellos que emanaba vinieran de su pelaje. Me pregunté ¿Una mariposa con cabellera de oro?.

Me encontré sentada peinando su hermosa cabellera color oro.  Cuando terminé de cepillarle el frágil cabello dorado, giró su pequeña cabeza y quedé sorprendida al ver el rostro de una niña. Una niña preciosa, cuerpo de mariposa y  cabellera dorada que hacían de alas.  

Inició de nuevo el vuelo con su hermoso cabello dorado  rodeando mi imagen varias veces de sonrisas.