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viernes, 12 de septiembre de 2014

Desde la cima.

Tras un lapso de tiempo sin divagar con seres  verdes, hoy el ensueño fue gratificante.

Hace tiempo tuve la certeza de que por mucho que intentara copiar a la naturaleza, jamás llegaría a retratar su  inmensa belleza. Pensé que para reflejar un instante está la fotografía, porque  pese a no ser capaz de igualarla, sustrae por segundos parte de su inigualable hermosura.

Ese pensamiento, esa decisión me dio libertad.  Dejé libre pinceles, me llené de ideas y colores, y obediente, como un cordero, dejo hacer a la mente lo que dicta. Empecé a arbolear a seres sumidos en belleza, poderosos del silencio.

Anoche, íbamos paseando por la espesura de un denso bosque. En paseos, cuando salimos a encontrarnos con la naturaleza,  realizamos recesos, breves paradas para observar  con deleite suaves e estilizados troncos, rizados contornos, vestiduras rugosas… y de pronto, en un breve descanso, mirando altas ramas cubiertas de copiosas hojas, siento que el árbol intenta comunicar, percibo que habla en un lenguaje que no comprendo. 

Desconcertada al no entender sus delicados cuchicheos, tras segundos, me veo  transportada  al interior de su solemne cuerpo. Su alta estampa me eleva rápidamente hacia la cumbre por el centro ahuecado de su leño. Sin dolor, sin presión, voy sintiendo el roce de millones de finas hebras, raíces contactando con frágiles sacudidas y temblores. Mis neuronas reciben los seísmos de sus fibras y quedo estremecida por la magnitud de humildad y nobleza.

Durante el trayecto de elevación hasta la copa, por instantes siento a mi organismo gozar como si me hubieran inyectado una droga placentera. Considerándome privilegiada, disfrutando de vivir algo único, observo que por el mismo hueco descienden dos caballeros bajando fugaz…solo hay tiempo de cruzar apresuradas pupilas de ventura y dicha.

Al llegar a la cresta reparo un frío inmenso al divisar lo que  millones de seres callados contemplan. No existe voz, vocablo o  verbo capaz de  expresar lo que se siente muy dentro desde la cima del colosal árbol. Tras un breve tiempo de letargo por el panorama observado, empiezo a  comprender, ahora siento lo que querías decirme.


Tu legado, logrado por la forma más pura e íntima “contacto a través de sinapsis, pensamientos y mensajes entre seres diferentes” me alza a tu cúpula para contemplar bellos horizontes, tu  universo, nuestro mundo inmerso en devastación y peligro.