www.relatosdepatricia.blogspot.com

lunes, 2 de diciembre de 2019

La súplica del topillo.



En la primera noche de unas cortas vacaciones hospedada en una Quinta en Portugal, rodeada de lavandas, ya muy entrada la noche descansaba tendida en una hamaca en solemne oscuridad cuando de pronto vino a mi regazo un pequeño gatito de enigmáticos ojos verdes, patas, punta de cola y hocico blancos  y cuyo azulado pelaje brillaba como si fuera terciopelo.


Suave, sedoso y tierno se acostó junto a mí, reclamando con contorneo y ronroneo su ración de mimos.


En ese momento no sabíamos si habría comido ése día y nosotros teníamos pan y una variedad de quesos, así que le dimos diferentes trozos  que para nuestra sorpresa tomó sin dejar restos “qué raro verlo masticar quesos cremosos, gesticulando como si masticara chicle  para soltarlo de sus fauces y lograr darle un empujón a su reducido esófago”.


Así que tras un largo rato de idilio, bien nutrido y sobredosis de caricias, un sonido “para nosotros imperceptible” le hizo saltar de golpe, despertando de manera abrupta su instinto felino.


Frente a nosotros atónitos por la situación inesperada se hallaba botines blancos quieto, agudizando instintos haciendo frente a un diminuto roedor y, como si estuviéramos  viendo un documental salvaje, pasó a ser de tierno minino a fiero león hambriento de un indefenso topillo “que al parecer eligió mal su trayecto nocturno al no detectar el peligro” al encontrarse botines blancos en mi regazo demandando mimos.


Fue un instante, cara a cara, enfrentados víctima y verdugo. El ratoncillo emitió un grito de clemencia alzándose, levantando sus dos patitas delanteras, como si un guardia le hubiera  dado el "ALTO" pero botines blancos no atendió a reclamos y de manera  veloz lo pasó a formar parte del menú de la noche “pese a haberse saciado de queso”.  


Aaaaaaaaah que horror, ver latosa escena, oír triturar frágil esqueleto, y como si estuviera paladeando maxicrujitos de chocolate, CROC, CROC, CROC, CROC terminó zampando todo, incluso la colita ratonera.


Todo ocurrió tan rápido que no tuve tiempo de distraer a botines blancos para poner a salvo al pequeño roedor.


Por Dios, qué escena tan desagradable ver a botines blancos, tan guapo, lleno de ternezas, tan melindroso, feroz y bárbaro.


Tras engullirse al ratoncito, botines blancos vino de nuevo ronroneando dispuesto a seguir recibiendo mis caricias, pero al saltar sobre mi regazo me resultó incómodo tenerlo de nuevo sobre mis brazos “fu, fu, fu, fuera de aquí devora topos, búscate otra hamaca, fuera, vete de aquí… mientras persistía con arrumaco seductor recibir la ternura de mis manos.


Y mi marido que había presenciado la escena comenta; cógelo y no le rechaces, quiere tus mimos. Antes, cuando vino a ti ya estaría cansado de comer roedores. Vive en el campo, así que seguro que no es el primero y lo acogiste en tus brazos sucumbiendo a sus ronroneos.


Y yo le respondí, pues cógelo tú, acaricialo tú, y mi marido responde; él no desea estar conmigo, acudió a ti antes y lo hace ahora, ya ves, sigue zalamero demandando tus caricias.  Botines blancos es el mismo gato de antes solo que no habías presenciado su instinto cazador.


Vale, sí, tienes razón respondo, pero no lo puedo evitar, no puedo olvidar el frágil grito, la súplica y patitas en alto del pequeño ratón.