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domingo, 27 de marzo de 2011

La limpia mirada de una niña. (Experiencia vivida).


Hace años, realizaba de manera frecuente viajes en tren de corto recorrido. Viajaba desde Barcelona hacia la comarca de Osona. En uno de los viajes, coincidí en el frontal del asiento con una familia de latinos. Dos niños de corta edad acompañaban  a sus padres.

El viaje hacia su  trayecto bordeando sus helados y bellos bosques. Acompañada del un libro, cuya lectura interrumpía  para absorber la fragancia  y contemplar el paisaje.

Sentada frente a mi, una niña pequeña, morena de ojos oscuros, “no tendría más de cuatro, quizás cinco años”, no dejaba de mirarme. Me vi  cautivada por esta criatura. No sé qué pasó, jamás tuve una experiencia así. Casi dos horas de viaje, aferradas, sin poder apartar  ambas nuestra mirada.

No  respondió a los abrazos y caricias de su madre, ni respondió a lo intentos del padre. Tampoco prestó atención alguna al  hermano que de vez en cuando la zarandeaba para romper su hechizo.

La madre la sentó en sus rodillas, su padre la hablaba,   pero ella como si estuviera sola, siguió fija a mi mirada. 

Cuando la recuerdo, me pregunto qué es lo que la niña pudiera haber visto para estar en su corta edad quieta, callada, aferrada.


Recuerdo que me sentí presa de algo que no puedo explicar. Es como si la niña tuviera la capacidad de transportarme al infinito.

viernes, 25 de marzo de 2011

Sin ti, todo sería abismo.


Ah! Qué sería este mundo sin ti.

Sin ti, desde fuera no sería vista nuestra esfera.

Sin ti, sería muda permanente nuestra tierra, no se oiría nunca cantar al agua.

Faltaría el imán atractivo de enamorados.


Sin ti en la sangre seríamos…quizás sólo mineral y agua.

jueves, 24 de marzo de 2011

La casa del caracol.

La noche hace un breve suspiro al llanto de nubes enamoradas.
Salgo a caminar por el sendero del bosque rodeado de chicharras y denso olor a fresco y evito que a cada uno de mis pasos bajo mis pies quede el mapa de vuestro  lecho.

Soy un titán para tu cuerpo, pero permaneces atento, con tus diminutas lentes, combatiendo. Valiente eres por salir a mi encuentro. Tus cortas agujas que enfrentas batiendo, son tus únicas armas que afloras desde dentro.

Cuando bajo a tu instinto oigo que tienes obras bellas que cubren tus adentros. Entonces yo te pregunto ¿qué es lo que tienes dentro? y tú me respondes… para poder verlas, antes he de dejar salir mi cuerpo y que tú puedas ser capaz de reducirte al límite de mi pequeña y maleable magnitud para que puedas acceder a verlo.

Me siento entrar al interior de tu universo. Tus paredes cubiertas de nácar, aceite y óleo guardan  pinceladas de Miguel Ángel, Velázquez, El Greco, Murillo y un sinfín de obras talladas en tu fino y curvado cuerpo. Dices que tus  pinturas se deben a tus mucosas, a ellas debes el óleo nacarado, la viveza y humedad de tus frescos.

Me hablas, desde fuera también puedes apreciar mis lienzos, solo que debes ser capaz de reducir tu tamaño al minúsculo espacio de mi interior para reparar en ellos.


miércoles, 23 de marzo de 2011

Las llamadas de la muerte.



Junto a un escaso grupo de personas, bordeamos paseando las delgadas arterias de un menguado pueblo, al anochecer. El vacío de sus callejas, la humedad del ambiente y la bajada de la niebla reflejaban como azabache sus gastados habitáculos y sus muros.

Me hallo dentro de un pequeño castillo, rodeado de viejos torreones, larga muralla de piedra gastada, porosa, calada por el zumbido permanente de agua, aire y frío. En sus muros brillantes y escurridizos se ven lazos de colores que forma la luna al tropezar como espejo reflejado en sus tabiques. En ellas florece musgo de un tierno color verde que al igual que el plancton, brota por el golpeteo y nutrientes  que arrastra el agua.

Allí, rodeada por tres personas, me hallaba acompañada. Nos dirigimos hacia el interior de los aposentos en busca de refugio para el descanso. En sus pasillos cuelgan viejos candelabros de tenue luz, frágil y etérea como la niebla.

Pasamos a una pequeña habitación, fría y húmeda carente de luz y calor. En el centro, una pequeña cama daba las coordenadas de monje en penitencia, carente de muebles y escaso abrigo. En ese momento, me di cuenta que de las cuatro personas, habíamos entrado a la habitación dos. Arreglamos el camastro y acondicionamos un poco el aposento.

Al poco tiempo, se oyó un ligero toque en la puerta, acto seguido  se oyeron dos golpecitos seguidos de sonido metálico diferente al primer golpe. Creímos que eran quejidos de tempestad, de agotamiento que provocan los golpes reiterados a grietas y fisuras en la roca; del viento cuando cobra voz entre los muros. Me acerqué a la puerta y abrí una mirilla enrejada que me permitía ver escasamente  el espacio que enfrentaba a la puerta. Un caballero alto, delgado, vestido de luto con fajín color rojo y camisa blanca se encontraba apoyado en la pared con limpios zapatos negro metálico.  Mirada hacia abajo, parte de su rostro cubierto por sombrero negro que a modo de respeto tenía ligeramente inclinado hacia el suelo. Enseguida supe que había llamado a la puerta. Un suave tok…sonido de madera, dos toques metálicos respondían al choque de sus limpios  zapatos de charol.


Sin palabras, supe que había venido a llevarse a mi compañera. Esperó respetuosamente a que saliera de la habitación para entrar en ella. Sin mediar palabra, se quedó esperando, mirando fijamente el frío y húmedo suelo. Pensé que no podía estar de manera permanente en la habitación para evitar que mi compañera estuviera sola, así que permanecí un tiempo dentro, también me mantuve  allí por miedo a ver de cerca el rostro de la muerte. Recuerdo al salir de frente, que él  de manera respetuosa no levantó la vista para verme, ni hizo el menor movimiento.

También recuerdo que fuimos a buscar alojamiento fuera del castillo. En la habitación ayudaba a otra compañera en arreglarla, cuando volvimos de nuevo a oír los tres golpes que percibiéramos en el palacete. No creímos que pudiera pasar igual, pero al abrir la puerta, vi de nuevo la misma imagen del caballero. Supe que había venido a llevársela. Salí, lo tuve muy cerca de mí.  Igualmente respetuoso; quieto, callado, sin prisas. A la espera para entrar se encontraba el caballero vestido de luto con sus zapatos limpios,  negros color metal, cabeza baja con sombrero inclinado hacia el suelo a modo de respeto.

De nuevo, las dos viajamos en búsqueda de alojamiento muy lejos de aquel lugar para evitar tropezarnos con el caballero. En una habitación de hotel,  alejadas de su  acecho nos disponíamos a descansar. Hablábamos como si nada hubiera pasado, nos habíamos olvidado de lo ocurrido y cuando creíamos que estábamos seguras, oímos de nuevo los tres golpes, uno en la madera y dos metálicos. No creíamos que fuera verdad pero él estaba de nuevo allí. Recuerdo quedarme un tiempo junto a ella. Entendí que cuando viene a llevarnos, no hay lugar ni distancias seguras que eviten su trabajo.


Respetuosamente esperó a que abandonara la habitación. Supe intuitivamente que no había llegado mi hora. Me llamó la atención su porte elegante de traje y sombrero negro. El gran grado de respeto, su silencio y  su espera, cabizbajo.

martes, 22 de marzo de 2011

Oyente vegetal de mis anhelos.


Oyente vegetal  de mis anhelos, con mis primeras sensaciones al  amanecer, hoy, te conté de nuevo mi sueño.

Anoche pude ver y sentir el arranque de la tierra, el avance y la búsqueda de la luz que colorea vuestras hojas y da fortaleza a vuestro ser.

Enseguida comprendí que nuestra percepción está carente de sentidos  a vuestras alegrías y llantos. Somos incapaces de oír vuestro lagrimeo en cada riego, vuestra sonrisa en cada tacto. Incapaces de permanecer tan sólo un segundo para apreciar ese leve aleteo de vuestras hojas a nuestro tacto.

El sueño me hizo ver la sencillez y levedad en vuestro despertar hacia la nada. Vi el crecimiento rápido del laurel como en película acelerada. Arrancabais  de la tierra un largo tallo cargado de hojas entrelazadas que formaban un gran aro que me rodeaba.

Enseguida se pusieron a crecer las demás plantas de casa y pude sentir el gran jaleo y aleteo de vuestros avanzares. Me llamó la atención el gran crujido que arranca de la tierra para dejar salir sediento de aire y luz al nuevo brote. Tierno, al igual que humano, responde con leve lagrimeo y mueve sutilmente sus hojas  en un primer contacto hacia la luz y humedad que lo envuelve.

Más tarde comienzo a redactar mi sueño. Paso página del taco calendario. Viernes 18 de marzo dice:

Cuando no tengas otra cosa que hacer, puedes plantar un árbol; irá creciendo mientras tú duermes.

viernes, 4 de marzo de 2011

Conversando con un árbol.

 Me he sentido en el sueño aprisionada, incapaz de moverme. Supe casi al instante que formaba parte de ti, me hallaba dentro de ti. Enseguida pude  entender tu lenguaje, el motivo de tu tristeza, la frustración de tus impulsos y deseos.  

Te diste cuenta que estabas sujeto a la tierra, como lo están los minerales al agua. Atado  a la esfera que te alimenta como una roca, firme y sujeto a la tierra que te levanta.  Sentí que desde que te dieras cuenta de tu condición, no habías dejado de luchar, de batir a muerte con tus raíces para poder moverte.

Sentí que tu vida no está exenta de deseo. Deseo de conocer otras tierras, respirar sus aires, nutrirte de otros suelos, hidratarte de otras aguas, sentir el reposo de otros seres y despertar con su cántico matinal en tus ramas.