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sábado, 26 de octubre de 2013

CUENTO: Nina (X) La partida del jardinero.

Nina apoltronada en el pupitre se abstrae admirando el crecimiento de árboles y ve salir tras las rejas del patio al jardinero. Lleva una maleta, camina con paso erguido mirando al frente sin girar el rostro hacia el solemne césped, velado y mimado por fuertes brazos durante su larga estancia en el templo. Nina siente que si sale llevando maleta en horario escolar, es que se va, y, en mitad de clase sin pedir permiso a la profesora, sale disparada corriendo hacia la verja.
  
El ímpetu de su pequeño espíritu y el valor de su proceder al verle partir desolado e injuriado, empujan la frecuencia de su pequeño corazón con latidos de inocencia.

La profesora paraliza el estudio para mirar incrédula su actitud y comportamiento. Nina desconoce que el alcance de su acto es objeto de quietas miradas, no solo de su aula, también del resto de hemiciclos que dan al patio, que, incrédulas al verla salir corriendo paralizaron dejando en silencio las aulas.

Expulsado por quienes consideró durante años su familia, su verdadera casa, camina con el cerebro embotado al liberar en la soledad de la noche, brotes de enmudecido llanto.

Él ve acercarse corriendo a Nina y frena sus pasos. Ella que de manera perpetua tuvo su mente ocupada de pensamientos, ideas y sueños, al verle partir, despierta bruscamente de diurno sueño, quiere hablar pero no sabe qué decir. Desea expresar algo que no puede, así que callada tras los hierros, observa angustia en sus ojos radiantes y efigie morena.

Nina que al principio recibió el apodo de Nina-mu por hablar tan poco tan poco  que la creyeron muda, es la única que acude a despedirse.
Nina-mu “el apodo del silencio, ahora quiere hablar” ¡Claro, una mente siempre ocupada de fantasía, resta espacio a las palabras!  El percibe que ella sabe de su inocencia y lee en su pequeña carita rasgos de tristeza, y como confirmando saber lo que sus ojitos quieren decir, acaricia su mejilla levantando su mirada al frente, viendo que ambos son el centro de atención de las aulas.

Le dice ¡Anda, no pasa nada, vuelve a clase! Nina, sintiéndose indispuesta como si hubiera perdido la mejor muñeca, corre llorando, y en vez de volver a clase, busca el consuelo de Jake y Joko, apacigua su dolor en compañía de las bestias.

Las monjitas la dejan tranquila, no acuden a por ella para que vaya a clase, pues de todas formas nunca atiende, así que la dejan en paz hasta que llega la hora de comer y como no acude al comedor, van a buscarla. Al darse cuenta del dolor que una niña siente, la dejan tranquila, no es sancionada por salida del aula ni  por despedirse del  jardinero.

El que no fuera castigada por despedirse de un hombre que ha sido sancionado y expulsado por dañar el honor de dos compañeras, no es bien asimilado, especialmente por las demandantes y como según ellas no era justo el trato de favor que estaba recibiendo Nina, deciden hacer algo que asegure severo castigo por parte de las monjas.

La noche siguiente de la partida del jardinero, alguien desató y dejó en libre albedrío a Joko y Jake,  y los pobres, buscando a su dueño toda la noche, paseando por zonas libres y alrededores, dejaron sembrado de boñigas  patio, jardines y entrada al convento, sin contar la escabechina en la huertecita al comer todo lo que brotara de la tierra. Solo se libró el invernadero al estar cerrado.

Nina, aun con el dolor del disgusto del día anterior, desayuna pensativa y tranquila mientras oye gritos de varias religiosas que con mal genio andan por los pasillos hacia el comedor de las niñas. Inocente de lo que pasa, es sorprendida mientras desayuna por un fuerte estirón de orejas que la levantan con fuerza de su asiento “Ayer no te dimos lección por tu insolencia” pero lo que has hecho esta noche no tiene perdón de Dios.

Nina no entiende por qué es atacada por la religiosa de esta manera cuando el día anterior no guardaron represalias. Sujeta de la oreja, sin acabar el desayuno va oyendo - ¡da igual que no vayas a clase, para lo que te sirve! - hoy vas a limpiar el estropicio que has provocado por dejar libre a tus queridas mulas.

A tan corta edad limpia las inmundicias de Joko y Jake mientras el resto de alumnas permanecen en clase. Nina supo enseguida quién había dejado libre a los mulos toda la noche y sabían, que las monjitas la creerían culpable, dándole esta vez un fuerte castigo. 

Limpiando los excrementos por las zonas comunes, llegó lo peor y no esperado cuando limpiaba la entrada del recinto. Se acercó la Hermana Directora para decirle suavemente al oído”Hemos sido tolerante contigo después del acto deshonroso al despedirte del jardinero dejando en evidencia al convento, pero lo que hiciste en venganza, ha estado muy  feo, así que sábados y domingos durante un mes irás a las cocinas a limpiar de cucos las  legumbres y hacer aquello que se te ordene”.

Nina sabe que de nada sirve decir que no es responsable del destrozo. Sabe que nada  de lo que diga será oído y mucho menos creído, así que su mente clama enfadada: No jugaré con mis  amigas ni veré “la casa de la pradera”.


Ya más tranquila, asimilando el castigo, cae en la cuenta que al menos podrá ver antes de irse a la cama el programa televisivo “Reina por un día”.