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miércoles, 4 de julio de 2012

CUENTO: Nina (II) La primera comunión.


               
Nina fue creciendo en un mundo donde colores y formas daban sentido al paso de sus días. Ese mundo de  niñez solitaria, carente de todo afecto fue vivida cargada de fantasía.
Su mundo era tan pequeño, tan insignificante y a su vez tan enorme que vivía sumergida en sensaciones e ilusiones que en  cada despertar  la tenían absorta.

Nina se refugiaba en aquello por lo que se sentía atraída: acumular pequeños objetos de color: hojas secas, múltiples hilos de colores, restos de telas que arrastraba el viento de las costureras con diferentes texturas, dibujos y matices. El grato olor que desprenden los cuadernos y las gomas de borrar cuando son nuevas, el suave tacto de los lápices al estrenarlos, en especial se sentía feliz cuando podía comprar una caja de lápices de colores Alpino.

Nina, franela y algodón
Nina siente su primer contacto de ternura al sentirse arropada por suaves franelas y tierno algodón, especialmente cuando estrena  pijamita y ropita interior. Espera una, quizás dos veces al año poder estrenar algo nuevo de roce tierno que le aporte caricia y calor.

Nina se confiesa
Nina recibe clases del Cielo, del Purgatorio y el Infierno, debe conocer el pecado, debe evitar a partir de ciertos años pecar. Se ha de preparar, debe recibir la primera comunión limpia de todo pecado, meses antes se ha de confesar.  

La primera vez que acude al confesionario tras decir el "Ave María Purísima" y contestar el padre "Sin Pecado Concebida" no sabe qué decir, así que tras un rato de silencio el padre es quien  habla y pregunta que es lo que viene a confesar, pero Nina dice que no tiene nada que contar. Arrodillada, a través del enrejado el Padre va diciendo pecaditos para que se identifique y diga si recuerda haber cometido alguno. A partir de entonces Nina sabrá que decir cuando las monjitas la envíen al confesionario. Después de estar arrodillada largo rato salió limpia de todo pecado, con algún que otro Padre Nuestro que rezar y que Nina nunca rezó.
Las demás veces sería más rápido y fácil al tener que inventarlos. Nina a su corta edad no conocía realmente el significado de pecar. Ni en sus actos ni en los que la rodeaban veía maldad. Sus confesiones serían similares a; me he encontrado una goma de borrar y me la guardé; no me he comido las judías blancas y las he ido pegando bajo la mesa del comedor; me fui del examen diciendo que me encontraba mal; me he reído de la monjita mayor que no ve bien y mira al hablarme donde no estoy, me hice pipí en la cama…etc. etc.

Nina toma la Primera Comunión
Como todos los niños la toman al vivir inmersa entre bloques y paredes de techos altos llenos de reliquias, incienso y sermón, Nina toma la Primera Comunión y estrena solo calcetines de algodón. Se siente herida y durante la misa, cantos y sermón no para de pensar más que le faltan los paños nuevos que cubran su interior.

Es vestida con traje y zapatos  blancos que ha de devolver cuando terminen de cantar el coro y tocar el orfeón. Los trajes y zapatos fueron regalados a las monjitas gentes de mucha holgura para ser usados  sólo unas horas en la Primera Comunión. Todo lo que recibe Nina es usado, todo, menos los calcetines blancos de algodón.


Nina estrena zapatos
Uno de los mejores regalos que cree recibirá más tarde, son unos zapatos nuevos. De todos, dos pares le están bien, uno deportivo y el otro de charol. Los bonitos de charol las monjitas se lo regalan a una niña de tiernos ojos azules que encima no toma la Primera Comunión. Sus ojos y  largo cabello rubio impiden a las monjitas ponerle zapatos marrones de cordón. Sienten debilidad, su rostro y rasgos son de Virgen María y debe vestir reluciente, como los Santos y claro…¡le van más los zapatos de charol! Nina no tiene el rostro de María, es morenita de oscuros ojos verdes. Pasa el día enfadada porque lleva calcetines finos de algodón con bastos zapatos marrones, de oscuros cordones…nada finos para lucir un día tan especial.