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lunes, 3 de septiembre de 2012

CUENTO: Nina (III) La enfermería.



Nina habla muy poco.  Va pasando el tiempo y sigue con retraso en la escuela. Se da cuenta que no presta atención de lo que hablan en clase…aunque lo escucha. Se da cuenta que sabe leer y escribir pero no comprende el porqué ha de memorizar lo que lee para después en corto tiempo olvidarlo.  Nina vive en un universo imaginario de forma permanente, encuentra absurdo retener muchas cosas en la cabeza para demostrar que memoriza lo que hablan en clase. !Que lista es Susi que lo retiene todo! y !que relista es Aba!…la modosita que con las mismas respuestas saca sobresaliente… en Navidad presta su candidez a las monjitas para ser en el Belén la Virgen María.

Aba dejó muy claro, sin mediar palabra a sus compañeras la capacidad “demoniaca” que poseía, todas temían su mirada. Fumaba y “eso era exclusivo de hombres mayores”, Aba con once  años a escondidas siempre de las monjitas no solo fumaba, sino que obtenía dinero de la venta de tabaco. A escondidas vaciaba la botella de vino del cura. Cuando en grupo de dos le tocaba preparar la sacristía, las botellas del vino las dejaba vacías.  Al no confesar su hábito, varias veces la clase al completo tuvo que pagar multa. Nina y las demás estaban al corriente de sus fechorías pero su amenazante mirada demolía cualquier intención delatora. Si alguien hablaba o creía ella ser responsable de mermar sus caprichos, se vengaba sin importarle si era o no delatora ni las consecuencias.

En una ocasión Nina y Ani fueron pilladas en la sacristía del curita. Nina no tuvo más remedio que confesar al ser pillada con los bolsillos cargados de hostias, sin poder hablar con la boca llena. Le gustaban esos pequeños bocaditos que engullía con prisas por temor a que la vieran.

Las monjitas no podían creer que Nina fuera capaz de consumir vino, pero dadas las circunstancias de verla con la boca llena, sin poder hablar, intentaron que ambas confesaran o delataran a los responsables del consumo del vinito del cura. Nina confesó una y mil veces que ella sí consumía hostias pero nunca probó el vino. Todas comían hostias como si fueran bomboncitos, todas menos Aba que le daba al vinito. A partir de entonces las monjitas pusieron mayor control en la sacristía ¿Qué hizo Aba? añadir agua bendita al vino y todo arreglado.

El curita hedonista de exquisito paladar, al primer trago puso cara de Bestia al sentir su  vinito aguado. En misa, primero las monjitas, después las niñas se van enfilando, en el pasillo central se acercan a tomar la comunión y una vez apoyan la rodilla en el escalón tropiezan con el rostro encendido del curita. Le salen las bolitas de los ojos por estar cargados de ira, observa y cautiva los rostros de las niñas. Su voz contundente dice !El Cuerpo de Cristo!… espera oír la voz del "Amen  culpable", que la voz delate a la responsable de "aguar la sangre de Jesús”. (A la que le afloren los mofletes, la de la cara roja será la  implicada en el delito). Las niñas que acuden a misa, tienen que soportar el rostro encendido, acusatorio del curita, todas…menos la angelical Aba.
!Claro! después de vestirse de Virgen María, el rostro cándido, sumiso andar con rubios cabellos rizados, mirada de cordero degollado de ojos azules y arrodillada en el escalón, a la espera de recibir la comunión…aplaca la ira del curita.

Ese mismo día, las monjitas aumentaron los controles…y Aba tuvo que abstenerse de tomar su vinito. Aba  mortificó su abstinencia vengándose de las primeras que  fueran pilladas y que provocaron los controles en la sacristía.  

Una noche, cuando Nina dormía, Aba acompañada de coleguillas se aproximaron a su cama. Ella inocente de cuanto se tramaba, se despertó al oír las voces que la rodeaban ¡Nina! ¡Nina! abre la boca y Nina que no conocía ni  esperaba ver de cerca la maldad, la abrió.  Nina estuvo un mes ingresada en la enfermería…junto a su compañera que en tres días se curó. Nina sufrió fiebre de más de 40º que tardó tiempo en remitir. Los días previos a la venganza de Aba, Nina estaba enferma de faringitis, esa noche al abrir la boca le arrojaron pimienta negra molida, motivos que la llevaron a estar encamada en estado grave durante mucho tiempo.

Aba tenía deseos de dominio, de poseer todo cuanto deseaba de las demás. En el dormitorio, una vez tocaba silencio no se levantaba nadie ni se oía el menor ruido y era Aba la que pasado un tiempo se levantaba y se paseaba por las camas de sus amigas, emitiendo ruidos extraños que mucho tiempo después Nina sabría identificar.