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domingo, 20 de febrero de 2011

Sueñocuento: Donde los árboles hablan.





Salíamos de viaje en un gran autobús repleto de personas adultas. Íbamos a visitar un pueblo rodeado de bellos bosques alojado en profundo valle. Para descender había que dar cuantiosos volteos.

 

Se decía que debido a su ubicación, sus pobladores tenían poco contacto con otras villas del valle. Se habían adaptado a sus recursos y sobrevivían con armonía. Decían del pequeño lugar, que el aislamiento de sus aldeanos hizo que cuidaran con esmero la naturaleza que les rodeaba y llegaron  a tal cuidado y mimo con su medio que los jóvenes se hicieron grandes artesanos de la madera. Como sus leyes no les permitían herir árboles y sacar leños de ellos, llegaron al acuerdo de talar un lado de sus troncos, dándoles formas de situaciones humanas y de esta manera, no sentirse tan aislados del mundo... se dice que por las noches y especialmente cuando baja la niebla los árboles del pueblo hablan con sus vecinos.

 

Cuando bajamos al pueblo me llamó la atención que pese a la profundidad del valle hubiera intensa claridad. De madrugada tibios soplos de calor sacudían múltiples mariposas  artesanas de diferentes cristales que, alojadas sobre bóvedas, torres y tejados respondían estrepitosas a cada albor mostrando filtros galanes de variados matices, irradiando de luz al pequeño poblado. Quedé sin entender cómo podían atraer los rayos del sol desviándolos hacia la profundidad del valle.

 

Perdí el rastro de mis compañeros y me vi paseando sola por sus calles. En una acera habían dejado un carro lleno de juguetes. Me acerqué y aprecié que estaban en muy buen uso. Allí no había nadie y los juguetes estaban nuevos, así que… decidí  llevármelos. Eran muy curiosos, no los había visto nunca y además eran preciosos. Había un sonajero redondo, donde las protuberancias eran del cabello y rostro de una niña. Al cogerlo se empezaron a mover las bolas de su interior y comenzó a sonreír. Me di cuenta más tarde que su aspecto y color cambiaba según el paso del día. Sus tres rostros de diferentes colores reflejaban la mañana, la tarde y la noche. Entendí que los sonajeros acompañaban  a los bebés indicándoles el paso del tiempo. Me dije ¡que buen invento!, así los bebés pueden entender en qué momento están y sabrán cuando les llega el sueño de la noche.

 

Arrastrando el carrito cargado de mágicos peleles me vi preguntando a los vecinos del lugar la parada del vehículo para unirme al grupo, pero no se qué pasó que volví a perderme de nuevo y me vi atraída hacia una gran avenida donde sus árboles eran de un tamaño gigantesco. Calculé por la formación de sus troncos que debían tener varios siglos. Sus ramas estaban tan estrechamente entrelazadas unas con otras que me pregunté cómo harían sus jóvenes artesanos para armonizar el entrelazado sin cortarlas.

 

Al acercarme a la arboleda vi que cada árbol tenía frente a su tronco una silla, además de artículos de artesano, como si fueran pintores. Me pregunté que estarían haciendo ¡no son pintores porque los asientos están colocados cerquita del tronco! Me acerqué a un hermoso soto y enseguida vino un chaval dispuesto a responder a  mis preguntas.  Se presentó como su artesano. Me explicó que los troncos del parque tenían tallado en miniatura situaciones humanas de diferente índole. El había construido las de un grupo familiar del pueblo representando al padre, madre, hijos y abuelos cada uno en sus quehaceres diarios. Decía que desde hacían varios siglos, los arbustos habían llegaron a un acuerdo con sus gentes. A cambio de no podarlos para vivir de sus maderas, ellos cubrirían sus necesidades dando vida a las figuras talladas durante la noche  advirtiendo el peligro o daño próximo, además de protegerlos del frío durante la noche porque sus troncos emanarían calor a falta de leños. El calor y la humedad nocturna les proporcionarían un aumento de sus frutos. Así lo hicieron durante siglos cuidando ambas partes su compromiso. 

 

Le pregunté ¿Cómo os avisan las tallas humanas unidas a su tronco? Muy fácil, verás, dijo cuando algo va a ocurrir y afecta al pueblo en general, todas las tallas artesanas de los troncos se encienden como antorchas y no dejan de movilizar sus ramas, es una señal de aviso que  advierte de peligro para el pueblo. Ante algún accidente de uno de los vecinos, al estar representadas las familias en sus troncos, el árbol avisa de la familia que va a correr este riesgo, y así llevamos siglos de paz y armonía. Nosotros cuidamos celosamente de ellos porque nos protegen y ayudan y además nos aportan muchos beneficios.

 

Cuando quise darme cuenta era de noche, el vehículo se había marchado. Me refugié y encontré durmiendo en medio del paseo, al abrigo del calor que los árboles emanaban, aferrada al sonajero de las tres caras, en el centro del paseo donde los árboles hablan.