www.relatosdepatricia.blogspot.com

lunes, 5 de agosto de 2013

CUENTO: La granja de Pedrolo. (II)

Capítulo II

Una tenebrosa noche, la sierra se siente dormitar sin auxilio de guardianes. Hay callado desvelo, árboles estáticos muy muy quietos, solitarios y redimidos, sin constantes ni aliento.  

Como si cumbres, suelo y hasta la propia agua presintieran ser devoradas en voraz silencio, comienzan a ser coladas por embudo, deslizadas hacia la zona más profunda del terreno, donde guarda su pequeño mundo Pedrolo.

Cuando parecía que el suelo había dejado de tragar…la Nada, emitió una extraña quietud, un silencio mordaz, como si la tierra y todos sus seres fueran a yacer juntos al instante y, después… ¡BUM! la granja se derrumbó. Pedrolo se dio cuenta que algo grave había ocurrido pues no oía a Yana ni  a Kity, pero al estar completamente a oscuras y ante el peligro, se aferró como la hiedra a rocas y raíces.

De madrugada, sale del agujero y observa que Yana y Kity han desaparecido y se encuentra solo. Siempre creyó estar protegido al verse rodeado de colosales lomas, pero no, el seísmo arrastró su minúsculo habitáculo, dejando en su lugar una maraña de barro, árboles y rocas.

Indaga dónde está el hoyo que tragara a Yana y Kity, y visualiza un profundo socavón de tres metros de diámetro. Con niebla y raíces no visualiza el fondo, así que espera salga la luz del sol para poder saber de ellas.

Pedrolo dando vueltas y vueltas por el agujero descubre que a escasos dos metros de profundidad sujeta a varias raíces se haya Kity. La llama: Kity, Kity, querida mía, chiquitina, pulida mía, Kity queridita mía, chiquitina, tesoro mío, lucero, dime algo, háblale a tu Pedrolo.
  
Kity, embadurnada de barro, sin poder emitir sonido alguno, acongojada, llenita de miedo, no responde. A medida que se pasa el tiempo Pedrolo observa que Kity está en verdadero peligro. Bajo ella hay desolada oscuridad, y, sus espolonadas patitas sientan sobre libres raíces. Kity, teme ser presa de gigante telaraña o servir de alimento a seres que habitan las profundidades de la tierra.

Pedrolo, no habituado a trabajar, pasa horas y horas adulando a  Kity esperando respuesta, pero Kity no responde a florituras que Pedrolo con afecto le procesa. Pedrolo no tiene a dónde acudir. No puede pedir ayuda porque está aislado en el monte. No tiene amigos y nunca ayudó a ningún vecino. Además de vago es cobarde y, en vez de pensar cómo sacarla  de allí, sentado junto al oscuro pozo la llena de ternuras, hasta que se hace de noche.

Pedrolo pasa la segunda noche durmiendo a cielo abierto, sin tomar su ración de leche ni su apreciado huevo. En la oscuridad, desmayado, sin reflejos ni capacidad de atención oye ruiditos que le parecen salir del agujero…no cree posible que sea Kity pues no movió ni una sola de sus plumas ni respondió a sus arrumacos.

Kity, entre negruras percibe pequeños destellos y creyéndolo maíz, picotea y  picotea evitando caer desmayada al vacío.

A la mañana siguiente Pedrolo descubre que Kity ha cambiado la posición de sus patitas hacia una raíz más gruesa y estable. Como loco clama, la llama, una y otra vez, pero Kity teme perder el equilibrio, así que paralizada espera “la inefable ayuda de Pedrolo”.

Así que llega la tercera noche y Pedrolo sigue durmiendo al raso abierto sin probar bocado…gruyendo su estómago, clamando en sueños  la fresca leche de Yana el huevo de Kity.

De madrugada vuelve a oír los ruiditos de la noche anterior y afina su oído. Confirma que vienen del mismo agujero, pero su cobardía le hace no mirar. Teme que Kity le reclame por hallarse en mayor peligro. Pedrolo permanece quieto, afinando su oído y oyendo toda la noche tictic, tic, tictic, tic salir del  agujero.

Es la tercera mañana desde que sucediera el fatal desenlace. Pedrolo, siente un fuerte dolor de estómago  que le hace decidir sacar a Kity que aún vive en el oscuro agujero. Kity, pelusilla mía ¿me oyes? Kity permanece callada, sujeta a las raíces.

Kity aguanta tres días sin caer y sin dormir por picotear finas raíces y granos de maíz que brotan brillantes en lodo oscuro.

Dolorosos reclamos estomacales impulsan a Pedrolo a instruir su ingenio para concluir con el suplicio…no el que padeciera Kity, sino el que padece su ahuecado intestino, así que decide sacar a Kity asegurando no poner su vida en peligro.

Con unas ramas de caña diseña una escalera de 3 metros de larga. En el extremo que deja caer al agujero lleva entramado de finas cañas, muy juntitas similar el asiento de sillín acordonado en sus laterales. La deja bajar plegada en un mismo plano y una vez bajada, libera largas raíces, desplegándola para evitar que caiga y poder alzar a Kity.

El práctico invento es seguro, pero Kity tarda tres horas en moverse. No creía posible que dicho artilugio sirviera para ayudarla y hasta que no estuvo segura de que podía apoyar sus patitas no se aferró a ella y, sin hacer caso del pequeño montacargas, jadeando y respirando con dificultad, dando héroes impulsos fue trepando cañita a cañita la rubia escalinata de juncos.

Pedrolo tuvo extrema confusión. Por una parte se alegraba tenerla de nuevo en sus brazos…pero el fuerte dolor de estómago dictaba callar al corazón y saciar su tripa, y pese a la imagen dañada de su querida Kity, tuvo que contenerse, hacer soberanos esfuerzos, frenar el impulso de girarle el pescuezo para zamparla.

Dos cosas llamaron enseguida su atención. Su peso era superior pese a estar tres días sin comer…pesaba más de lo habitual y era evidente que Kity además estaba  alicaída. 

Al principio lo justificó por estar llena de barro, sola y temerosa en el agujero, así que la lavó en el riachuelo. Pero cuando lavada y aireada la volvió a coger y vio que realmente pesaba más que cuando cayera al pozo no entendió cómo era posible. Kity seguro que habría puesto huevos que cayeron al vacío. No obstante la lleva a comer al campo para ver si aireándose se despeja un poco…está atontá y apardalá, no es la misma, parece que en mis brazos tenga otra gallina.

Kity ni come ni pica nada de cuanto ve y esa misma tarde su cabecita ladea y cae enferma. Sobre plásticos, telas y cartones la abriga Pedrolo, esperando a ver si recupera y pone el huevo que espera, pero Kity siente que algo no funciona bien dentro de ella y que pocos días le quedan.

Kity a última hora de la tarde pone un huevo enorme y parece que al expulsarlo reviva un poco, que un poquito mejora. Cuando Pedrolo todo alegre se dispone a tomárselo crudo, le extraña que el huevo pese bastante más que los anteriores y antes de tragarlo, lo rompe en un viejo cazo y encuentra que dentro de la yema hay una pequeña piedrecita de oro.

Kity come maíz húmedo triturado de las manos de Pedrolo, pues sus pocas fuerzas y su estado no le permiten ir a picotear campos. Conforme pasan los días su amo la mima como nunca antes la ha mimado. La da de beber en su mano, la da maíz molidito en roca y Kity va expulsando cada día un gigante huevo, y en cada puesta, su salud mejora. 

El tamaño de los huevos es colosal para su limitado cuerpecito por llevar cada uno un pequeño tesorito.

Así pasan dos semanas hasta que una mañana al despertar Pedrolo, descubre que Kity no permanece a su lado y muy asustado sale rápido en su busca.

Kity picotea maíz que guarda su amo fuera del cobertizo, se la ve feliz y al ver a su amo desesperado acude dando saltitos a sus brazos y rodeada de abrazos permanecen tiempo juntos.

Kity ha recuperado su salud por los cuidados recibidos de Pedrolo pero ahora sus huevos han vuelto al tamaño normal y dentro de ellos solo habita clara y yema…sin pepita de oro.