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martes, 3 de julio de 2012

Zapatos viejos.

Anoche vi cientos de zapatos raídos, añejos, diferentes por edad y sexo. Agrupados sin casar formaban alta montaña de calzados viejos. Comprendí que aquellos  pasos vividos, ahora son olvido, huellas de los que ya partieron.

Tierra y polvo de camino sujeto al paso erguido, dejan entrever aquellos años, un recuerdo, pegado a la suela del olvido. Es polvo terrenal, sendero etéreo y fugaz de elementos que dieron forma  y movimiento a lo vivido.

Entre ellos, vislumbro un par de botines nuevos. Alguien se apresuró a partir sin cubrir sus pies desnudos. Cuando intento alcanzarlos, los cordones rompen su unión de hechizo y queda uno disponible para poder llevarlo conmigo, pero no puedo cogerlo, no me serviría solo uno.


Junto a la montaña de sandalias hay un zapatero  de ojos vidriosos, añosa lente, tez arrugada y porte muy viejo. Trabaja el zapato que me falta y espero a que termine  para poder coger el calzado refulgente. Con mirada sabia sus ojos dicen lo que el corazón piensa y siente…aún no llegó la hora de quien ha de vestir estas suelas relucientes, el caminante que lo calce debe llegar al final de sus albores.