Cruzar el umbral con el alma en calma
La Casa del Adiós es el refugio del último suspiro,
rodeado de umbrales verdes y cielo estrellado.
He oído decir que uno se va solo. Lo dicen porque no
conocen que existen otras maneras de partir.
Yo no me iré sola.
Me iré con la noche abrigando mis pasos, rodeada de
árboles que siguieron mis andares sin moverse, con el viento que supo mi nombre
entre silencios.
Me iré con cada palabra que dije desde el alma, con las
manos que abracé cuando todo ardía, con los recuerdos que no pesan, con los
sueños que dejé sembrados con raíces.
Quienes me amaron andarán conmigo, incluso si no recuerdan
el camino.
Porque mi despedida no será un adiós acelerado, sino un
susurro que escapa adherido a hojas sabedoras que la húmeda tierra le
espera.
Esta casa no deja que nadie se marche sin ser visto, sin
ser sentido, sin ser honrado.
Aquí la partida no es pérdida, es regreso. Aquí, la última
inspiración no se apaga: se convierte en brisa para los que añoren paz en el
último suspiro.
Y mientras el mundo sigue su ruido, en esta casa de adiós
hay espacio para el silencio, para lo no dicho, para lo amado en voz baja.
Todo lo que fui, lo dejo como semilla, no para que me
recuerden, sino para que florezca en aquellos que aún no saben cómo partir.