Manifiesto
de la especie humana
Yo sé que nos observan.
Y no lo digo desde el mito ni la
superstición, sino desde la certeza que nace al mirar el cielo y sentir que no
estamos solos. Hace 48 años, algo–alguien–puso una chincheta en nuestra
galaxia. Una señal. Un gesto. Una marca de calendario cósmico. Y ahora, vuelven
a pasar. ¿Por qué? ¿Qué buscan? ¿Qué quieren mostrarnos?
Nuestra especie está rota.
Dividida por religiones que nos enfrentan, por economías que nos esclavizan,
por ideales que nos separan. Pero hay algo que puede unirnos: la presencia de
lo otro, de lo que no es humano, de lo que nos observa sin juzgarnos, esperando
que estemos listos.
Si se hicieran ver, si
descendieran sin palabras, ante miles de ojos humanos, no habría más lugar para
la mentira. No habría más excusas para el odio. No habría más tiempo para el
ego.
Sí, temblarán nuestros sistemas.
Sí, se derrumbarán dogmas y estructuras. Pero en ese temblor, nacería algo
nuevo: Una humanidad unificada, no por miedo sino por verdad.
La grandeza en avanzar está en
integrar las mentes de su especie, fortaleciendo la unión como ser único.
