Mientras la NASA desliza advertencias veladas en medio de descubrimientos cósmicos, y en zonas despobladas de EE.UU. se escuchan golpes que responden desde el subsuelo, la pregunta no es si se están construyendo búnkeres. La pregunta es: ¿quiénes serán los elegidos para entrar?
Desde la Guerra Fría, las
potencias han cavado bajo tierra. Hoy, ya no se trata de refugios: se habla de ciudades
subterráneas autosuficientes, preparadas para resistir catástrofes naturales,
nucleares o incluso cósmicas. Pero el silencio institucional no es casual. La
protección se vuelve exclusión cuando solo unos pocos —ricos, poderosos,
técnicos clave— tienen acceso, mientras el resto queda fuera, sin explicación
ni opción.
Y si el futuro depende de
100 personas en un búnker… ¿quién decide quién entra? ¿El más útil? ¿El más
rico? ¿El más obediente? ¿El más humano? …pues hagamos un manual practico
Manual para no ser
elegido en el búnker del fin del mundo
- No seas multimillonario: Si tu cuenta no tiene al
menos seis ceros, lo sentimos. El apocalipsis no acepta pagos en cómodas
cuotas.
- Evita tener conocimientos útiles: ¿Sabes cultivar
tomates, reparar generadores o curar heridas? Mala suerte. El comité de
selección prefiere influencers con seguidores, no agricultores con sentido
común.
- No tengas empatía: La capacidad de cuidar a otros no
es requisito. Lo importante es saber negociar tu espacio en el refugio con
un buen abogado.
- No preguntes demasiado: Si escuchas golpes desde el
subsuelo, ignóralos. Es solo el eco de la democracia cavando su tumba.
- No vivas en zona despoblada: Si tu casa tiembla por
maquinaria subterránea, no te preocupes. No es un terremoto, es el
progreso... pero para otros.
Y recuerda: si la NASA
dice “prepárense”, no es para ti. Es para ellos. Tú, mientras tanto, puedes
preparar una buena playlist para el fin del mundo. Que al menos suene bien.
Obras en la sombra: el
club exclusivo del fin del mundo
Mientras tú buscas
ofertas en el supermercado, otros ya están bajo tierra, construyendo su spa
apocalíptico. No es ciencia ficción: son búnkeres de lujo, ciudades
subterráneas autosuficientes, y maquinaria que responde a tus golpes como si
dijera: “Sí, estamos aquí… pero no para ti”.
¿Quién entra en el
búnker?
- Políticos con más trajes que ideas.
- Científicos que saben cómo reiniciar el WiFi del
universo.
- Multimillonarios que creen que el fin del mundo es
una oportunidad de networking.
- Algún médico, por si alguien se resfría en el
apocalipsis.
- Y tú… bueno, tú puedes mirar desde fuera y aplaudir.
NASA: “Prepárense todos”
(pero todos no caben)
Conversación con el
Oráculo Espacial
“Evento solar de magnitud
inusual podría afectar infraestructura crítica.” Yo: “¿Eso incluye mi router o
solo los satélites del Pentágono?” NASA: “Prepárense todos.” Yo: “¿Todos como
en ‘todos los ciudadanos’, o todos como en ‘todos los que tienen acceso directo
al presidente’?”
En este capítulo, la NASA
no es una institución. Es una voz en off, un personaje que aparece entre
líneas, que habla en acrónimos y que nunca responde del todo. Es el oráculo del
apocalipsis elegante, el poeta del desastre técnico.
Cada advertencia suya se
convierte en diálogo, en réplica, en ironía. Porque mientras ellos bajan al
búnker, tú buscas linternas en Amazon. Y mientras ellos revisan filtros de
aire, tú revisas tu currículum.
El horóscopo de los poderosos
La NASA lanza frases como
“prepárense para lo que podría llegar a corto plazo” justo después de mostrar
imágenes de nebulosas preciosas. Es como si dijeran: “Miren qué bonito es el
universo… antes de que nos aplaste”. Pero no te preocupes, no es para alarmarte.
Es para que, cuando ocurra, puedan decir: “Ya lo avisamos”.
La NASA no grita,
susurra. No advierte, sugiere. Sus comunicados parecen escritos por poetas con
doctorado: “Anomalías geomagnéticas”, “fluctuaciones solares”, “eventos de baja
probabilidad pero alto impacto”. Traducción: algo viene, y no es para todos.
Porque cuando la NASA
dice “prepárense”, no está hablando de linternas y agua embotellada. Está
hablando de coordenadas, de listas cerradas, de puertas que se cierran bajo
tierra.
Conversación con el
Oráculo
NASA: “Evento solar de
magnitud inusual podría afectar infraestructura crítica.” Yo: “¿Eso incluye mi
router o solo los satélites del Pentágono?”
NASA: “Prepárense todos.”
Yo: “¿Todos como en ‘todos los ciudadanos’, o todos como en ‘todos los que
tienen acceso directo al presidente’?”
NASA: “Fluctuaciones
solares podrían alterar sistemas de navegación.” Yo: “Perfecto. Justo cuando
iba a subir mi currículum al portal de empleo.”
NASA: “Anomalía
geomagnética detectada en el hemisferio norte.” Yo: “¿Eso significa que debo
cancelar mi cita con el dentista o que ya están bajando al búnker?”
El apocalipsis elegante
La NASA no es solo una
agencia espacial. Es el tarot de los tecnócratas. Cuando dice “prepárense”, no
está hablando de ti. Está hablando de ellos.
Sus comunicados suenan
como poesía técnica:
“Evento solar de magnitud
inusual con potencial disruptivo en infraestructura crítica.” Traducción: “Ya
están bajando al búnker.”
Y mientras tú buscas
linternas en Amazon, ellos revisan los filtros de aire de su spa subterráneo.
Silencio institucional:
el nuevo lenguaje de la exclusión
Si escuchas ruidos bajo
tierra, vibraciones o golpes que responden… no es tu imaginación. Es el
progreso, cavando su refugio. Y si nadie te lo explica, es porque no estás en
la lista. La transparencia es para los boletines meteorológicos. Las obras
titánicas se hacen en la sombra, con permisos que no necesitan explicaciones.
Y si los elegidos no son
los mejores?
Si el futuro depende de
100 personas en un búnker… ¿quién decide? ¿El más útil? ¿El más obediente? ¿El
que tiene más seguidores en TikTok?
Quizás deberíamos
preocuparnos menos por quiénes entran, y más por qué tipo de personas van a
reconstruir el mundo. Porque el verdadero filtro no está en los privilegios de
quienes cruzan la puerta del búnker, sino en los valores y las destrezas de
quienes sobreviven dentro.