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martes, 22 de febrero de 2011

El cantar de la rana.


Me he sentido en el sueño como un árbol  de  grandes ramas y tronco liso, de color claro y textura suave. Las ramas que encabezaban el tronco estaban desprovistas de hojas y cargadas de flores.

Me percaté que de mis ramas brotaban flores de diferentes formas y me di cuenta que el polen que cada flor emanaba, saturaba más allá de mis raíces, que todo a mi alrededor embriagaba.
Un gran manto de minúsculos seres cubrían el árbol de insectos que desorientados por la mezcla de sus néctares servían de alimento a las  aves.

Deleitándome del descanso de las aves en mis ramas para poder nutrirse y embobada al ver brotar en ellas flores de diferentes formas y colores, me llamó la atención el cantar de una rana. Cuando pude alcanzar a visualizarla “alojada bajo mi tronco”, me percaté que cada vez que croaba su aspecto cambiaba.
Maravillada observé que  cada vez que zampaba un insecto croaba, y ese croar la  transformaba en gema preciosa. Otro croar hizo de su cuerpo blando y pastoso una pequeña isla rodeada de playas limpias y finas arenas que arrastraban a perderse en ellas.


Me he sentido vegetal, como un árbol y he podido experimentar el delicado  brote de las flores en mis ramas. He sentido el placer al ver que mis brazos sirven de protección y descanso.  He oído al amanecer los movimientos del despertar de los árboles y he oído el canto de una rana que a modo de agradecimiento por el  manjar de insectos  cambiaba su cuerpo en belleza y encanto.

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