Susurros del silencio. El habla del mundo invisible
En un rincón donde el tiempo
se vuelve brisa, la "Casa del Adiós" acoge las últimas palabras de quienes parten
con el alma en paz. En sus umbrales verdes y bajo cielos infinitos, el silencio
revela sus texturas, y cada despedida se convierte en un gesto sagrado. Este
relato es una invitación a cruzar el umbral sin miedo, a dejar que la geometría
del silencio ordene lo que el ruido nunca pudo explicar.
La Casa del Adiós no es solo
un lugar: es un santuario energético donde la materia se despide para volver a
ser luz. Allí, las despedidas encuentran forma. El silencio tiene geometría,
vibración, y los últimos suspiros se convierten en ondas que acarician lo
eterno. Nadie parte realmente si ha amado; nadie se extingue si ha sembrado
ternura. Quienes caminan hacia el final no son olvidados: su energía se eleva,
sus memorias florecen, sus pasos resuenan en lo que aún vive. Esta casa honra
cada tránsito como si fuera el primero, como si fuera el último.
He oído decir que uno se va
solo. Lo dicen porque no recuerdan que somos más que cuerpos: somos vibración
encarnada, materia con fecha y alma sin tiempo.
Yo no me iré sola.
Me iré con la noche
envolviendo mis pasos, con los árboles que escucharon mis silencios, con el
viento que supo mi frecuencia y pronunció mi nombre sin sonido.
Me iré con cada palabra
pronunciada desde la esencia, con las manos que abracé cuando todo ardía, con
los recuerdos que pesan menos que un suspiro, con los sueños que sembré como
códigos invisibles en la tierra.
Quienes de verdad me amaron
estarán en mis últimos suspiros, incluso si partieron antes o aún en vida
desconocieran el camino.
Porque mi despedida no será
un corte abrupto, sino una transición. Un susurro adherido a hojas sabias que
saben que la energía nunca desaparece, solo cambia de estado.
Esta casa no deja que nadie
se marche sin ser sentido, sin ser honrado y respetado.
Aquí, la partida no es
pérdida, es expansión. La última inspiración no se apaga: se transmuta en brisa
para quienes aún buscan paz en su próxima frecuencia.
Y mientras el mundo continúa
su ruido, aquí todo respira despacio: el silencio, lo no dicho, lo amado en voz
baja, la vibración que aún no tiene nombre.
Todo lo que fui lo dejo como
semilla energética: no para que me recuerden, sino para que florezca en quienes
aún no saben cómo partir.
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