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domingo, 29 de junio de 2025

Geometria del silencio



Susurros del silencio. El habla del mundo invisible

En un rincón donde el tiempo se vuelve brisa, la "Casa del Adiós" acoge las últimas palabras de quienes parten con el alma en paz. En sus umbrales verdes y bajo cielos infinitos, el silencio revela sus texturas, y cada despedida se convierte en un gesto sagrado. Este relato es una invitación a cruzar el umbral sin miedo, a dejar que la geometría del silencio ordene lo que el ruido nunca pudo explicar.

La Casa del Adiós no es solo un lugar: es un santuario energético donde la materia se despide para volver a ser luz. Allí, las despedidas encuentran forma. El silencio tiene geometría, vibración, y los últimos suspiros se convierten en ondas que acarician lo eterno. Nadie parte realmente si ha amado; nadie se extingue si ha sembrado ternura. Quienes caminan hacia el final no son olvidados: su energía se eleva, sus memorias florecen, sus pasos resuenan en lo que aún vive. Esta casa honra cada tránsito como si fuera el primero, como si fuera el último.

He oído decir que uno se va solo. Lo dicen porque no recuerdan que somos más que cuerpos: somos vibración encarnada, materia con fecha y alma sin tiempo.

Yo no me iré sola.

Me iré con la noche envolviendo mis pasos, con los árboles que escucharon mis silencios, con el viento que supo mi frecuencia y pronunció mi nombre sin sonido.

Me iré con cada palabra pronunciada desde la esencia, con las manos que abracé cuando todo ardía, con los recuerdos que pesan menos que un suspiro, con los sueños que sembré como códigos invisibles en la tierra.

Quienes de verdad me amaron estarán en mis últimos suspiros, incluso si partieron antes o aún en vida desconocieran el camino.

Porque mi despedida no será un corte abrupto, sino una transición. Un susurro adherido a hojas sabias que saben que la energía nunca desaparece, solo cambia de estado.

Esta casa no deja que nadie se marche sin ser sentido, sin ser honrado y respetado.

Aquí, la partida no es pérdida, es expansión. La última inspiración no se apaga: se transmuta en brisa para quienes aún buscan paz en su próxima frecuencia.

Y mientras el mundo continúa su ruido, aquí todo respira despacio: el silencio, lo no dicho, lo amado en voz baja, la vibración que aún no tiene nombre.

Todo lo que fui lo dejo como semilla energética: no para que me recuerden, sino para que florezca en quienes aún no saben cómo partir.

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