www.relatosdepatricia.blogspot.com

domingo, 22 de febrero de 2015

Canto de estrellas.




Naufragando en la oscuridad, rodeados de negrura  infinita, anoche, en la Estación Espacial Internacional ISS, sucedió un evento inolvidable. Una odisea, una  locura y a su vez un trance glorioso, acaso… un sibilino delirio.

Cumplida la jornada, el equipo  de seis astronautas que anidan la nave, consumen el último refrigerio confraternizando entre alusiones y risas y, antes de sucumbir al sueño,  evocan añoranzas terrenales deleitando nostalgia, acariciando sentidos hacia el abismo selecto y profundo, izando el espíritu con los Conciertos de Brandemburgo de J. S. Bach.

Con la genial idea de compartir su gloria, maximizan y expanden el volumen  hacia la órbita terrestre, enalteciendo la obra de J. S. Bach al vasto infinito.

Ocurrió casi al instante, algo sucedió que no pudieron explicar. Fue como si la energía y materia oscura que expande, nutre e impregna al cosmos, cobrara vida.
El glacial externo de la nave se sintió cuajada de deliciosas formas, y como entumecido, como si un titán despertara tras largo letargo, dócilmente arropó la estación de escurridizas algas sacudiendo sumiso leves sacudidas.

Mientras esto sucedía, la tripulación desde el interior siente estar fuera, como si estuvieran realizando paseo espacial sin trajes que les proteja vislumbrando entes de diferentes formas, que impactados escuchan sensibles al abrigo de iluminadas esferas, la capacidad y creatividad de sentidos y sentimientos evolucionados por los seres de la tierra.

Fuera de la nave infinidad de luciérnagas de diferentes cuerpos y extrañas formas rodean la ISS de inmenso albor eludiendo vislumbrar  y ensamblar equipos, bloqueando satélites y total comunicación con la azulada esfera…y entre vasta y solemne oscuridad desde el centro de control y seguimiento de la tierra se oye fluir la armonía de J.S. Bach.

Cuando la música cesó, todo parecía volver a la normalidad, pero tan pronto quisieron hablar, para conocer si cada uno había sufrido la misma experiencia, se dieron cuenta que en quietud, se hallaban todos dentro de cada uno. Sintieron ser un solo ser, sentían el latido de un solo corazón, y sintieron el poder del intelecto agrupados en una sola mente.


Al unísono, la primera impresión fue como si la materia y energía intocable e invisible pudiera aflorar como respuesta a estímulos musicales, materia y energía ocultas que se manifiesta viva ante estímulos auditivos y neuronales… ¿cómo es posible que algo que no se puede ver, tocar, sentir, sin forma física que lo defina ni lo componga, carente de sentidos, responda y vibre como si tuviera inteligencia?

viernes, 12 de septiembre de 2014

Desde la cima.

Tras un lapso de tiempo sin divagar con seres  verdes, hoy el ensueño fue gratificante.

Hace tiempo tuve la certeza de que por mucho que intentara copiar a la naturaleza, jamás llegaría a retratar su  inmensa belleza. Pensé que para reflejar un instante está la fotografía, porque  pese a no ser capaz de igualarla, sustrae por segundos parte de su inigualable hermosura.

Ese pensamiento, esa decisión me dio libertad.  Dejé libre pinceles, me llené de ideas y colores, y obediente, como un cordero, dejo hacer a la mente lo que dicta. Empecé a arbolear a seres sumidos en belleza, poderosos del silencio.

Anoche, íbamos paseando por la espesura de un denso bosque. En paseos, cuando salimos a encontrarnos con la naturaleza,  realizamos recesos, breves paradas para observar  con deleite suaves e estilizados troncos, rizados contornos, vestiduras rugosas… y de pronto, en un breve descanso, mirando altas ramas cubiertas de copiosas hojas, siento que el árbol intenta comunicar, percibo que habla en un lenguaje que no comprendo. 

Desconcertada al no entender sus delicados cuchicheos, tras segundos, me veo  transportada  al interior de su solemne cuerpo. Su alta estampa me eleva rápidamente hacia la cumbre por el centro ahuecado de su leño. Sin dolor, sin presión, voy sintiendo el roce de millones de finas hebras, raíces contactando con frágiles sacudidas y temblores. Mis neuronas reciben los seísmos de sus fibras y quedo estremecida por la magnitud de humildad y nobleza.

Durante el trayecto de elevación hasta la copa, por instantes siento a mi organismo gozar como si me hubieran inyectado una droga placentera. Considerándome privilegiada, disfrutando de vivir algo único, observo que por el mismo hueco descienden dos caballeros bajando fugaz…solo hay tiempo de cruzar apresuradas pupilas de ventura y dicha.

Al llegar a la cresta reparo un frío inmenso al divisar lo que  millones de seres callados contemplan. No existe voz, vocablo o  verbo capaz de  expresar lo que se siente muy dentro desde la cima del colosal árbol. Tras un breve tiempo de letargo por el panorama observado, empiezo a  comprender, ahora siento lo que querías decirme.


Tu legado, logrado por la forma más pura e íntima “contacto a través de sinapsis, pensamientos y mensajes entre seres diferentes” me alza a tu cúpula para contemplar bellos horizontes, tu  universo, nuestro mundo inmerso en devastación y peligro.

viernes, 28 de marzo de 2014

CUENTO: Nina (XII) El coro.


Nina  vive en un mundo paralelo que la  separa de la realidad. Percibe que algo raro la pasa, algo que no ve en las demás, que no conoce ni puede controlar y que las monjitas no saben darle solución.

El coro
Al poco tiempo la profesora de música reúne a las niñas y las hace cantar una a una. Formarán el coro compañeras y amigas. Estudiarán solfeo y aprenderán a tocar un instrumento. Nina se une de nuevo a ellas que no la discriminan por estar en clase de peques.

Nina no entiende el significado de las partituras.  Percibe que el problema que ella tiene sigue presente y no ve otra solución que aprender de memoria cada una de las clases, engañando a profesores de solfeo e instrumento. Memoriza la entonación según pentagrama, también las posiciones de los dedos en la guitarra según partitura de música que no sabe leer. Como las demás, las lleva a clase, al igual que carga el pesado talego con temibles libros de texto que forzosamente debe memorizar.

Las bofetadas
La monjita profesora tiene ochenta años. Las partituras le bailan de las manos “parecen querer volar”, además padece sordera. A su desatinada voz provocada por falta de audición la acompaña un oxidado y desafinado piano. Las niñas al oírla cantar y tocar el órgano rompen en risas difíciles de contener y en vez de seguirla en sus cantos hay brote de carcajadas en plena eucaristía.

Un domingo, la religiosa llamó la atención muy enojada “es falta grave de respeto reírse en la casa del Señor”. Tiene buen talante, no acostumbra a golpear con el metro – madera – tabla. Aunque el origen del metro de madera fuera otro bien distinto, pues fue creada como instrumento de medida para clases de matemáticas y geometría. La primera vez que Nina sintiera al metro – madera - tabla en sus piernas sintió fuerte quemazón y claro, al segundo escapó a los golpes y aprendió que si va a recibir, es mejor dejarse hacer porque si escapa recibe el doble o el triple, dependiendo del grado fuerza que aplique en sus brazos.

Así que después de acabada la misa y antes que de manera precipitada salieran corriendo al desayuno como rebaño al monte después de noche diluviosa, la Sor cierra con llave la puerta de salida y da orden que el coro al completo forme fila frente a los retablos de María. Todas, una a una van recibiendo PLAS, jaja PLAS, ja PLAS, jaja PLAS, jaja PLAS, jaja PLAS, ja PLAS, jaPLAS, ja PLASja… ríen al ver temblar la mano que abofetea sus mejillas.

Le llega el turno a la mimada, hay brote de carcajadas, todas menos Aba cuya cara escarlata no reía. Al recibir su semblante renegado su ración provocó arranque de risas en coro armonía. Se oye un resbalar, un suave zas, casi sin rozar un tul deslizar..."plas" en los rojos mofletes de la enchufadita.

El castigo
Cada bofetón en temblorosas manos enrojecen como carmín las mejillas y mano derecha de la religiosa.

Viendo que no fuera suficiente castigo para remendar el daño causado, al salir una a una en orden hacia la salida con el pecho cargado de risas contenidas a la espera de soltar risa en expandida, tropiezan al ver la puerta cerrada y quedan a la espera de que abra la puerta. Llega toda roja, roja y enojada por levantar las manos a las niñas y ver la respuesta a su medida. Al instante Nina respira el intenso aroma que desprende el chocolate con leche a la taza. Salen corriendo y tropiezan por ser primeras en ir a desayunar...debiendo retroceder al ser castigadas. El grupo sale al patio con el estómago vacío, sin nada que frene los estimulados jugos gástricos responsables del apetitoso aroma del chocolate caliente. Recibir la bofetada carecía de importancia, sin embargo quedarse sin chocolate "REDIÓS" dice Nina, eso sí que duele, eso sí es castigo.

Para Aba era mucho peor. Era la primera vez que la pegaba una monjita. En especial se sentía humillada al ser tratada igual que el resto y en especial fuera en presencia de compañeras a las que asediaba dominaba y mortificaba frecuentemente. Ese día no comería las magdalenas de una inocente y se quedaría como el resto sin tomar su chocolate caliente.

La primera vez que Nina vio a Aba quitar las magdalenas a las compañeras de mesa, Nina no entendió que callaran y no dieran parte a las monjitas. Cuando un Domingo tuvo que compartir mesa de desayuno con Aba, Nina supo por certeza que no sería creída por las monjitas, así que estudió la forma de evitar quedarse sin sus esperadas magdalenas. Al siguiente día festivo que le tocó compartir mesa con ella, Nina, como hambriento a palo seco se lanza como bala de disparo al verlas caer a la mesa, adelantándose al ataque de la lánguida virtuosa mosquita muerta.

Nina va creciendo y siente gran interés por colores y formas. Tiene una gran fantasía, es protagonista de mundos e historias que nadie parece ver.

Los aromas y el tacto
En varias ocasiones llamó la atención de las religiosas al ver que sus predicciones eran ciertas. Nina tenía una salud delicada, siempre estaba enferma. Recordaba que cuando estaba en la cama y era cuidada la hacían sentirse bien los cuidados que la daban. Por alguna razón provocada por el dolor o por necesidad física, Nina tenía aumentado la percepción de los sentidos. Percibía lo que los demás no olían, ni sentían al tacto y mucha intuición. Cualidad con ventaja en su círculo de amigas, requiriendo su presencia para curar o ser protectora de todo animal encontrado estuviera herido o sano.

En varias ocasiones cuando acudía a revisión a la enfermería por vacunas u otro tipo de tratamiento, le decía a la monjita: Ha estado aquí la enfermita mayor alta rubia: ha estado de visita la religiosa mayor. También vino a revisarse el jardinero y la monjita se quedaba atónita ante el desfile de personajes de decía Nina que habían acudido a la consulta entes que ella. Nina sabía quien había estado antes en la consulta del doctor por el rastro de olores que dejaban. Más tarde comprendió que ciertos aromas corporales se debían a la presencia de la enfermedad que padecían.

Nina jugaba con la monjita que traía las cartas, una vez al mes. La ponía un largo pañuelo cubriéndole los ojos con fuerza para que no viera nada y Nina arrimaba la nariz y olfateaba como un perro de caza el fondo del saco donde habitaban cientos de cartas. Al gran saco de estera le daba varias vueltas con las manos y sacaba por su aroma y sutil tacto la carta de mama.
La monjita tocaba y olía una y otra vez la carta para intentar dar con esa diferencia apreciada sólo por ella. Después de manosearla y olfatearla varias veces le decía: No comprendo cómo puedes acertar, esta carta no tiene nada…ni olor diferente, ni textura diferente a las demás.

Muchas veces la engañaba y decía “hay carta para ti, las he revisado, búscala sin mirar”, pero Nina, con los ojos tapados, sólo con su olfato y tacto supo siempre si entre tantas cartas había o no carta para ella y nunca se equivocó.


Nina siempre se preguntó cómo era posible que las monjitas no apreciaran el aroma y suave textura de sus cartas, veía claramente esas cualidades en la oscuridad.

viernes, 7 de marzo de 2014

CUENTO: La Granja de Pedrolo. (III)



Pedrolo, ha levantado de nuevo su choza. Tras la rehabilitación de Kity y la pérdida de Yana acude a su ritmo normal acercándose de nuevo al mercadito del jueves.

Le cuesta dormitar al sentir helados los pies ¡Cuanto añora su mullida tripita! Pesadillas y fantasmas se une al canto incansable del modesto riachuelo que absorto, transforma polvo de losas en cristales prietos mientras siente clamar al eco imploro y lamentos…Yana, Yana, Yana, y, a la aurora, amanecida el alba, le cuesta dar sus primeros pasos sin su ración de rica leche templada.

Sus lánguidos pasos elevan gravilla arenosa por la única entrada y salida al pueblo. Su hidalga imagen y fósiles ropas, que más que cubrir remolcan esqueleto, atestan añoro e intensos recuerdos.

Kity pocas plumas, sin brillo que lucir, abatida y apagada, cacarea su ronquera exhibiendo solo astillas. Delgadita como una varilla, aguanta recta, firme y varada como estrella y única superviviente de gran batalla. Sobre el hombro, sin poder saltar al lomito de Yana, resbala una y otra vez, aferrando su espolón a la quebrada levita, mientras que el amo cabizbajo evita preguntas, y entre miedos, su mente itera una y otra vez la misma duda ¿será oro lo que Kity expulsara estando malita?

Pedrolo recuerda que la pequeña Basílica muestra dos veces al año capas, túnicas y mantos de terciopelo con oro, plata y hermosas piedras trabadas cubriendo cuerpos Santos de camino a la ermita.
“Qué grato paseo, silencio rodeado de incienso, oyendo piedrecitas rechinar tras sotana negra y el Padrenuestro”.

Tras dar un paso y traspasar la puerta de la Catedral, ambas miradas quedan enrocadas y en silencio.  El párroco pensaría…que causa grave o motivo tuviera que por primera vez desde que lo conociera fuera para pedir sagrada confesión, ayuda o consejo…y Pedrolo acostumbrado a ver su azabache imagen florear por el mercado escarbando mejores precios…de pronto siente caer sus ojos como cúpula atravesada por rayos y truenos, viendo en segundos votos y sacramentos.

Tras decir que su morada es la montaña y su nombre es Pedrolo, el párroco le pregunta: dígame buen hombre, ¿qué desea? y acto seguido suelta en su mesa veinte pepitas de oro.
Sabe que es un indigente sin familia y ante el miedo a haber sido sustraídos u encontrados y pudieran tener otro dueño le aconseja que el mejor para indicarle precio sea el alcalde del pueblo.

Acompañado por el sacerdote, una vez presentado suelta las pepitas de oro sobre su mesa. Entonces súbitamente Pedrolo sintió la certeza de hallarse en lugar equivocado al ver en su mirada avaricia y engaño.

Para cuando pudo tener un breve resumen del tipo de persona que tenía delante, el alcalde se había adelantado y sin someterlo a  pruebas o contrastar el grado de aleación, quiso pagar ridículo precio creyendo a Pedrolo que al ser vagabundo también sería tonto. Pedrolo reaccionó cogiendo las piedrecitas con la intención de largarse, pero el avistado señor, tuvo un contraataque radical acariciando a Kity al paso que lo rodeaba con su brazo.

Acariciando las pelusas de Kity con la intención de evitar que se marchara (pues debía conocer cómo y dónde las hallara) y aprovechando las deudas por ayudas y favores para la restauración de la capilla, utiliza al párroco para que éste intimide y haga hablar a Pedrolo mientras manda con gestos de urgencia hagan llegar rápido a su buen amigo y “prestamista para los necesitados del pueblo” - un ruin usurero que aprovecha las desgracias ajenas  para engordar su patrimonio-

Todos en el pueblo conocían a Pedrolo y sabían que cogía verdura y frutas del suelo, alimentos que otras personas rechazan al tener peladuras o picadas. Al llegar el financiero se le abrieron los ojillos como huevos, y precipitándose  sin conocer el precio ofertado por el alcalde escasos minutos antes, ofrece pagar por todas un precio tres veces superior.

El encuentro de sigilosas miradas es suficiente para saber que se encuentran con un vagabundo inteligente, sagaz y sabio. Bajo presión del párroco no ha soltado prenda. No ha dicho ni una palabra de su hallazgo y ha conseguido que personas que no conoce paguen por cuatro el precio inicial dispuesto por el alcalde, accediendo finalmente el prestamista a efectuar el mismo pago pero por sólo diez, la mitad de ellas.

Qué pronto se trasmiten fortunas y desgracias. Esa misma noche conocerá y saboreará lo que otros seres tienen. Con monedas en sus bolsillos se dirige rápido a la gran tienda. Primero elige suave manta, después compra vino tinto, buen pan, morcilla y butifarra. También compra material plástico para protegerse del frío y el agua.

Pedrolo es un indigente sin trabajo, en su niñez aprendió a leer y escribir y siempre se sintió acompañado y feliz al vivir entre naturaleza. Ella le enseñó a leer los mensajes del aire entre arboledas. Los cantares al alba y baladas del atardecer. A escuchar los mitigados ruidos bajo el silencio y la calma. A oír y sentir el trajín de seres que viven y pernoctan bajo tierra. A escuchar las mudas voces de las plantas. Al aire cerrando vientos para discernir el delicado jaleo de múltiples lenguas; vocablos verdes junto al habla de seres de diferente hábitat capaces de dialogar y entenderse.

De regreso a casa se da cuenta que es perseguido a cierta distancia y, para extraviarlos, merodea las colinas por zonas alejadas. 


La naturaleza ha enriquecido su sabiduría, le enseñó a ser prudente, a leer la mente y el corazón de animales que le sirvieron a su vez para conocer bien a los hombres, pero Pedrolo no conoce emboscadas ni triquiñuelas del mundo de asfalto, en este aspecto es igual de inocente que Kity, desprovisto de armas para luchar y vetar la codicia humana.

viernes, 24 de enero de 2014

El lenguaje de las plantas.



Flores de Domingo

Más de una década en que cada domingo, después de su paseo matinal en bicicleta regresa a casa con el periódico y un gran ramo de flores.

 

Le hablo y cuento que cuando la casa está en silencio, si perfilas bien el oído puedes oír el suave roce de sus hojas al moverse o ¿es posible que estén dialogando entre ellas? ¿Porqué su lenguaje es tan sutil? ¿Tan dañino es el ruido para los seres vivos?

 

Nos aventajan miles de años de evolución y excepto alguna excepción “la Titan Arum, flor cadáver de tamaño gigante que se la oye emitir un silbido”, el resto de vegetales guarda solemne silencio, pues el  evolucionado sentido auditivo del hombre es incapaz de percibir la colosal acústica que viste la tierra.

 

Empecé a darme cuenta de sus aleteos aéreos y advirtiendo a la familia que emiten ligeros roces audibles al oído humano si guardas absoluto silencio y prestando mucha atención, puedes oír sus popocitos; como estallidos de pompas de jabón; pop, pop, pop, pop, pop, pop.

 

Recitan por la mañana, al mediodía y a la noche, y cuando inician, es como un incitar encadenado animando a las demás. Algunas veces ese suave pop es mayor que los rutinarios y me quedo sin entender qué las llevara a aumentar  ese etéreo popocito delicado.

 

Muchos días andan dialogando no sé qué, vamos, airosas y oradoras con brevitos roces de endulzada voz” hasta que un domingo, al entrar  mi marido directo al salón con el ramo de flores, me percaté que de inmediato “más de diez plantas del salón” callaron (Como si gozaran de visibilidad, vieran talados sus tallos y tuvieran capacidad de sentir sus lamentos).

 

No entiendo cómo pueden sentir la presencia de flores. Sentí de golpe su mutismo y respeto ante la pena de un semejante. Decoramos y adulamos nuestros sentidos destruyendo naturaleza, belleza no exenta de dolor e ira…para que en horas o escasos días, su abatido trance culmine en agonía.


Nenúfar

Un día como otros tantos, mi marido con afán de no verme trabajar en la cocina trajo un arroz con varios ingredientes muy sabroso.

Es una mezcla muy parecida al arroz tres delicias pero superado con creces. Contiene trocitos de tortilla, de ternera, gambitas peladas, verduras, especias etc.… Está muy logrado porque una vez realizada la mezcla lo envuelven en una tierna hoja muy grande recién hervida conservando íntegramente su estructura y flexibilidad, lo cual el calor y vapores de los ingredientes envueltos en la hoja confieren un olor y sabor muy apetitoso.

El arroz en hoja vegetal cuadrada queda envuelto como si fuera un pequeño paquete y finalmente para que conserve el calor y sus cualidades sensoriales hasta su consumo lo vuelven en papel de aluminio agrupando las cuatro puntas de papel bien enroscado preservando de esta manera temperatura y sabor.

Siempre por comodidad tomamos el arroz en la cocina, pero una noche me encontraba viendo un documental que no estaba dispuesta a dejar de ver, así que decidimos cenar en el salón.

Durante mucho tiempo le pregunté a mi marido que tipo de hoja se trataba, pero siempre que se acercaba a por el arroz se le olvidaba preguntarlo hasta que un día, después de comer varios años el sabroso arroz me dijo al llegar a casa - no es hoja de tabaco como creías, son hojas frescas de nenúfar-.

Nunca habíamos tomado el arroz en el salón “parece un mini invernadero, hay más de diez plantas”. Preparo la mesa en descansos, sigo viendo el reportaje y finalmente  desplazo el paquete cerrado de aluminio en un gran plato  llano.

 La distancia del restaurante a casa se encuentra a más de cinco kilómetros y tiene media hora de trayecto andando y una vez en casa tardamos en consumirlo quince minutos. Total cuarenta o cincuenta minutos pasan hasta su consumo.

Esa noche estaban bastante activas, las oía como otros días, pero la originalidad es que no era su hora parlanchina y algo inusual ocurrió.

Al dejarlo en la mesa del salón con su correspondiente envoltura, las plantas de casa emitieron un sonido más audible que otras ocasiones y quedé atónita ante lo que ocurrió inmediatamente después. El acústico “POP” provocó que la envoltura de aluminio que conservaba el arroz se abriera solo, se desenroscara de golpe y expulsara vapor y, acto seguido el plato se quebró rompiéndose en varios pedazos.

No podía salir del asombro, mi marido tampoco. De alguna manera saben y ven, evidentemente perciben. Han desarrollado  técnica de comunicación entre ellas… y es más ¿Cómo podrían reconocer algo que estaba oculto por papel de aluminio?

 Se ha investigado y se sabe que pueden reconocer polen, esencias y defenderse de ataques de aves, insectos y plagas, que se transmiten información y se defienden como pueden. 

 

La hoja de nenúfar que provocara la respuesta de las plantas de casa estaba bien cubierta con papel de aluminio enroscado y sus propiedades aromáticas estaban camufladas por la mezcla de diferentes vapores, arroz y varios ingredientes.

 Y me pregunto:

 ¿Cómo es posible que tengan la propiedad de conocer y sentir la presencia y dolor de su prójimo?

 ¿Qué hace posible que el ser humano viva inmerso en estridentes ruidos durante toda su vida sin verse sujeto de manera permanente a roturas de cristales, lozas, porcelanas diarias?

 ¿Qué fuerzas físicas desencadenan que un breve y suave sonido de muy baja frecuencia “inaudible para gran mayoría de los humanos” de una o varias plantas pueda desencadenar este tipo de acontecimiento?

 

 Poderosa acústica vegetal ¿Qué misterios y propiedades ocultas?

 

 

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Hija del agua.

Hoy ojeando el periódico digital ABC.es, en el apartado “ciencia” he leído una noticia curiosa. Existen empresas que dan la posibilidad de poder elegir "tu entierro espacial por 1.475 euros”. Existe pues la opción si “deseas y puedes costear” que una vez incinerado, las cenizas puedan pasear por la estratosfera, antes que, de nuevo, el polvo se integre y forme parte de la tierra.

Pagar por nada…es como un reconocimiento póstumo ¿de qué te sirve si no lo vives? Pagar para que tus cenizas, restos de tu existencia puedan vagar unas horas o días por el espacio lo considero del todo inútil. Una vez te hayas ido ¿qué sentido tiene pagar para no vivirlo?  No creo que sea rentable sacar beneficio  a las cenizas.

Otra cuestión sería (Imposible en nuestra estrechada mente) que hubiéramos alcanzado un alto nivel de conciencia. Que nuestro avance sea tal, que se diera la oportunidad al ser humano antes del fallecimiento que pudiera elegir dónde y cómo desea irse. 

Podría entonces entenderse que uno sacara el último billete. Un viaje de ida en el que viajarás igualmente solo, con la ventaja de irte acompañado de gran paz, admirando gran belleza. Que el único pensamiento al contemplar el lugar que pisaste sea reconocer  lo insignificante que somos ante el inmenso universo que nos rodea. Reconocer y agradecer el milagro de haber formado parte de él. Reconocer y  agradecer al agua y a la tierra, verdaderos engendros de vida, que hayan sido progenitores de nuestra  existencia.


lunes, 28 de octubre de 2013

CUENTO: Nina (XI) Patave.



 
La naturaleza juega con nosotros mostrando su capacidad y fortaleza. Moviliza la genética de su más simple estructura para enseñarnos formas curiosas: perfiles humanos en montañas, verduras que semejan rostros, formas de cuerpos que se desarrollan en otros elementos. Curiosidades donde nuestra imaginación y su juego recrean extraños seres fuera de su medio.

Nina se ha acercado para ver la calamidad provocada por joko y jake. Hay tanto desastre que ahora es una huertecita  sucia y abandonada. Sentada observando la alborotada tierra fija la atención, observa y dice; qué raro, se han comido todo, no han dejado nada excepto una pequeña patata.

La coge y se da cuenta que la patatita tiene forma de ave ¡ah, ya sé porqué no la comieron, porque en la oscuridad de la noche creyeron que era un pajarito!

Junto a ella se sienta Noemí que observando las formas de la diminuta patata, simpatiza al ver su frágil volumen.  ¡Cómo se divierte la naturaleza! Es exactamente igual que un pajarito y Nina responde; esa fue su suerte, pues creyéndola ave no rumiaron ni aplastaron lindo esbozo.

Nina da pequeños soplos, la limpia de impurezas y al volatilizar la arena y reducir su peso, afloran tiernas plumitas del reducido tubérculo. Después bostezan dos agujitas con delgaditos deditos, un diminuto pico y vivaces ojillos. Nina y Noemí presencian  violento cambio, veloz y acelerada muda, tránsito instantáneo guiado por varita y mago invisible.

La pequeña ave despierta de su letargo, se encuentra amparada y segura en sus brazos. Nina va a meterlo en el bolsillo, pero al ver que se mueve, piensa en jaulita, comida y cuidados.

Desde muy temprana edad, Nina tuvo certeza que los animales y en especial las aves, tenían la facultad de leer el pensamiento de otros seres, incluyendo a humanos, y, la pequeña ave al verse encerrada en jaulita, alza el vuelo escapando de sus brazos. Nina regocijada de su ternura tarda en comprender el motivo de su vuelo, hasta que más tarde, antes de entrada la noche, desde las ventanas del comedor lo ve en el patio dando saltitos.



Nina guarda comida a escondidas y tras terminar, sale a alimentarlo. Mientras Patave come de su mano, ella le habla de sus sueños.  

domingo, 27 de octubre de 2013

Consternación.



Ambas, mi hija y yo, nos hallábamos dentro del edificio de un aeropuerto. No recuerdo si viajábamos las dos o si ella se adentró para facilitarme la carga de la única maleta que portaba.

Nos encontrábamos en las proximidades del terminal donde debía coger el avión cuando de pronto, en el extremo donde nos disponíamos a esperar surgieron gritos de terror y corridas de personas que intentando salir del edificio, tropezaban, empujaban y se golpeaban entre ellos luchando por salir del edificio los primeros.

No sabíamos que pasaba, pero enseguida los altavoces dejaron caer la voz contundente: DESALOGEN LAS SALAS, POR FAVOR, RÁPIDO, CON ORDEN DIRÍJANSE HACIA LAS PUERTAS DE SALIDA. POR FAVOR, ABANDONEN EL EQUIPAJE, SALGAN LO ANTES POSIBLE DEL EDIFICIO.

Dejamos abandonada la maleta a la vez que nuestras mentes comunicadas se decían que no tenía sentido llevarla. El caos generado impidió la aproximación a las escaleras para bajar a las puertas de salida, así que mientras los altavoces seguían avisando de un inminente atentado de bomba nos refugiamos las dos solas abrazadas en el descansillo de unas escaleras de mármol.

Debido a la ansiedad provocada por la situación, no prestábamos atención a los mensajes que transmitían los altavoces. En mi mente quedó gravado el cuatro. No sé si este número correspondía a la terminal cuatro, a cuatro horas para revisar concienzudamente el edificio por las fuerzas de seguridad, o si correspondían a salas, aviones o seres humanos afectados.

Sintiendo de forma inminente gran detonación y desastre esperamos lo peor en el descansillo de la escala. Pensé que no estábamos en buen sitio, que el mármol podría ser causa de daño físico si se viera afectado, pero ante la duda del momento exacto que iba a surgir la detonación nos quedamos esperando la deriva de nuestra existencia.

Por segundos vi deshacerse mis entrañas. Mi muerte no me importaba, lo que provocaba dolor era la presencia de ella que me abrazada sin palabras. Siempre deseosa de tenerla junto a mí y ahora cuánto dolor siento que esté a mi lado. Desearía que ignorara este momento y se hallara muy lejos. Quise entonces decirle las cosas que el corazón guarda, y, abrazada, sintiendo en tensión su frágil cuerpo me dijo, “tranquila mamá estamos juntas”.


En mi mente vi a mi marido que estaba fuera del edificio. Pensé que en este lapso de incertidumbre y miedo se habrá enterado de lo que ocurre, y lo peor, presenciará el desastre.  Sentí su sufrimiento interior como si mi piel fuera su piel y deseé que este momento no hubiera existido.

sábado, 26 de octubre de 2013

CUENTO: Nina (X) La partida del jardinero.

Nina apoltronada en el pupitre se abstrae admirando el crecimiento de árboles y ve salir tras las rejas del patio al jardinero. Lleva una maleta, camina con paso erguido mirando al frente sin girar el rostro hacia el solemne césped, velado y mimado por fuertes brazos durante su larga estancia en el templo. Nina siente que si sale llevando maleta en horario escolar, es que se va, y, en mitad de clase sin pedir permiso a la profesora, sale disparada corriendo hacia la verja.
  
El ímpetu de su pequeño espíritu y el valor de su proceder al verle partir desolado e injuriado, empujan la frecuencia de su pequeño corazón con latidos de inocencia.

La profesora paraliza el estudio para mirar incrédula su actitud y comportamiento. Nina desconoce que el alcance de su acto es objeto de quietas miradas, no solo de su aula, también del resto de hemiciclos que dan al patio, que, incrédulas al verla salir corriendo paralizaron dejando en silencio las aulas.

Expulsado por quienes consideró durante años su familia, su verdadera casa, camina con el cerebro embotado al liberar en la soledad de la noche, brotes de enmudecido llanto.

Él ve acercarse corriendo a Nina y frena sus pasos. Ella que de manera perpetua tuvo su mente ocupada de pensamientos, ideas y sueños, al verle partir, despierta bruscamente de diurno sueño, quiere hablar pero no sabe qué decir. Desea expresar algo que no puede, así que callada tras los hierros, observa angustia en sus ojos radiantes y efigie morena.

Nina que al principio recibió el apodo de Nina-mu por hablar tan poco tan poco  que la creyeron muda, es la única que acude a despedirse.
Nina-mu “el apodo del silencio, ahora quiere hablar” ¡Claro, una mente siempre ocupada de fantasía, resta espacio a las palabras!  El percibe que ella sabe de su inocencia y lee en su pequeña carita rasgos de tristeza, y como confirmando saber lo que sus ojitos quieren decir, acaricia su mejilla levantando su mirada al frente, viendo que ambos son el centro de atención de las aulas.

Le dice ¡Anda, no pasa nada, vuelve a clase! Nina, sintiéndose indispuesta como si hubiera perdido la mejor muñeca, corre llorando, y en vez de volver a clase, busca el consuelo de Jake y Joko, apacigua su dolor en compañía de las bestias.

Las monjitas la dejan tranquila, no acuden a por ella para que vaya a clase, pues de todas formas nunca atiende, así que la dejan en paz hasta que llega la hora de comer y como no acude al comedor, van a buscarla. Al darse cuenta del dolor que una niña siente, la dejan tranquila, no es sancionada por salida del aula ni  por despedirse del  jardinero.

El que no fuera castigada por despedirse de un hombre que ha sido sancionado y expulsado por dañar el honor de dos compañeras, no es bien asimilado, especialmente por las demandantes y como según ellas no era justo el trato de favor que estaba recibiendo Nina, deciden hacer algo que asegure severo castigo por parte de las monjas.

La noche siguiente de la partida del jardinero, alguien desató y dejó en libre albedrío a Joko y Jake,  y los pobres, buscando a su dueño toda la noche, paseando por zonas libres y alrededores, dejaron sembrado de boñigas  patio, jardines y entrada al convento, sin contar la escabechina en la huertecita al comer todo lo que brotara de la tierra. Solo se libró el invernadero al estar cerrado.

Nina, aun con el dolor del disgusto del día anterior, desayuna pensativa y tranquila mientras oye gritos de varias religiosas que con mal genio andan por los pasillos hacia el comedor de las niñas. Inocente de lo que pasa, es sorprendida mientras desayuna por un fuerte estirón de orejas que la levantan con fuerza de su asiento “Ayer no te dimos lección por tu insolencia” pero lo que has hecho esta noche no tiene perdón de Dios.

Nina no entiende por qué es atacada por la religiosa de esta manera cuando el día anterior no guardaron represalias. Sujeta de la oreja, sin acabar el desayuno va oyendo - ¡da igual que no vayas a clase, para lo que te sirve! - hoy vas a limpiar el estropicio que has provocado por dejar libre a tus queridas mulas.

A tan corta edad limpia las inmundicias de Joko y Jake mientras el resto de alumnas permanecen en clase. Nina supo enseguida quién había dejado libre a los mulos toda la noche y sabían, que las monjitas la creerían culpable, dándole esta vez un fuerte castigo. 

Limpiando los excrementos por las zonas comunes, llegó lo peor y no esperado cuando limpiaba la entrada del recinto. Se acercó la Hermana Directora para decirle suavemente al oído”Hemos sido tolerante contigo después del acto deshonroso al despedirte del jardinero dejando en evidencia al convento, pero lo que hiciste en venganza, ha estado muy  feo, así que sábados y domingos durante un mes irás a las cocinas a limpiar de cucos las  legumbres y hacer aquello que se te ordene”.

Nina sabe que de nada sirve decir que no es responsable del destrozo. Sabe que nada  de lo que diga será oído y mucho menos creído, así que su mente clama enfadada: No jugaré con mis  amigas ni veré “la casa de la pradera”.


Ya más tranquila, asimilando el castigo, cae en la cuenta que al menos podrá ver antes de irse a la cama el programa televisivo “Reina por un día”.  

lunes, 14 de octubre de 2013

CUENTO: Nina (IX) El silencioso llanto del jardinero.

FIN DE CURSO

Entrega de notas. Fiesta grande con la familia y gente importante que trae coches caros, visten trajes brillantes con bolso y zapatos muy tiesos y tienen mucho poder y dinero.

Desayuno chocolate caliente y madalenas con música del Maestro Rodrigo. Después obras de teatro. Más tarde comida especial, y entrada la tarde, antes que se vayan todos, Misa doble al coincidir la despedida  de curso con la Misa de despedida de la monjita mayor que ha fallecido.

Picoteo…burla, soberbia, envidias, críticas y chismorreo por traje y notas finales de algunas alumnas.


El llanto

La enchufadita, acompañada de colega y camarada lucen melena y cuerpo de mujercitas e inician su adolescencia aturdiendo al jardinero en su loción de parcelita.

Además de pequeña granja y pedacito de huerta, cuida su invernadero como buen sereno. Lleno de flores perfuma altos vientos mientras que hierbas aromáticas esencian suelos añejos que guardan recuerdos de infantas pisadas, risas y juegos. Es su Jardín de  Edén. El lugar donde habla a narcisos, margaritas, violetas que sintiendo piropos de dulce voz, danzan alborotadas entre lavanda y hierbabuena.

Allí fue sorprendido el jardinero  por dos jovencitas, que -como si fueran protagonistas de una película- actuaron como vulgares mujeres adultas.

El, que las ha visto crecer, siente por ellas calor fraternal. No entiende cómo pueden a tan corta edad intentar seducir a un hombre que puede ser su padre por edad. Le conocen muchos años, años de ver estirar cada mañana, centímetro a centímetro sus cuerpecitos, limpiando moquitos, calmando lloros de altura en enérgicos brazos, reparando juguetes para de nuevo, oír alegres grititos rodando y desfilando en bicicleta, pedal y patinetes.

Él que lleva una vida virtuosa, desconcertado, no espera pase nada semejante, lidia con entereza por primera vez en sus veinte años de trabajo un caprichoso juego de jovencitas.

Dirigiéndose como siempre lo hizo, como si fueran sus niñas, sugiere salgan de su parcela privada y ante risitas y caso omiso, el buen hombre se lo toma a guasa para no llevar el tema a situación más crítica. Recoge la ropa del suelo y se las da para que se vistan con educación y cariño como si no hubiera ocurrido nada, conduciéndolas fuera del recinto.

Las mujercitas, al no ser objeto de valoración ni ser miradas se sienten humilladas y conociendo la gravedad de sus actos, temerosas y con miedo que pueda dar parte de lo ocurrido, deciden adelantarse a posibles acontecimientos dándole una lección inolvidable, denunciando “su versión de lo ocurrido” a  las monjitas.

Antes de acudir a la  denuncia, fuerzan la caja fuerte y sacan el dinero obtenido de las ventas de chuches y artículos de la vitrina.

Mientras el jardinero, ajeno a estas maniobras, trabaja, ambas meten el dinero sustraído en una bolsa y lo esconden en un rincón del armario de su pequeña casita. Acto seguido  acuden a la Madre Superiora para dar falso testimonio, hechos no ocurridos.

Jamás en los años que el jardinero trabajara dentro de santos muros había mirado con otros ojos a las menudas que no fueran de entrañable afecto. Siempre sonriente, ayudando en todo, haciendo más allá de sus funciones sin ninguna queja, soportando con buen talante en su carpintería la jauría de animales que Nina  guarda protegiéndolos del frío y miseria. Nunca miro a ninguna de las niñas con otros ojos que no manaran especial ternura.

Se comenta que quedó solo por fallecer su familia y que para poder subsistir, vendía flores y  plantas medicinales. El párroco que conoció antaño a sus difuntos padres se apiadó de ver al chico andar solo y como el curita siempre almorzaba en exquisitos comedores de diferentes órdenes religiosas, se enteraba de los pormenores de las hermanas, supo que hacía falta alguien que reuniera cualidades para el puesto de jardinero, así que le ofreció el puesto. Trabajo que no pudo rechazar pues además de gastos de alojamiento, comida, vestido y atención sanitaria tendría salario. El avispado párroco con su ayuda cubrió  más allá de sus necesidades, introduciéndolo  a perpetuidad en el seno de una gran familia, para que jamás volviera a estar solo.

Desde que entrara a trabajar como jardinero a la edad de  quince años, para él, todo ser que residiera dentro del recinto religioso formaba parte de su vida, eran su familia y siempre se sintió responsable de la protección y cuidados de niños rodeados de privaciones y fraternales ausencias.

El jardinero es llamado urgentemente por  la Directora del colegio. Cuando acude es rodeado de monjitas, abrazando a ambas delatoras, ayudándolas a soportar semejante bajeza. El, falto de palabras, herido como  inocente ciervo atravesado por envenenadas flechas, calla, no le sale la voz, es incapaz de defenderse ante tanta crueldad y mentira. Permanece en pié sin poder respirar por el dolor que siente, mientras las ve llorar y como víctimas de acoso son mimadas y apaciguadas; avisan con urgencia al Doctor para que inspeccione el daño  que pudieron sufrir en manos del jardinero.

El nudo que brota en su garganta se aferra por todo su cuerpo y apenas puede  mantenerse en pié. Es  una pesadilla cruel. Herido por pequeñas que vio jugar y crecer, incrédulo de estar viviendo algo semejante, le faltan palabras, con lágrimas enmudece, siente rasgada su alma al ser atacada por pequeñas serpientes.

El convento al completo toma como única verdad las palabras de las jovencitas y ante el silencio que el hombre guarda, dan por cierta la versión de las niñas.

Desorientado, soporta la calumnia y anda ajusticiado como espíritu brotado de su cripta. Miradas acusatorias de quien quiere, los que creyó durante años ser su familia, ahora escupen insultos; sinvergüenza, malnacido, desagradecido, malvado, criminal… Abatido calla, su imagen coagulada vaga sin aliento.  

Lo culpan y entregan al sacrificio sin misericordia, defensa ni juicio. Culpable por omitir palabras, verdades silenciadas, voces mudas, incapaces de hablar y comprender el malvado acto realizado por jóvenes mocitas.

Nina percibe con seguridad que el jardinero es víctima de un acto de venganza y no tiene la menor duda de su inocencia.

Cada vez que se cruza con el par de rapiñas, Nina siente un doblón de tripas. Las acorrala y ve en sus ojos culpabilidad y malicia. Al cruzarse arrastra de sus órbitas lo que guardan y ocultan, y, cara a cara, sin que puedan negarse al enfrentamiento de miradas, deja hablar a sus ojos acusándolas del grave delito. Ambas intuyen que sabe la verdad de lo ocurrido, pues durante los años de colegio  jamás se comportó igual con nadie ni tuvo enfrentamientos. Ahora se enfrenta, las espeta sin miedo a represalias.

Tras el suceso, nadie habla abiertamente del tema, pero hay continuos siseos, miradas acusatorias hacia la imagen de su persona.  El jardinero pálido, como si padeciera grave enfermad,  anda con un dolor tan intenso que parece Cristo izando la lápida de su tumba hacia el sepulcro del cementerio.


sábado, 21 de septiembre de 2013

Senso, un gato especial. A special cat.



Faltaba días para que entrara diciembre. Recuerdo buscar vivienda de forma precipitada y ante la necesidad imperiosa de sentirme en plena naturaleza, “despertar al amanecer sintiendo vientos corales de diminutas gargantas, mañaneras flautitas arropadas de pluma-espuma trinando entumecidos gozos y rimadas. 
Todo ello fue suplido por la holgura de una terraza de 40 metros cuadrados en ruidosa ciudad, donde el canto de aves es audible cercano a parques, o bien, puedes oír el canto enjaulado “reos cuyo delito son belleza y canto” gorjeando baladas, clamando libertad en cripta sepultada por el oído humano.

Allí, poco tiempo después vino a querernos Senso.

Aprovechando las escasas lluvias salí una tarde torrencial y lluviosa a realizar gestiones, entre ellas, llamadas de teléfono. Cuando colgué el auricular, la niña no se encontraba dentro del vehículo, y, haciendo barrido ocular la vi bajo la lluvia acariciando un pequeño gatito que se hallaba  herido y abandonado bajo el viejo portal de una casa de campo.

Cerca de él, había pienso y agua que habían dejado los vecinos del lugar para que no pasara hambre. El gatito muy sucio, tenía a su alrededor surcos al realizar sus necesidades varios días. Delgado, muy débil y cojeando intentó caminar arrastrando su patita izquierda trasera.

“Por favor mamá, te lo pido por favor, te lo suplico, déjame llevarme al gatito a casa. No deseo otro regalo de Navidad, parece bueno, tiene unos ojos bellos y con el frío y la lluvia morirá. Por favor, es lo único que te pido como regalo de Reyes Magos”. Y ante tal razonamiento y súplica no pude negarme, así que esa misma tarde Senso entró a formar parte de la familia.

Herido, cojeando y lleno de inmundicias se dejó envolver en su chaqueta vaquera. Mojado, desnutrido y sucio, sin conocer el alcance de los males que padecía, pasó su primera noche Senso con nosotros, y permanecería a nuestro lado por mucho tiempo.

Cuando llegó la primera vez a casa no teníamos neceser para realizar sus necesidades, así que en una palancana grande arrojamos trocitos de periódico y nos hizo gracia que esperase educadamente a que termináramos su zona privada porque al terminar de romper los papeles vino directamente cojeando a su plastificada letrina a realizar sus necesidades. Nos hizo reír, ¡oye, cojito listo y limpio!.

La primera vez que entró a la casa, se comportó como si conociera cada rincón, como si se hubiera perdido y volviera a su casa de nuevo.

Ser uno más en la familia implica llevarlo al veterinario, cuidarlo, alimentarlo, con dudas de si resistiría o moriría antes, pero por suerte, una vez en el veterinario, pudimos quedar tranquilas. No había fractura, sí contusión y hematoma, así que solo era cuestión de cuidados y esperar para verlo caminar.

El veterinario se sorprendió que se dejara hacer todo, pues no se quejó, no maulló ni sacó las uñas. ¡Parece que venga de la guerra! Fue su primer comentario. Un segundo comentario; que noble es y, sus ojos son especiales…creo que a esta raza la llaman ¡Muñeco de trapo! como los muñecos de trapo, nunca muestran agresividad.

Acto seguido se dejó hacer, vacunar, tratar la sarna de los oídos, revisar órganos, desparasitarlo  sin hacer la menor resistencia ni emitir maullido; desde luego, el veterinario tenía razón.
  
La niña se apiadó de Senso, gatito trapero porque sus ojos manaban bondad. Su mirada transmitía paz.

Senso era muy tranquilo y cariñoso, el primer día, su nobleza conquistó el corazón de todos los de casa. Pronto se recuperó y fue mostrando con el paso del tiempo que su infinita bondad rodeaba su cuerpo de gran ternura, añadiendo un halo místico a un minino precioso y galante.

Sus ojos eran diferentes a los de cualquier gato. Habíamos tenido varios en casa, pero Senso guardaba en sus ojos algo mágico.

Su tamaño corpulento frenaba, pero cuando su mirada tropezaba con la mirada del que lo viera, atraía de tal manera que el temor inicial se convertía rápidamente en querer coger y acariciar ocho kilos de ternura.

Senso se recuperó de su cojera y estuvo con nosotros alrededor de quince años. Cuando alguien llegaba a casa le llamaba la atención. Todos apreciaban su especial nobleza y tranquilidad, su ojos hacía pensar a quien lo viera. Recuerdo sentir un sentimiento especial que no tuve antes con ningún animal.

Ya mayor, cuando habían pasado años, Senso empezó a enfermar. Su actitud no cambió con el sufrimiento, se comportó igual de amoroso pese al dolor, no se le oía maullar, permanecía cercano a nuestras faldas, siempre al lado de su niña y ama.

Empezó con fracaso renal, apenas orinaba, no comía…así que una noche, cuando la niña llegó del trabajo lo llevamos al veterinario de urgencias. Al realizarle pruebas radiológicas visualizó que le quedaban días o quizás un mes de vida. Que Senso no se quejara no quería decir que no sufriera, aunque no mostrara dolor.

Recuerdo que el veterinario advirtió que si decidíamos llevárnoslo a casa debíamos firmar un documento de conocimiento de su gravedad. No tenía sentido mantenerlo con vida en un estado irreversible y terminal, así que optamos por el acto más noble que pueda expresar una sociedad avanzada,  evitar el sufrimiento ante una muerte irremediable y dejarle partir con el acto humano más generoso, evitando sufrimiento y dolor. Un acto de amor y compasión, por doloroso que resulte. El veterinario nos dejó estar junto a él mientras le ponía la inyectable. Mientras Senso se apagaba recibía nuestras caricias, pudimos estar a su lado durante un tiempo después que su corazón dejara de latir.

Esa misma noche, despierta, recién acostada y pensando en lo ocurrido, sucedió algo inusual.

Recordando que allí habíamos dejado su dulce esbozo felino, algo extraño ocurrió.  De pronto me sentí dentro del cuerpo de Senso, y pude constatar, sentir que su cerebro se hallaba tranquilo, en calma, sin vida. Después volví, como si mi espíritu hubiera salido a dar una vuelta para cerciorarse que no sufría, tuve la certeza de que realmente su cuerpecito descansaba.

Una experiencia parecida me ocurrió hace años con un ser humano desaparecido, alguien con la que no había habido previamente ningún lazo o nexo de unión. Recuerdo que fui atraída, llevada. En aquella ocasión sentí terror por lo que presencié. Me vi presente en un escenario desagradable, sin haberlo mediado ni deseado.

Estas cosas tan raras que suceden en la mente sin que hayas dado permiso ni hayas pretendido nada semejante las archivas, porque quien no las haya sufrido, además de no creerte, puede hacer juicios precipitados por confiar y exponer ese tipo de experiencias. Así que esta y otras cosas similares difíciles de explicar y mucho más comprender, las fui arrinconando en el viejo baúl de la mente. Simplemente ocurren, no puedes evitarlas, surgen sin más, sin buscarlas.

Un día hablándole a mi marido de estas raras experiencias, me sorprendió como tantas veces, “hombre de bien, culto, que no se asusta de nada y sabe de todo”. Esperaba ante tal relato recibir cualquier gesto que definiese el pensamiento…posible en estas circunstancias; pero él tranquilamente, comprensivo y pensativo sigue hablando conmigo como si fuera el  tema “más común entre mortales”.
  
Responde; tranquila, lo que experimentaste tiene nombre, tema estudiado hace miles de años, llamado  Metempsícosis. Me aconseja leer el significado y realizar búsquedas por Internet. La metempsícosis fue conocida y analizada hace miles de años por filósofos de diferentes culturas.

La Metempsicosis es una palabra derivada del griego metempsychosis y hace referencia a la transmigración del alma de un cuerpo a otro cuerpo “humano u animal”. La creencia en la metempsicosis se remonta a la antigua tradición religiosa de la India y es entendido como la recompensa que se alcanza por el comportamiento en la vida precedente (del humano que sufre la experiencia con la del fallecido). Hay vestigios en los libros de Upanishad.

Los griegos hablaban de estas experiencias hace 2500 años; nos dejaron libros como  Fedro de Platón. El libro tibetano de la vida y la muerte que tiene más de 2500 años. Lao Tse hace también referencia a la Metempsícosis y se remonta a más de 2000 años.

Así que parece ser que lo que he sufrido en alguna ocasión, se ha dado en otras personas, hasta el punto de llevarlo a análisis y estudio por Filósofos  ilustres como Platón, Lao Tse, etc.

La expresión en el lenguaje de filósofos de hace más de 2000 años es diferente a como se expresa hoy el hombre actual, aunque el vocabulario pueda ser entendible.

No obstante,  me inicio poco a poco para comprender el significado de  tales experiencias. Adquirí el libro de Raymond Moody, Doctor en Filosofía, Psiquiatra y forense que fue pionero alrededor de los años 1950 del primer estudio empírico de cientos de casos de experiencias cercanas a la muerte. (ECM). El estudio se inició en el hospital estatal de máxima seguridad de Georgia donde el Dr. Moody trabajaba. Trata de los fenómenos psíquicos que acontecen en los momentos próximos al desenlace, recogidos y publicados en su libro “Vida después de la vida”.

También me ha interesado el libro “Más allá de la vida” del autor David Santinella y “Magos y Místicos del Tíbet” de Alexandra David-Néel  entre otros.