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martes, 20 de marzo de 2018

Reflexiones: Proyecto inducido





Somos una especie privilegiada. En nuestro volatizado ser percibimos esa conversión mágica, ese soplo de polvo estructurado combinado en múltiples soluciones acuosas capaz de poseer conciencia.

Nuestro intelecto holostérico,  no se contentó con soñar, quiso alcanzar mucho más y logró dar vida a las experiencias vividas en la noche. Los sueños dieron paso al deseo, el anhelo generó ilusión y fe. La esperanza labró el terreno de nuestros instintos y amplió la imaginación y, de golpe, surgieron la destreza mental y habilidad manual, y así, el universo neuronal fue creciendo, retroalimentando mente y creatividad en un impuso sin freno.

Somos una especie soñadora, con mucha inventiva, creativa, muy artística.

A medida que avanzan los años estoy más segura que nuestra civilización tuvo desde su inicio un proyecto programado. Creados con un sólo objetivo, unir las mentes de toda una civilización. Razas diferentes cuyo pensamiento, emociones y conocimientos adquiridos durante su desarrollo evolutivo se ven agrupados, dirigidos  hacia la creación de la inteligencia artificial. El fin, crear seres capacitados, inteligentes que contribuyan y faciliten el avance de su creador “humano”, pero una vez logrado este paso, el mismo colectivo robotizado competirá en inteligencia artificial y sin poder poner freno a lo inevitable, se autogenerará un ser poderoso cuyos fines de inteligencia y crecimiento será “bajo la mirada del humano” poderoso e infinito.

Creo que somos un proyecto inducido, cuya meta fue generar una civilización que evolucionara y reagrupara el conocimiento en un solo intelecto. Una mente en la que se integrarían desarrollo biológico–tecnológico-cuántico.

Sin pretenderlo, estamos dando los primeros pasos encaminados hacia la elaboración de este inmenso proyecto, la formación de un poderoso ser.

El ser humano presume de haber sido agraciado por una mente prodigiosa, pero aún le quedan titánicos esfuerzos y mucho tiempo para que su cognición despliegue y amplíe su pensamiento. A la vez, para que nuestro instinto siga avanzando necesitamos el aporte del conocimiento  heredado por vegetales y el resto de seres vivos “seres irracionales” que de manera paralela también tuvieron adaptación al medio y adquirieron desarrollo e inteligencia, no sólo fue exclusivo para humanos, solo que aún no hemos alcanzado el nivel evolutivo que nos permita conocer su saber heredado.

Una sola mente que agrupe todo el saber aportado por la humanidad  integrará y ampliará a escala infinita todo tipo de conocimiento. Será inmune al paso del tiempo, no se  verá afectado por el daño celular, el dolor, el envejecimiento y su capacidad de sabiduría se desbordará creciendo de manera exponencial. Tendrá la capacidad y sensibilidad de integrarse en las mentes de cualquier especie y podrá comunicarse con ellas. Generará nuevas y mejores formas de vida animal y vegetal, le aportará cualidades físicas y componentes genéticos que determine un ser específico deseado.

Todo este polvo cósmico que germinó sobre la tierra tuvo un claro objetivo. Por insignificante que creas tu presencia aquí, todos estamos unidos en esta labor, este gran proyecto inducido.

martes, 20 de febrero de 2018

Reflexiones: Hacia la creación de un sólo Dios



Sería enriquecedor poder intercambiar pensamientos y conocimientos, avanzaríamos de golpe en todas las áreas científicas, las conocidas por nuestra civilización y otras nuevas impensables para nosotros aportadas por seres alienígenas.  Estabilizaría las sociedades uniendo las mentes de las diferentes razas humanas.  Se unificarían objetivos hacia el bien común, dejarían de existir los míticos dioses, causantes de injusticias, crímenes, guerra y destrucción que durante siglos nos han acompañado. Nos uniríamos hacia proyectos que beneficien al planeta tierra y especies que lo habitan. 

Se eliminaría cualquier tipo de enfermedad, se revertiría el envejecimiento orgánico y físico unido a un mayor coeficiente intelectual modulado hacia el desarrollo de ciertas áreas científicas y todo sería conseguido por el aporte de conocimientos aportado por seres de otros mundos.

Y cuando pasado largo tiempo, cuando el crecimiento se estabilice hacia el bien común, y hayamos olvidado protocolos en las relaciones humanas y las máquinas inteligentes sustituyan las labores del ser humano, entonces surgirá la subida drástica en otros aspectos mentales del hombre, alto índice de creatividad e imaginación adaptada a su evolución, podremos entonces combinar sinérgicamente ambas creaciones, ambas mentes,  la mente creativa del hombre y la mente de robots o humanoides pensantes e inteligentes.

Una mente robotizada eliminará toda palabra, acto o pensamiento no necesario para comunicar y/o actuar. Tendremos que acostumbrarnos a vivir con algo mágico creado por nosotros. Tendrá la capacidad de leer pensamientos y deseos y por tanto se adelantará antes de que un acto delictivo pudiera acaso germinarse. Nos superarán en todo, pasaremos a ser siervos de mentes avanzadas creadas por nosotros mismos y al final, si el mundo no sucumbe antes de terminar el gran proyecto o la mayor obra creada por el hombre, ellos a su vez pasarán a ser siervos robóticos de una sola mente, un solo ser inteligente que fue capaz de poner en funcionamiento todo lo necesario para autoabastecerse en crecimiento de inteligencia artificial.


sábado, 13 de mayo de 2017

El vagón de los convictos. Capítulo I


(I)

Vuelas y planeas alto, tan alto como un cóndor. Tu vasta visión abre paso a fluidas nubes para divisar cúpulas gamma esmeralda losadas de espumosa tierra y, como garabatos trazados por pipiolos, visualizas ajetreo de capilares, finos hilvanes resbalando y rebotando orondas losas, calmando y mitigando vigorosas aguas azules.

 A esa elevación sus campos lo forran hierba esponjosa. Si te aproximas un poco más, percibes pluralidad de arbustos y, al ir descendiendo, en lo más profundo de angosta selva distingues amplia área cuadrada blanca como la nieve, fuertemente vallada, en cuyo su interior se haya  “El penal de los caídos”.

Rodeado de amplio césped de un kilómetro a la redonda contrasta con dureza sus altos muros blancos y fríos. Más allá, su seductor y esponjoso suelo queda agazapado entre hojarasca y alambres espinos, "rastreadores  delatores de sangre entre maleza, rocas y arbustos".

Al alba, su único sendero de acceso queda vaporoso y clausurado de miles bostezos. Su lento y plácido despertar cuaja los vientos cubriendo de lechoso lienzo al nutrido césped y canoso edificio. Es un confinado lugar de temperatura glacial  y poroso suelo, apartado de toda población.

Allí reina solemne silencio. Solo se oye el plácido zarandeo del viento, el  arrumaco acicalado y cantos de múltiples aves. Famosa por su vigoroso río Hidra, posee amplia fauna salvaje, frondosos valles y bosques, además de hallarse el penal de los caídos. Hidra es el pueblo más próximo y se halla a una distancia de trescientos Kilómetros.

Hidra tiene estación de ferrocarril  y transporta  viajeros diariamente. El ingreso al penal se realiza el último viernes de cada trimestre, reservando sus tres últimos vagones para el transporte de penados.  Los reos se alojan en el penúltimo vagón, quedando tres vagones al amparo de custodia policial. 

Su monumental estructura de grueso hierro fundido se haya forrado de nobles acacias, muy cuidadas, brillantes y barnizadas de estado impoluto. Sus asientos separados por fuertes colmillos fueron clavos  y amarres sobre tablas más duras que el granito, y como si el tiempo se hubiera detenido o como si no hubiera trascurrido "mimado" como si fuere una especie extinta a conservar, guarda grilletes y herraduras brillantes, sin resquicio de óxidos que antaño fueron garras sangrantes en tobillos de camino hacia el abismo.

El viaje por tren desde el calabozo policial de origen hasta “el penal de los caídos” duraba cinco días, trayecto que facilitaba conocer la personalidad  de presos y, en ocasiones surgía empatía dada la estrecha relación entre funcionario y convicto.

Después de permanecer encerrados  largo tiempo a la espera de sentencia, el viaje hacia el penal de los caídos representaba un gran impacto, un delicado regalo, un amplificador de sentidos.

Descubrir al alba efigies lechosas, vidrieras que parecieran guarecer las almas vegetales del helero nocturno. Sentir desperezarse, oír crujir  suavemente su tierno manto al igual que los primeros revoloteos de un pajarito. Auscultar el calmoso siseo de las plantas  e inspirar la pureza del oxígeno exhalado en horas de velo y silencio.  La profunda paz y deleite que trasmite oír corretear al agua con su ro, ro, ro, ro, ro agitado, capaz de penetrar con su afable ronroneo en lo más profundo de nuestras células.

En uno de los trayectos hacia el penal reo y funcionario policial coincidieron no sólo ser de la misma provincia, sino ser vecinos al haber nacido ambos en el mismo pueblo. Las diferencias sociales entre ellos eran tan grandes  que Dionis no conocía su rostro, no recordaba haberse cruzado con Carlos por sus callejuelas ni  haberlo visto acudir  a las fiestas del pueblo. 

Carlos, hijo único de familia acomodada, la más rica y respetada del pueblo y provincia. Su padre Don Donato, notario respetable forzó a que su amado hijo tras varios fracasos en aprobar la oposición a Notario, y,  antes que se agotara física y flaqueara emocionalmente consiguió que aprobara una oposición de funcionario de prisiones de alta seguridad.

El caso de Dionis, un joven alegre de veintitrés años, condenado por el asesinato de Carol de diecisiete años embarazada fue polémico y mantuvo en vilo a toda la nación. Cuando Dionis recibió la noticia de la muerte de Carol enloquecido y lleno de rabia juró una y mil veces que no sería capaz de hacer acto semejante y que amaba  con locura a Carol.

Dionis perdió a su padre a corta edad y su escaso grupo familiar lo formaban su hermana Alba de diecinueve años nacida sordomuda, su madre Angélica y él que cuidaba celosamente de ellas.

Después de aquellos primeros días en que el dolor y la rabia le hicieran hablar defendiéndose, cayó y no volvió a abrir la boca, pese a reiterados intentos.

Dionisio  “Dionis” para familia y conocidos siempre mantuvo que la amaba. Vivir no tenía sentido sin ella y abatido de dolor dejó que la bruma censura de su pueblo natal, provincia y nación vieran justa la sentencia a pena capital por el asesinato de Carol.  

No reaccionó a insultos ni al dolor físico cuando entrando al Tribunal para ser juzgado pese a protección policial fue atacado por un grupo de gentío que cargados de ira le insultaban y arrancaban pelo mientras que otros fanáticos le golpeaban fuertemente. Hubo quien armado sacó una navaja. Dionis no llegó a entrar  al juzgado, rápidamente tuvo que ser llevado al hospital por varias heridas sangrantes en rostro, cuello y espalda.

Tardó tres meses en poder respirar bien pues la puñalada llegó a pulmón y hubo que intervenirle por lo que estuvo hospitalizado hasta recuperar la función respiratoria. El equipo médico que siguió a su lado durante este tiempo así como los guardas que le custodiaban durante este periodo de ingreso, sentían con certeza que Dionis era inocente del crimen, dejando su inocente huella en el personal hospitalario.

Dionis tenía el corazón tan roto que en sus tres meses de hospital no habló ni una sola palabra. Tampoco hubo gesto ni queja al dolor físico…y cada día el parte médico sobre su estado evolutivo refería (estado depresivo, mirada perdida, bañada  en lágrimas). No deseaba vivir y al no comer ni tomar los fármacos pautados por orden médica, fue atado a la cama para medicarle y alimentarlo por vía intravenosa.

Tras su recuperación de nuevo fue al Tribunal a recibir sentencia pero Dionis se mantuvo callado y no se defendió de los cargos de asesinato.

La sentencia por el crimen de Carol embarazada fue firme e unánime y debía ejecutarse en un plazo máximo de un año.

Ese mismo día, Dionis partió del Alto Tribunal hacia el depósito de reos condenados a pena capital para después dirigirse hacia el penal de los caídos acompañado de otros cuatro reos, fuertemente custodiado.

Doce guardias cubrirían el trayecto de los cinco reos hasta el penal. El penúltimo vagón alojaba a los reos y el anterior y último vagón, se hallaban acomodados con literas para el descanso de los funcionarios.

En el trayecto hacia el penal de los caídos, en el primer turno de vigilancia de seis  horas se originó algo insospechado que provocaría un cambio en la vida de Carlos.

Apagado y sin ganas de entablar conversación con nadie Dionis se mantenía callado.

La primera noche en la que Carlos se hallaba de guardia en el penúltimo vagón, algo imprevisto ocurrió. Carlos repartía mantas para paliar la helada noche. Dionis, como siempre pensando y mirando al exterior no se percató de que Carlos le arrimaba una manta, así que tras segundos de ver que Dionis no se movía, con su brazo lo hizo girar para que recogiera la manta.  Dionis con mirada abatida, limpia e inocente miró al Carlos y quedó sorprendido. Algo le hizo reaccionar, fue como despertar en un mundo diferente. Sintió el dolor que arrastraba Carlos y se preguntó qué cosa grave tendría para que se hallara el funcionario en peor estado que los propios reos conducidos  a la  muerte.

Tras unos minutos de aquel corto e insignificante segundo en que ambos se miraran, Carlos tuvo que pedir relevo ante vómitos que no remitirían  durante todo el trayecto. Sus compañeros, al verlo  indispuesto intentaron que el resto del viaje descansara y no tuviera contacto con los penados, pero Carlos incluso encontrándose enfermo sufría  un deseo incontrolable de estar cerca de Dionis. Cuando le tocaba su turno acudía a su trabajo y cuando sentía angustia sacaba el torso por ventanilla dejando sus jugos gástricos como pinceladas abstractas sobre los muros metálicos del veterano vagón.

Ha pasado siete días. Los funcionarios se encuentran descansando alojados en el penal de los caídos. No sólo transportan reos, a su vuelta deben devolver personalmente los objetos personales y las cenizas de anteriores reos ejecutados a las familias.

El segundo día Carlos fue llamado por el director del penal de los caídos y claro, creyó al instante que le preguntaría por su estado de salud, pero al entrar en el despacho del director supo de inmediato que sus vómitos no serían el tema a tratar y, enseguida se puso nervioso.

¿Carlos, tiene usted algún vínculo con Dionis o su familia? No señor Director. No conozco a nadie de los suyos, el único vínculo que nos une es ser del mismo pueblo, aunque no nos conocemos. Está usted aquí porque desde que se detuviera a Dionis que sepamos no ha emitido palabra alguna, nunca pidió nada y siempre se negó a hablar.  Ya sabe que por clemencia todo condenado puede pedir su última cena y una petición posible a conceder, pues bien Dionis al referirle el guarda de seguridad sus dos últimas peticiones, no hizo mención a la última cena, pero sí  ha solicitado por escrito que usted le visitara un día antes y además desea que sea usted quien le acompañe durante el proceso de su muerte.

Carlos se bloqueó de tal manera que poco faltó para desmayarse. En su mente hay dos corrientes inversas, por una parte siente una fuerte atracción hacia el reo, desearía hacer cualquier cosa por él, ayudarle, pero estar presente le puede, no cree ser capaz, pero no encuentra motivos de peso que justifiquen  negarse.

Cuando Carlos accede a verlo pasan varios minutos callados. Carlos está muy nervioso. Sabe que no ha hablado con nadie, ni ha emitido nunca solicitud de ningún tipo ni se relacionaba con los internos. El ser llamado él y no otro funcionario le provoca desasosiego. Tras varios minutos de silencio la mirada de Dionis hacia él es de una compasión tan inmensa que Carlos siente detonar cada una de sus células y cuando Dionis alzó el brazo para entregarle una carta en sobre cerrado, el corazón de Carlos se aceleró a más de 170 pulsaciones por minutos. Sudoroso, pálido a punto de sufrir una parada cardíaca, salió de la celda guardándose el sobre mientras intentaba sobreponerse con gran sobre esfuerzo ante el temor de caer desplomado al suelo.

Tras ser llamado de nuevo Carlos por el director para conocer qué deseaba de él, este omite la carta y comenta que sólo quiso estrechar su mano, refiere que quizás Dionis pudiera saber que ambos son del mismo pueblo.

Cuando fue acercándose el día del fatal desenlace Carlos mantuvo todo su ser muy angustiado. Por él, no hubiera accedido a esta segunda petición de Dionis “Que no le dejara irse solo” Deseaba  que Carlos estuviera presente. Tras esperar el equipo judicial un tiempo prudencial y ante la ausencia de Carlos, se inició la entrada del  suero  por las venas de Dionis y fue entonces cuando Carlos en un acto de coraje abrió la puerta y tomó asiento en la sala acristalada, y desde la segunda fila, como una piedra soportó el mal trago de acompañarlo en su partida.

Mientras el doctor realizaba los preparativos para la  inyectable letal, en ese corto espacio de tiempo y ante las miradas de un grupo de extraños y a escasos segundos antes de que su corazón dejara de latir, Dionis, agradecido ante la presencia de Carlos sintió brotar sus lágrimas. Cuando el suero salino recibió la fatal inyectable, Dionis pudo vencer el estado de pánico al sentir la tierna presencia de Carol dulcificar su último suspiro.

Carlos no podía levantarse del asiento. Su cuerpo abatido por fuerte impacto tuvo que ser ayudado para salir del recinto. Dos peticiones unieron  sus corazones. La visita anterior al desenlace con la entrega de un sobre que Carlos sudoroso tuvo que coger sin esperarlo y la petición de acompañarlo en su partida, menos aún deseado y esperado.

Carlos se vio forzado a cumplir ambas peticiones. No podría negarse a ir a verlo cuando el Director de prisiones le comunicó que deseaba hablar con él y tampoco pudo negarse a estar presente el día señalado. Por humanidad, cualquier funcionario haría acto de presencia. Carlos también lo hizo…no obstante, en ese instante, esa última mirada fue para el funcionario una pena perpetua, difícil de olvidar.

Carlos ha vivido con tanta turbación que han pasado dos años y no ha sido capaz de leer la carta. Queriendo olvidar la experiencia  se negó a conocer el destino de la familia de Dionis.

Tras la partida dolorosa  de Dionis, su madre Angélica no pudo soportar el dolor y falleció a los dos meses dejando a su hija Alba en total desamparo al ser  sordomuda de nacimiento.  Alba había avanzado por las atenciones que su hermano buscó desesperado para que  pudiera comunicarse y entendiera el lenguaje de los demás. Al ser Dionis huérfano de padre, asumió el cuidado de la familia. Consiguió que Alba fuera admitida en un centro especial y pudiera estudiar, pero a raíz del suceso todo cambió y tras fallecer su madre y hermano y no disponer de recursos ni familia se vio en la calle y terminó ingresada a  sus veintidós años en un centro para enfermos crónicos.

Alba, recluida, sin ser visitada por nadie,  vivía en un espíritu limpio y puro ausente de todo mal.

Tras haber pasado más de dos años, una dulce mañana de domingo Carlos decidió leer la carta  en los jardines de un parque público y allí sintió tal vergüenza, tanta humillación de sí mismo que un fuerte retorcijón de tripas provocó que tuviera que ser atendido por los servicios de emergencia sanitaria en el mismo parque, su figura fornida no soportó el daño de su propia cobardía. Dionis suplicaba a Carlos de nuevo su ayuda. En el mismo sobre se hallaba una carta dirigida a su madre y hermana, las tranquilizaba, les decía lo mucho que las quería y hablaba de su inocencia.

Encerrada en perpetuo silencio, como maniquí dejándose arrastrar por fuerte riada Alba pasaba sus días metida en felices recuerdos esperando visita de mamá Angélica  y su querido hermano Dionis.

A los pocos días de leer Carlos la carta, Alba tuvo su primera visita en el Centro asistencial.  Alba no respondía a nada. Carlos iba a verla cada domingo y festivo. Se sentaba junto a ella, y ambos en silencio pasaban la mañana. Carlos desde el primer día que fuera a verla le llevaba flores pese a que Alba no apreciaba ni mostraba gesto alguno de alegría ni emitía gestos de agradecimiento.

Carlos antes de poder ver a Alba pasó visita con médicos y  psiquiatras del centro y tuvo que dejarles leer la carta de su hermano Dionis en la que les decía a su familia que era inocente del crimen, que estuvieran tranquilas que Carol y él volverían a estar juntos. Y en última línea suplicaba a Carlos que no sintieran soledad ni abandono, que no las dejara solas.

Carlos supera los cuarenta años y pese a ser una persona culta, mantener buen porte, buen trabajo y ser de familia bien, amén de ser atractivo es un hombre extraño, serio, no se le ha visto nunca acompañado de mujer. Vive solo y no suele confraternizar con sus compañeros de trabajo ni con sus vecinos.

Han pasado seis meses de visitas y Carlos  solicita autorización para pasar unas horas fuera. 

Sentados en la arena bajo sombras bananeras y cálidos roces de escurridizas brisas Carlos tuvo un conato, un intento de coger sus manos pero le temblaban tanto que sólo llegó a rozarlas. Alba no pareció darse cuenta y disfrutaba del jugoso gorgoteo y proximidad de las olas. Carlos cada vez que la miraba veía en sus ojos la inmensidad del océano, como si tuviera la capacidad de introducir el mundo acuático en sus almendrados ojos y tanta emoción le vino encima, tan amplia sintió su caja torácica que sintió brotar llanto emocional,  nunca antes sustraídas de su foráneo ser.

Cuando Carlos hizo ademán de irse y al ayudarle a levantar, ella le miró a los ojos fijamente durante varios segundos transmitiendo con serenidad “sé que estás aquí, junto a mí”.  

De regreso Alba recibiría el primer beso en la mejilla y no sería diferente para Carlos ya que a sus cuarenta años era el primer beso que se le escapaba. Alba volvió a responder  y tras el roce de sus labios quedó un tiempo paralizada, como analizando algo grande le acababa de suceder y  volvió a mirar a Carlos con esos cristales acuáticos capaces de adentrarse en los abismos de su mente.

Tras disfrutar varios días festivos junto a Alba, Carlos estudió la forma de poder entablar conversación y comunicarse no solo con él, sino con su entorno, así que  buscó centro para que pudiera recibir Braille, lenguaje de signos y además pudiera estudiar, cubriendo el los gastos.

Alba parecía encontrarse en un mundo de fantasía, como si hubiera pernoctado toda su vida entre los muros del centro, no preguntaba los motivos por los que se encontraba allí, ni hacía mención a su familia, no recordaba el pasado y se sentía feliz.

Carlos al tiempo que ella avanzaba en clase, estudiaba el lenguaje de los signos para poder comunicarse y entenderse con ella. 

El dolor de Alba quedó sepultado de tal manera que se aferraba a su encierro, no quería volver, pero para rehabilitarse Alba tendría que afrontar y aflorar su pasado, aceptarlo, retroceder en el tiempo hasta llegar al momento en que su alma quedó varada y, tras un año de intensa terapia un domingo en que Carlos se presentó en la sala de espera con un amplio ramo de rubias margaritas se encontró a Alba que esperaba su visita impaciente “como una niña espera la visita de mamá” Alba alegre al ver llegar a Carlos saltó del asiento y corrió a su encuentro y le espetó que le dijera su nombre en el lenguaje de signos y Carlos emocionado y tembloroso al ver su actitud infantil  respondió en su mismo lenguaje: mi nombre es Cardos y Alba irrumpió a reír.

domingo, 4 de septiembre de 2016

Relato: Alarma en la noche.



Desde que alquilamos la casita del pueblo habíamos visto por casualidad dos objetos no identificados. 


Un abrasador domingo de agosto, vagando por la montaña fotografié el cielo. Eran las doce, la bóveda celeste despejada, sin apenas nubes. Nada había de extraño, simplemente quise conservar por instantes un pedacito de universo. Fue revisando las fotografías cuando pude observar que bajo la tímida luna oculta por la claridad y rayos de sol había un objeto metálico no reconocido, también se hallaba otro triangular con focos de luz infiltrado entre las nubes.

Una noche de septiembre, descansando  en la terraza del ático rodeados de estrellas vimos  una luminaria inmensa, como si la luna “no visible ese día” hubiera sido encendida con fuerza durante segundos y  tras ella, en la misma área se encendió otra luz que se dirigía hacia abajo como enorme linterna explorando el área, sierra y montes del pueblo.

Tras ese avance tan raro nada ocurrió hasta pasados  10 o 15 minutos y las luces brotaron de nuevo pero no exactamente iguales.

Surgieron una, seguidamente otra y otra, así hasta cuatro que se movían y desfilaban veloces por la sierra uniéndose y fundiéndose finalmente en sólo una. Fue un espectáculo curioso y agradable, nada común y desde luego no realizado por el hombre. Deseosa de seguir viendo la misma escena, me quedé sola en la terraza y de nuevo volvieron a surgir. Silenciosas jugaban y deslizaban por el cielo sus fugaces y grandes luces para finalmente fundirse de nuevo en una y desaparecer igual que habían venido…sin el menor ruido.

Esa noche desperté sobre las cuatro y recordé que era la misma hora, “aquella de aquel raro encuentro de verano años atrás”. Recuerdo la firme noche de aquel día y la suerte de no haber sufrido daño alguno.  Más tarde despierto por intenso ruido metálico. Estoy siendo analizada por anónimo aparato que emite un insólito chirrido a la vez que sufro una extraña descarga que hace tiritar cada trazo de mi ser y eriza cada vello de mi cuerpo.  Cuando todo termina, temblorosa llamo varias veces a mi marido y tras hacerle despertar le pido que me abrace.


A la mañana siguiente le pregunto si oyó o vio algo que pudiera explicar la experiencia. Comenta que al dormir plácidamente no advirtió nada.  Sí recordó que al yo despertarlo le llamó la atención que bramaran múltiples perros al unísono con feroces aullidos (como si perros y lobos se avisaran ante peligro inminente). Tras unos minutos abrazados regresaron quietud y calma, cesaron los aullidos salvajes y todo quedó en silencio, inerte e integrado formando parte de las sombras.

miércoles, 24 de febrero de 2016

Sueño de una tarde. Lluvia de meteoritos.

Sueño de una tarde. Lluvia de meteoritos.

Un atardecer de invierno pace tranquilo como sustraído de cálida primavera en una pequeña aldea de alta montaña al norte de España.

 

Súbitamente el pueblo quedó en quebranto. Tras mirar al cielo siguieron silentes avisos y afónicos llantos. Roncos gritos, ahogos de condenados que en segundos atónitos sienten venir el derrumbe inmediato de sus vidas.  Mientras la cálida tarde caía para dejar paso al juego de sombras de la luna, surgieron en el cielo lanzas untadas de fuego quemando tierra y energía.

 

Son un grupo de meteoros que al atravesar la atmosfera golpeados y encendidos en llamas dividen rocas en pequeños pedazos.

 

Pero no solo esto está ocurriendo en Europa. Simultáneamente este hecho está ocurriendo en Centro América, solo que la caída de meteoros es mucho mayor.

 

Ante el griterío de gente por el impotente pánico que se avecina, miedo, huidas y gritos, no giran de nuevo para ver caer las brechas del firmamento… mientras que escoltado por iluminados escombros cruza el cielo un gran objeto, una roca cuyas particularidades de dureza mineral no pudo desintegrar la atmosfera terrestre.

 

Es curioso, la gran roca baja desprovista de fuego y mientras va acercándose sustrae de la tierra silbidos y ecos temblorosos que nacen en la naturaleza.

 

Mientras va descendiendo se perfila su oscura imagen hasta distinguir con asombro el cuerpo de inmensa ave, y mientras va cayendo se distingue, rostro y manos de constitución humana, dirigirse hacia un lugar determinado como si hubiera sido lanzado en jabalina.

 

Ante la gran expandida y huidas de gentes, una mujer se ha escondido en una antigua caja de reloj vertical de madera artesana “lo primero que encontró para protegerse” cuyo frontal de cristal se haya intacto y cuya llave le sirvió para encerrarse por dentro.

 

Tras el vidrio ve dirigirse el ave hacia el reloj como un rayo; lo rompe suavemente, la coge despacio entre hercúleas alas izándola hacia el infinito.

lunes, 13 de abril de 2015

Llanto de muñeca.

Antiguos edificios de bella  estructura y estancias  solemnes, pese a poseer ciertas condiciones fantasmagóricas, se conservan y rehabilitan. Guardan diseño y estilo y pese al  paso del tiempo, conservan nobleza y belleza. Lo que fue Mansión, Palacete, Noble Residencia, etc. termina siendo  Biblioteca, Teatro, Hotel u Hostal según espacio, lugar o diseño.

Algunos de ellos guardan  memoria, el sufrimiento de lo que antaño sucediera se infiltra y agarra fuerte como pulpo a las arenosas rocas marinas.  Hay muros impregnados de desgracias y se manifiestan por raras voces o sonidos, muebles que se mueven solos, ventanas y puertas que se cierran y abren solas, caída de objetos, imágenes fantasmas vagando perdidas por salones y aposentos durante siglos.

Es como si el dolor  tuviera la capacidad de infiltrarse, como si los materiales o minerales que levantan algunos edificios tuvieran la propiedad de captar el sufrimiento. Como si la estructura de la casa quedara impregnada por sentimiento de los que la habitan y haciéndose partícipe queda vagando, perdido y sediento como en un desierto sin hallar salida.

En unas cortas vacaciones nos alojamos en un bello Hotel de un pueblecito del interior. Pagamos una suite de una gran estancia y menos mal que solo fue una noche. Su cama era de un tamaño enorme…No comprendo como un hotel que presume de calidad se les ocurre ofrecer suite sin la ropa adecuada a las medidas. Recuerdo analizar el cómo era posible que un lugar que presume de estrellas, no viera la necesidad de adecuar la ropa a la gran cama.

Era evidente que las medidas más grandes que están  a la venta no llegan a cubrirla. ¿Qué nadie lo ve?  Así que después de pensar largo rato, llegué a la conclusión de que el confort y bienestar del cliente no eran para ellos importantes, primaba la apariencia y el afán de lucro.

Me preguntaba, ¿cómo pueden atreverse a colocar tal camastro y no encargar que realicen sábanas y cubres a medida?  Total…bien pegadita al calorcito de mi marido consigo dormir a ratitos mientras estiro sábanas y dejo al pobrecito dormir al raso.

Hay hoteleros que invierten más en diseño que en comodidad. Una cama vestida con ropa muy justita, sin caer por los lados, impide moverse y abrigarse mientras se duerme. Tampoco su bello armario contenía ni una manta para cubrirse ante fríos eventos.

Amén de pagar una suite y no dormir,  su exagerado ahorro de agua redujo tanto el volumen y la fuerza de salida que era imposible lavarte y mucho menos aclararte. Mala experiencia en un lugar encantador.

En fin, sobre las tres de la madrugada consigo conciliar ratitos de sueño hasta que a las cuatro nítidamente frente a la cama oigo caer una muñeca que llora al golpear el suelo.  Era exactamente el llanto de una muñeca antigua de las que al moverla emitía llanto.

Después de desayunar pregunté a una de las camareras si el lugar había correspondido anteriormente a  alguna tienda de muñecas o regalos. Me preguntó extrañada el porqué le hacía tal pregunta, así que simplemente le dije, a las cuatro de la madrugada una muñeca de porcelana lloró al caer al suelo y la habitación estaba sin muñecos, solo estábamos nosotros y en la cama. Frente a nosotros alguien dejó caer o tiró una muñeca de porcelana al suelo y supe que era una muñeca antigua por su llanto.

La camarera puso cara de querer contarme algo, hizo ademán de hablar, pero se cruzó con personal del hotel y esquivó la conversación. ¿Conocía acaso algo que pudiera tener relación con los llantos de la muñeca de porcelana a media noche?

Tras ver su callada respuesta pregunté a gentes del lugar el origen de la familia que vivió sus años de matrimonio en el noble edificio. Tenía pues que preguntar a quienes trabajaban en el hotel o a personas mayores que hubieran vivido durante sus años mozos en el pueblo, y algo sí recordaban.

Allí llegó un matrimonio encelado de bellos parajes con el encanto añadido de estar cerca de la playa. Muy enamorados construyeron una mansión ya que ambos pertenecían a familias adineradas. Para sus necesidades, atender la granja y el mantenimiento de las  grandes estancias tenían varios sirvientes que vivían próximos a su palacete.

Pasaron los años y pese a buscar y desear la llegada de niños, no lograron tener familia. La señora, cada vez que se quedaba en cinta preparaba con amor su nido aposento,  pero ninguno de sus embarazos logró ver la luz.

Se comentaba que tras años esperando concebir, tras muchas discusiones unidas a la frustración de ser madre y la posterior depresión, el matrimonio se fue aislando llegando a no hablarse y durmiendo separados. El olvido mutuo fue total, pero los sirvientes al tanto de todo cuanto sucedía hablaban que ella pasaba días sin querer salir de la habitación de muñecas.

Tras años de deseos incumplidos, mitigaba su depresión lavando y vistiendo sus cuerpos cuidadosamente por las mañanas. En ella pasaba días y noches cuidándolas al igual que una niña juega a las muñecas.

sábado, 4 de abril de 2015

El vuelo del carpintero



Villa Salandra es una humilde aldea que luce flexible calzada de grueso musgo sujeta a la tierra. Su ungüento tránsito se hincha y dilata hasta hallar la cumbre, y allí, el pequeño poblado cautivo de lozano pasto, queda al amparo de perversas murallas y denso velo.

Al alba, estiradas lavandas pululan vapores al viento que patina sereno sobre piel, como seda deshilada. Su triunfante calzada y magnos altares silban porosas voces de héroes olvidados. Entre islotes quebradizos, se oyen almendrados susurros clamar bajito, bajito, gruñendo y rumiando sibilinos gemidos.

Al atardecer, el gélido crepúsculo camuflado como ladrón, se oculta entre ilustres sombras y abruptas crestas audaces, y al anochecer, confinada, recibe álgidos vientos, y, mientras sus almas dormitan, fieras sombras pasean soplos nevados nacarando altares callados y, cada amanecer, su nítido manto queda fragmentado en graciosas vidrieras, luciendo lechosas calzadas tupidas de melaza y tensa yedra. 

Bajo aterciopelados pies, sus valles visten cipreses estrujados, bien apretados, mitigando cantares eternos del dócil regato.  Sobre pulidas orillas se esparcen esferas de piedra chica, tan chicas como canicas, tornando tapices multicolores según brille el sol y vaya pasando el día.

De jaleo y griterío del lugar circulan los justos; lazarillos guiando manadas de cabritas, el escaso bullicio de saludos y cumplidos, más la venta de alimentos en apacibles ramblas de tan solo treinta vecinos.

Entre escasos moradores, vive un longevo artesano que nutre y esculpe con nutrido apego, fuera grande o pequeña cualquier rama, madero intacto o astillado.

El curtido viejo, además de andar curvado, muy doblado, cosecha fósil hollejo plagado de pliegues.  Sin embargo, posee manos exquisitas, largas, suaves y refinadas, de mozuelo adolescente “como esbozo pincelado por el Greco”, y, como si fueran independientes de su envejecido cuerpo, como si hubieran sido superpuestas, carecen de arrugas, a diferencia de su apergaminado boceto.

Sus finas manos tienen la destreza para moldear y enlazar las vetas más profundas de los leños. Tan pulcro y pulido es su trabajo, que peleles quietos e inmóviles parecen vetar al suspiro, al aire, la brisa y viento, revelándose vivos…en perpetuo movimiento.

Se emplea tan afanosamente que no escucha el run run, run run, azotando su buche pegajoso, y cuando éste patea violento clamando como un potro hambriento, taciturno sacia el hambre y sed sintiéndose estallar repleto. Entonces derrotado, cede al descanso apoyando su fruncida frente sobre aparejos de trabajo.

¡Qué dichoso se sentía realizando pericias con sus manos! Tenía tantos encargos que además de perder la noción del tiempo, se olvidaba a quién debía enviarlos.

Un día, ensimismado en su afán no se percató de sus pasos ni movimientos. Concentrado, sin dolor, sin sentir presión, como vagando descalzo entre hilos de algodón, reaccionó al sentir caer un pequeño torso de madera a tierra, y cuando se agachó a recogerlo, cayó una manita de tablita al pavimento. Creyendo que fuera por despiste o agotamiento, clamaba “que torpe estoy”, no dando importancia al sin fin de muestras que de repisas caían derribadas al suelo.

Una noche, después de varios días cayendo partes de juguetes ordenados y colocados en su lugar a la espera de ensamblar, algo le asustó y cayó hacia atrás golpeándose la testa. En esos momentos temió ser atacado por un bandido que quisiera robarle o pretendiera hacerle daño. 

Agitado por el miedo, intenta divisar quien se oculta en su menguada guarida. Tras minutos de aguda retina paseando estantes y esquinas, no consigue vislumbrar los destellos móviles que provocaran su angustia.

Dos segundos pasaron y de golpe… “ZAS” sintió erizar sus rizos ceniza mientras oía el burbujeo pavoroso escapar de células recónditas, “sintió no hallarse solo y ser observado”.

Tras varios minutos sin que ocurriera nada, pensó que quizás debiera hablar, preguntar quien había ahí, e intentó alzarse, pero al moverse “ZAS” las sombras volvieron a surgir, así que tembloroso y turbado con agitada voz se puso a recitar:

Soy un humilde carpintero que ningún mal hace.

Mis manos no pueden estar quietas, 

por eso trabajo sin descanso.

Mi mundo es realizar obras bellas con esmero y tacto.

Mientras les doy forma, siento que acarician mi regazo.

Trabajo sin descanso noche y día hasta recuperar 

la viva esencia de su pasado.

Sin respuesta, firme como reptil, agudiza morosos sentidos quedando varado en su armadura de huesos y propios crujidos, y agudizando tímpanos y no percibiendo asomos ni ruidos, se aúpa lentamente mientras ve esparcir torpes vuelos que agitados, brotan de su marchitado dibujo.

No recuerda cuando cambió de gabán por última vez. Y durante el proceso que bien pudiera haber durado semanas, quizás meses, no ha provocado dolor alguno que llamara su atención. Algo muy extraño, fuera de la realidad creció en el reverso de su plegada hechura.

Tras descubrir que su vetusto cuerpo ha desarrollado protuberancias móviles en sus frágiles omoplatos y que de ellos brotan pelusas “como primeras plumillas de un tierno polluelo” pasa la noche llorando y desconsolado. Fueron las patadas feroces de su vientre quienes le avivaron, pero ante la angustia y ansiedad creciente por el  infortunio de verse diferente, sin comprender las causas del cambio a su avanzada edad, ceba y acalla los golpes con el poco alimento que en su alacena queda, y derrotado, abandonándose en su pequeña guarida se refugia inhalando maderos que aguardan turno para salvar su espíritu, y, mientras exhala su último aliento, inspira con fervor identificando aromas;  el abeto, el alcornoque, sus añoradas acacias y exudados de diferentes resinas.

Han pasado más de treinta años y pequeño poblado ha crecido.  La vieja casa del carpintero se encuentra abandonada, llena de maleza, parece la caseta de un cuento creada por las manos de un crío. Su tejado ataviado de rotas pizarras se haya atravesado por colosal árbol que trepó durante años campante y tranquilo retozando y jugando entre brotes y rulos.

Ante la necesidad de limpiar y agrandar la plaza del poblado, por unanimidad, los vecinos deciden derribar la caseta del carpintero. Limpiando primero los alrededores del pequeño hogar para después demoler sus ruinosas paredes, asoma un tronco cuyo diámetro mide doce metros.

Llamado el guarda-bosques para que aclare el tipo de árbol dadas sus rarezas y características excepcionales se presentó radiante dándose importancia, pero en segundos, su rostro airoso y triunfal quedó cuadrado, y, sin escuchar reclamos y quejas de alcalde y vecinos guardó solemne silencio, al tener frente a él, un digno espécimen incapaz de identificar.

Su tronco se eleva como si una fuerza íntima lo hubiera alzado y atravesado desde tierra abriéndose paso secreto a través de rugosas órbitas. En el cohabitan distintos tipos de maderas. Las ramas tienen brotes diferentes y sus diversos frutos convergen en armonía, no brotando al exterior, sino germinando y brotando en su interior.

El fósil pellejo y fósiles huesos del carpintero fueron pilares y a la vez nutrientes que sirvieron para que el resto de maderos que estaban a la espera pudieran fusionar de nuevo sus raíces para sentirse vivas.

Además de tener un aspecto extraordinario, pues no hay vegetal que reúna sus cualidades injertadas y en perfecta armonía, transmite gran paz a quien descansa bajo su sombra.

Cuando los pobladores acuden a su alfombra, si guardan silencio, oyen el fuerte golpeteo de millones de gotas lavando bosques tupidos de diferentes hojas “como si millones de aplausos de pequeñas manitas semejaran copiosa tormenta” y, si respiran con energía sienten la fuerza del oxígeno entrar con aceites resinados purificar sus húmedas células.

Algunos vecinos comentan que mientras se hallan bajo su sombra han sentido el conato de altos vuelos de sus ramas. También hay infantiles rumores “dicen que mientras juegan caen pequeños brotes” como si el árbol al sentirlos jugar y reír aleteara pequeñas ramitas…que los críos recogen y llevan a casa para ver brotar delicadas pelusas, al igual que las primeras plumillas de un tierno polluelo.

 

domingo, 22 de febrero de 2015

Canto de estrellas.




Naufragando en la oscuridad, rodeados de negrura  infinita, anoche, en la Estación Espacial Internacional ISS, sucedió un evento inolvidable. Una odisea, una  locura y a su vez un trance glorioso, acaso… un sibilino delirio.

Cumplida la jornada, el equipo  de seis astronautas que anidan la nave, consumen el último refrigerio confraternizando entre alusiones y risas y, antes de sucumbir al sueño,  evocan añoranzas terrenales deleitando nostalgia, acariciando sentidos hacia el abismo selecto y profundo, izando el espíritu con los Conciertos de Brandemburgo de J. S. Bach.

Con la genial idea de compartir su gloria, maximizan y expanden el volumen  hacia la órbita terrestre, enalteciendo la obra de J. S. Bach al vasto infinito.

Ocurrió casi al instante, algo sucedió que no pudieron explicar. Fue como si la energía y materia oscura que expande, nutre e impregna al cosmos, cobrara vida.
El glacial externo de la nave se sintió cuajada de deliciosas formas, y como entumecido, como si un titán despertara tras largo letargo, dócilmente arropó la estación de escurridizas algas sacudiendo sumiso leves sacudidas.

Mientras esto sucedía, la tripulación desde el interior siente estar fuera, como si estuvieran realizando paseo espacial sin trajes que les proteja vislumbrando entes de diferentes formas, que impactados escuchan sensibles al abrigo de iluminadas esferas, la capacidad y creatividad de sentidos y sentimientos evolucionados por los seres de la tierra.

Fuera de la nave infinidad de luciérnagas de diferentes cuerpos y extrañas formas rodean la ISS de inmenso albor eludiendo vislumbrar  y ensamblar equipos, bloqueando satélites y total comunicación con la azulada esfera…y entre vasta y solemne oscuridad desde el centro de control y seguimiento de la tierra se oye fluir la armonía de J.S. Bach.

Cuando la música cesó, todo parecía volver a la normalidad, pero tan pronto quisieron hablar, para conocer si cada uno había sufrido la misma experiencia, se dieron cuenta que en quietud, se hallaban todos dentro de cada uno. Sintieron ser un solo ser, sentían el latido de un solo corazón, y sintieron el poder del intelecto agrupados en una sola mente.


Al unísono, la primera impresión fue como si la materia y energía intocable e invisible pudiera aflorar como respuesta a estímulos musicales, materia y energía ocultas que se manifiesta viva ante estímulos auditivos y neuronales… ¿cómo es posible que algo que no se puede ver, tocar, sentir, sin forma física que lo defina ni lo componga, carente de sentidos, responda y vibre como si tuviera inteligencia?

viernes, 12 de septiembre de 2014

Desde la cima.

Tras un lapso de tiempo sin divagar con seres  verdes, hoy el ensueño fue gratificante.

Hace tiempo tuve la certeza de que por mucho que intentara copiar a la naturaleza, jamás llegaría a retratar su  inmensa belleza. Pensé que para reflejar un instante está la fotografía, porque  pese a no ser capaz de igualarla, sustrae por segundos parte de su inigualable hermosura.

Ese pensamiento, esa decisión me dio libertad.  Dejé libre pinceles, me llené de ideas y colores, y obediente, como un cordero, dejo hacer a la mente lo que dicta. Empecé a arbolear a seres sumidos en belleza, poderosos del silencio.

Anoche, íbamos paseando por la espesura de un denso bosque. En paseos, cuando salimos a encontrarnos con la naturaleza,  realizamos recesos, breves paradas para observar  con deleite suaves e estilizados troncos, rizados contornos, vestiduras rugosas… y de pronto, en un breve descanso, mirando altas ramas cubiertas de copiosas hojas, siento que el árbol intenta comunicar, percibo que habla en un lenguaje que no comprendo. 

Desconcertada al no entender sus delicados cuchicheos, tras segundos, me veo  transportada  al interior de su solemne cuerpo. Su alta estampa me eleva rápidamente hacia la cumbre por el centro ahuecado de su leño. Sin dolor, sin presión, voy sintiendo el roce de millones de finas hebras, raíces contactando con frágiles sacudidas y temblores. Mis neuronas reciben los seísmos de sus fibras y quedo estremecida por la magnitud de humildad y nobleza.

Durante el trayecto de elevación hasta la copa, por instantes siento a mi organismo gozar como si me hubieran inyectado una droga placentera. Considerándome privilegiada, disfrutando de vivir algo único, observo que por el mismo hueco descienden dos caballeros bajando fugaz…solo hay tiempo de cruzar apresuradas pupilas de ventura y dicha.

Al llegar a la cresta reparo un frío inmenso al divisar lo que  millones de seres callados contemplan. No existe voz, vocablo o  verbo capaz de  expresar lo que se siente muy dentro desde la cima del colosal árbol. Tras un breve tiempo de letargo por el panorama observado, empiezo a  comprender, ahora siento lo que querías decirme.


Tu legado, logrado por la forma más pura e íntima “contacto a través de sinapsis, pensamientos y mensajes entre seres diferentes” me alza a tu cúpula para contemplar bellos horizontes, tu  universo, nuestro mundo inmerso en devastación y peligro.

viernes, 28 de marzo de 2014

CUENTO: Nina (XII) El coro.


Nina  vive en un mundo paralelo que la  separa de la realidad. Percibe que algo raro la pasa, algo que no ve en las demás, que no conoce ni puede controlar y que las monjitas no saben darle solución.

El coro
Al poco tiempo la profesora de música reúne a las niñas y las hace cantar una a una. Formarán el coro compañeras y amigas. Estudiarán solfeo y aprenderán a tocar un instrumento. Nina se une de nuevo a ellas que no la discriminan por estar en clase de peques.

Nina no entiende el significado de las partituras.  Percibe que el problema que ella tiene sigue presente y no ve otra solución que aprender de memoria cada una de las clases, engañando a profesores de solfeo e instrumento. Memoriza la entonación según pentagrama, también las posiciones de los dedos en la guitarra según partitura de música que no sabe leer. Como las demás, las lleva a clase, al igual que carga el pesado talego con temibles libros de texto que forzosamente debe memorizar.

Las bofetadas
La monjita profesora tiene ochenta años. Las partituras le bailan de las manos “parecen querer volar”, además padece sordera. A su desatinada voz provocada por falta de audición la acompaña un oxidado y desafinado piano. Las niñas al oírla cantar y tocar el órgano rompen en risas difíciles de contener y en vez de seguirla en sus cantos hay brote de carcajadas en plena eucaristía.

Un domingo, la religiosa llamó la atención muy enojada “es falta grave de respeto reírse en la casa del Señor”. Tiene buen talante, no acostumbra a golpear con el metro – madera – tabla. Aunque el origen del metro de madera fuera otro bien distinto, pues fue creada como instrumento de medida para clases de matemáticas y geometría. La primera vez que Nina sintiera al metro – madera - tabla en sus piernas sintió fuerte quemazón y claro, al segundo escapó a los golpes y aprendió que si va a recibir, es mejor dejarse hacer porque si escapa recibe el doble o el triple, dependiendo del grado fuerza que aplique en sus brazos.

Así que después de acabada la misa y antes que de manera precipitada salieran corriendo al desayuno como rebaño al monte después de noche diluviosa, la Sor cierra con llave la puerta de salida y da orden que el coro al completo forme fila frente a los retablos de María. Todas, una a una van recibiendo PLAS, jaja PLAS, ja PLAS, jaja PLAS, jaja PLAS, jaja PLAS, ja PLAS, jaPLAS, ja PLASja… ríen al ver temblar la mano que abofetea sus mejillas.

Le llega el turno a la mimada, hay brote de carcajadas, todas menos Aba cuya cara escarlata no reía. Al recibir su semblante renegado su ración provocó arranque de risas en coro armonía. Se oye un resbalar, un suave zas, casi sin rozar un tul deslizar..."plas" en los rojos mofletes de la enchufadita.

El castigo
Cada bofetón en temblorosas manos enrojecen como carmín las mejillas y mano derecha de la religiosa.

Viendo que no fuera suficiente castigo para remendar el daño causado, al salir una a una en orden hacia la salida con el pecho cargado de risas contenidas a la espera de soltar risa en expandida, tropiezan al ver la puerta cerrada y quedan a la espera de que abra la puerta. Llega toda roja, roja y enojada por levantar las manos a las niñas y ver la respuesta a su medida. Al instante Nina respira el intenso aroma que desprende el chocolate con leche a la taza. Salen corriendo y tropiezan por ser primeras en ir a desayunar...debiendo retroceder al ser castigadas. El grupo sale al patio con el estómago vacío, sin nada que frene los estimulados jugos gástricos responsables del apetitoso aroma del chocolate caliente. Recibir la bofetada carecía de importancia, sin embargo quedarse sin chocolate "REDIÓS" dice Nina, eso sí que duele, eso sí es castigo.

Para Aba era mucho peor. Era la primera vez que la pegaba una monjita. En especial se sentía humillada al ser tratada igual que el resto y en especial fuera en presencia de compañeras a las que asediaba dominaba y mortificaba frecuentemente. Ese día no comería las magdalenas de una inocente y se quedaría como el resto sin tomar su chocolate caliente.

La primera vez que Nina vio a Aba quitar las magdalenas a las compañeras de mesa, Nina no entendió que callaran y no dieran parte a las monjitas. Cuando un Domingo tuvo que compartir mesa de desayuno con Aba, Nina supo por certeza que no sería creída por las monjitas, así que estudió la forma de evitar quedarse sin sus esperadas magdalenas. Al siguiente día festivo que le tocó compartir mesa con ella, Nina, como hambriento a palo seco se lanza como bala de disparo al verlas caer a la mesa, adelantándose al ataque de la lánguida virtuosa mosquita muerta.

Nina va creciendo y siente gran interés por colores y formas. Tiene una gran fantasía, es protagonista de mundos e historias que nadie parece ver.

Los aromas y el tacto
En varias ocasiones llamó la atención de las religiosas al ver que sus predicciones eran ciertas. Nina tenía una salud delicada, siempre estaba enferma. Recordaba que cuando estaba en la cama y era cuidada la hacían sentirse bien los cuidados que la daban. Por alguna razón provocada por el dolor o por necesidad física, Nina tenía aumentado la percepción de los sentidos. Percibía lo que los demás no olían, ni sentían al tacto y mucha intuición. Cualidad con ventaja en su círculo de amigas, requiriendo su presencia para curar o ser protectora de todo animal encontrado estuviera herido o sano.

En varias ocasiones cuando acudía a revisión a la enfermería por vacunas u otro tipo de tratamiento, le decía a la monjita: Ha estado aquí la enfermita mayor alta rubia: ha estado de visita la religiosa mayor. También vino a revisarse el jardinero y la monjita se quedaba atónita ante el desfile de personajes de decía Nina que habían acudido a la consulta entes que ella. Nina sabía quien había estado antes en la consulta del doctor por el rastro de olores que dejaban. Más tarde comprendió que ciertos aromas corporales se debían a la presencia de la enfermedad que padecían.

Nina jugaba con la monjita que traía las cartas, una vez al mes. La ponía un largo pañuelo cubriéndole los ojos con fuerza para que no viera nada y Nina arrimaba la nariz y olfateaba como un perro de caza el fondo del saco donde habitaban cientos de cartas. Al gran saco de estera le daba varias vueltas con las manos y sacaba por su aroma y sutil tacto la carta de mama.
La monjita tocaba y olía una y otra vez la carta para intentar dar con esa diferencia apreciada sólo por ella. Después de manosearla y olfatearla varias veces le decía: No comprendo cómo puedes acertar, esta carta no tiene nada…ni olor diferente, ni textura diferente a las demás.

Muchas veces la engañaba y decía “hay carta para ti, las he revisado, búscala sin mirar”, pero Nina, con los ojos tapados, sólo con su olfato y tacto supo siempre si entre tantas cartas había o no carta para ella y nunca se equivocó.


Nina siempre se preguntó cómo era posible que las monjitas no apreciaran el aroma y suave textura de sus cartas, veía claramente esas cualidades en la oscuridad.