El Encuentro en el Abismo
El
aire en la celda era denso, como si las paredes mismas retuvieran secretos
cósmicos. Los oficiales observaron al ser alienígena, su cabeza inclinada, sus
extremidades delicadas. No tenía ojos humanos, pero parecía percibirlos de
alguna manera.
El traje EPI los protegía, pero
no podía evitar que sus corazones latieran con ansiedad. ¿Qué conocimientos
traía este visitante? ¿Qué secretos guardaba sobre las estrellas y los abismos
entre los mundos?
El ser finalmente alzó la cabeza.
Su piel era translúcida, como si la luz misma fluyera a través de ella. Sus
ojos emitían destellos de galaxias distantes. Habló en un idioma que resonaba
en sus mentes, sin necesidad de palabras.
“Somos los Nómadas del Cosmos”,
dijo. “Viajamos entre las constelaciones, buscando respuestas y equilibrio.
Vuestra especie es joven, pero vuestra curiosidad es antigua. ¿Estáis listos
para comprender la red de conexiones que une a todos los seres?”
Los oficiales asintieron,
incapaces de apartar la mirada. El ser continuó: “Vuestra guía alimentaria es
primitiva. Consumís vida sin comprender su esencia. Nosotros nos nutrimos de
energía estelar, de la danza de partículas en los vórtices de los agujeros
negros”.
Los oficiales intercambiaron
miradas. ¿Cómo podrían comprender tal dieta? ¿Cómo podrían cambiar sus hábitos
alimentarios para alinearse con las estrellas?
El ser se levantó de la silla.
“La clave está en la armonía. Vuestra Tierra es un punto de inflexión. Si
aprendéis a nutriros de la luz, podréis uniros a la comunidad galáctica. Pero
si persistís en la oscuridad, seréis olvidados”.
Los oficiales salieron de la
celda, sus mentes girando como planetas en órbita. ¿Cómo podrían cambiar su
destino? ¿Cómo podrían comprender la red de conexiones que unía a todos los
seres?
En el abismo de la incertidumbre,
la humanidad enfrentaba su presente futuro. Y los Nómadas del Cosmos
observaban, esperando.
A veces, lo más alienígena no son los seres… sino nuestras costumbres.
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