La quimera de los deseos
Hoy, en mi sueño hablé con un ser invisible. Le expresaba mi dolor
al presenciar día a día el mundo que hemos modelado, angustiada por el tormento
que le hemos causado.
Mostré también el temor a que el planeta Tierra sufriera de manera
inesperada una catástrofe de grandes proporciones. Nuestros dirigentes… ¿qué
comportamiento tomarían hacia la población ante tal evento? ¿Cuál sería mi
reacción—cómo respondería? Carecería de sentido salir, huir; además, no habría
lugar seguro donde resguardarse y, si lo hubiere… ¿dónde se encuentra ese
lugar? ¿Acaso ciudades y pueblos están preparados para proteger y abastecer por
décadas a millones de ciudadanos? La estampida de sujetos saliendo de sus
hogares, ¿qué sentido tendría? Entonces, si no hay defensa, refugio, seguridad
ni salvación porque el mundo agoniza… ¿a dónde vamos corriendo—a qué tanta
prisa?
La rápida evolución generó en los humanos prepotencia, actuando con
frialdad. Arrogantes e indolentes, minimizaron riesgos y desoyeron los clamores
de auxilio de la naturaleza, priorizando “la quimera del bienestar”. Tras
siglos de ignorar los daños de su ecosistema, herida y desatada se hace ver y
oír con violencia.
Sería un impacto tremendo. En cuestión de segundos, sin poder
evitarlo, el terror desbordará la jaula sellada de nuestro pecho y dejará volar
veladas añoranzas y efímeros recuerdos. Pero ya será tarde para todo, porque
para entonces, el tiempo será impalpable, no ocupará lugar; y una vez más,
volveremos a ser elementos, sin restos, recuerdos ni gloria para nuestra madre
tierra.
Cuando llegue el momento, ante el pánico generado, ¿cómo
reaccionaré? Quedarme en casa sería lo deseable y más acertado, pero los
grandes desastres se presentan de manera aplastante, sin avisar, y de un
certero golpe… ¡ZAS! Estaremos solos en absoluta oscuridad y, sin mediarlo ni
poder evitarlo, ocuparemos el único asiento en gran sala para ver de manera
veloz aquellos momentos, rostros y actos que más calaron en nuestra vida.
Vacíos e inmersos ante la inminente catástrofe, seremos público y actor de nuestro
pasado y nuestro propio exterminio.
Y su voz varonil responde… Cuando llegue el día, centra y dirige tu
mirada al punto de luz más potente cuya fuerza veas que te ciegue. Sentirás
navegar a través de la luz; no cierres los ojos. Al poco tiempo, esa luz
cegadora irá dejando paso a la oscuridad y entonces comenzarás a distinguir.
Visualizarás lo no visible a la percepción humana. Entre millones de universos,
verás enjambres de iluminadas esferas: es la luz de la oscuridad, como si te
hallaras en un tenebroso bosque iluminado de luciérnagas.
Un grupo de universos se aproximará a ti en situación vertical,
rozando sus polos. Son universos donde, en sus millones de galaxias, existen
planetas que contienen idénticas características a las de la Tierra, y en esos
planetas también te encuentras tú. Los universos son tan vastos que la
naturaleza realiza réplicas, copias exactas.
Mira—responde—la reproducción exacta de seres vivos se origina en
mundos donde coinciden un grupo de casualidades: hallarse en zona habitable,
mismos componentes acuáticos y terrosos, la misma composición de gases en su
atmósfera, con la coincidencia precisa de los mismos elementos físicos, igual
que en la Tierra. En los universos que ves frente a ti, existen millones de
galaxias donde hay millones de planetas donde la naturaleza replica de manera
minuciosa al mismo ser. Al encontrarse en mundos diferentes, en cada uno el
desarrollo y evolución toman caminos distintos: son identidades biológicas
idénticas con diferentes destinos.
La extinción, replicación y renovación es constante en el cosmos.
Entonces una de las bolas que formaban el pilar se desplazó, salió
del grupo y se aproximó hacia mí, y de nuevo, su voz masculina habló: ahora
podrás ver una versión de ti, te verás en otro mundo… y de súbito, me hallé en
otro lugar.
Transparentes y mullidas nubes bajaban a acariciar las siembras
mientras su distante estrella gigante roja bufaba tibios soplos anaranjados que
acunaban vientos puros. Me vi de pie frente a un extenso campo de flores y
sentí al aire, la luz y la suave brisa de aquella fresca mañana rozar mi piel
en mi primera inspiración.
Entonces, me percaté de que mi talla no correspondía… algo no
encajaba. Las flores que me rodeaban superaban con creces mi estatura. Entonces
observé mi cuerpo y quedé paralizada al verme vestida de niña. Sentí ahogarme,
mis latidos cardíacos brincaron al contemplar que mis diminutos pies vestían
calzado infantil. Perpleja, sin comprender nada, me repetía: “Hace tiempo que
pasé esa etapa, soy adulta. ¡Por Dios! ¿Qué hago vestida como si tuviera tres
años?”. Ante la rara expresión y extrañeza de gestos, oí voces femeninas reír.
Un gran grupo de mujeres recolectaban flores. Me llamó la atención que mi
presencia no despertara sorpresa. Sentí formar parte del grupo y me pregunté:
¿cómo puedo pensar y razonar como adulta teniendo el cuerpo de una niña?
Y entonces se me escapó la pregunta… Si hay millones de universos y
en cada uno de ellos hay enjambres de galaxias y en cada galaxia hay miles de
millones de estrellas y en cada estrella puede haber cientos, miles de planetas
cuyas condiciones son iguales a las del planeta Tierra y sus formas de vida se
replican… ¿puedo saltar a otro mundo y ver una copia de mí?
Y responde: la materia de cada una de las réplicas de cualquier
tipo de vida se extingue. Al separarse materia y energía, queda libre la luz.
La energía es luz, la luz es vibración y la vibración es color. Vosotros
acabáis de descubrir la comunión del espín: el contacto entre partículas
idénticas, o contacto entre partículas replicadas, en las que contactan pese a
hallarse ambas separadas de largas distancias. La llamáis “efecto fantasmal”.
Ahora, en este instante puedes recordar y volver a tu vida en la
Tierra, pero si deseas la oportunidad de pasar a otro mundo, si quieres dar el
salto y vivir otra experiencia, tu aprendizaje anterior se extinguirá, y en el
planeta Tierra quedará liberada tu estela de luz que migrará buscando su spin
en el oscuro universo iluminado por nimias candelas.
Entonces no recordé mi anterior vida ni añoré al planeta Tierra.
Sentí como si mi pasado no hubiera existido, como si mi origen formara parte
del nuevo mundo. Recuerdo sentir por un instante un inmenso agradecimiento
hacia ese ser al darme la oportunidad de vivir en un mundo evolucionado en el
que se respiraba paz en inmensa calma.
Y al despertar, hablando de mi sueño a mi marido, le digo:
Perdóname… si alguna vez tengo la posibilidad de irme con seres de
otro mundo, lo haría sin dudar, pese a saber que tendría terror al contacto
inicial. Quisiera tener la oportunidad de realizar muchas cosas… soy consciente
de que ya no podré alcanzarlas en este mundo.
A ver, responde. Dime: ¿qué desearías hacer? Las barreras no
existen, no son reales, las ponemos nosotros. ¿Qué hubieras deseado hacer y no
hayas logrado? Y comienzo mi retahíla de incumplidos deseos:
Pues te enumero. De todos mis deseos a realizar, solo he cumplido
dos, y siendo adulta.
En otra vida, estudiaría desde muy niña pintura y escritura para
hacerlo mucho mejor. Modelaría, realizaría esculturas. Estudiaría violín, piano
y a tocar el arpa, pues es un instrumento mágico. Estudiaría varios idiomas.
Estudiaría biología vegetal para tener mayor contacto con las plantas,
desentrañar su evolución y, por último, estudiaría veterinaria y psicología
animal para entender su lenguaje y necesidades.
¿Desearías algo más?
Pues sí, desearía no vivir en un espacio tan reducido estando
rodeada de tantos mundos por conocer.
Desearía viajar, conocer físicamente planetas junto a entes de
otros mundos cuya única propiedad compartida sea el medio de transporte que
facilite vivir y deslizarse por el cosmos. Conocer, compartir avances y
conocimientos adquiridos por entidades de otros mundos. Poder contemplar las
infinitas y maravillosas variedades genéticas que puedan darse en seres vivos
y, especialmente, en el reino vegetal.
Y como mayor deseo, lograr la comunión, simpatía y empatía con
seres evolucionados de otros mundos.
¡Pero claro! Los sueños, sueños son. En ellos hay ficción, ilusión…
pero, ¿quién sabe? Quizás la fantasía cobre realidad.
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