Lo que germina en la sombra
A quienes sienten distinto. A quienes aman sin testigos. Y a quienes intuyen que no estamos solos… ni lo hemos estado nunca.
Algunas presencias no irrumpen: simplemente aparecen en lo hondo, donde las miradas entienden sin necesidad de palabras. En ciertos rincones del alma, la guía no impone: acompaña. Y en esa compañía silenciosa, florece lo inesperado.
Hay seres que no descienden en naves ni anuncian su llegada. Se hospedan en gestos, en intuiciones suaves. No corrigen: siembran melodías interiores. Su visita no es conquista, es recordatorio. Una invitación a recordar cómo se ama… sin pedir, sin esperar.
No fueron llamados por méritos. Llegaron porque alguien estaba listo para ver de otra forma. Una voz que no es propia comenzó a hablarles desde dentro. Les enseñó a amar sin recompensa, a escuchar sin urgencia, a caminar sin exigir transformación externa.
Sintieron comprensión sin contacto. Y en esa certeza desnuda, algo cambió. Empezaron a hablar con gestos, a responder sin temor, a descubrir que lo invisible también acaricia.
No todos los humanos se distinguen por fuera. Pero algunos albergan semillas no sembradas aquí.
Porque algunas semillas no necesitan sol. Y en ciertas sombras fértiles… germinan estrellas.
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