Relato breve inspirado en la
presencia que guía sin imponer
Dedicatoria A
quienes sienten distinto. A quienes aman sin testigos. Y a quienes intuyen que
no estamos solos… ni lo hemos estado nunca.
Hay seres que no bajan del
cielo en naves, sino que se instalan sin ruido en el lenguaje de quienes aún
saben mirar con ternura.
No vienen a gobernar, ni a
corregir. Solo observan… y, en ciertos corazones, siembran una música que nos
recuerda cómo amar antes de olvidar.
No eran elegidos. Solo
estaban listos. Y eso bastaba.
Había algo nuevo dentro, una
voz, una memoria que no era suya, que les hablaba. Les mostraba cómo se sentía
amar sin recompensa, escuchar sin interrumpir, caminar sin exigir que el mundo
cambiara primero.
Intuyeron que alguien los
comprendía. Sintieron no estar solos. Sintieron estar protegidos.
Y en esa certeza muda,
comenzaron a hablar con el mundo de una forma distinta. Con gestos en lugar de
juicios. Con ternura en lugar de miedo.
Comenzaron a comunicar, a
entender.
Hay humanos iguales por fuera. Pero no todos los humanos son iguales por dentro. En ellos, brota la semilla enviada desde otra estrella.
Porque a veces basta con mirar diferente para sembrar luz.
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