MENSAJE
CÓSMICO
Había
llegado el día en que la humanidad se enfrentaba a su mayor desafío: la
confirmación de vida extraterrestre. Las sondas espaciales habían captado
señales inquietantes, patrones matemáticos que no podían atribuirse a la
casualidad. Los científicos se apresuraron a descifrar los mensajes, pero las
palabras eran ajenas, como si provinieran de una mente cósmica que trascendía
nuestro entendimiento.
La ONU
convocó una reunión histórica en Ginebra. Representantes de todas las naciones
se sentaron alrededor de una mesa oval, mirando las pantallas que mostraban los
símbolos alienígenas. El presidente de Estados Unidos, nervioso, ajustó su
corbata. El primer ministro de China tomó un sorbo de té. El líder de una
pequeña nación insular se secó el sudor de la frente.
El
mensaje decía: “Somos los Custodios de las Estrellas. Observamos vuestro mundo
desde hace eones. Vuestra agresión, vuestra codicia, vuestra indiferencia hacia
la vida en todas sus formas nos preocupa. ¿Estáis listos para uniros en la
búsqueda del conocimiento y la paz?”
El
silencio llenó la sala. Los líderes intercambiaron miradas incómodas. ¿Cómo
responder a seres que hablaban en geometría y armonía? ¿Cómo explicar guerras,
desigualdades y prejuicios?
Finalmente,
el presidente de Brasil levantó la mano. “Somos imperfectos, pero también somos
curiosos. Aceptamos vuestra oferta. Pero, por favor, tened paciencia con
nosotros”.
Los
Custodios respondieron con una ráfaga de luz que llenó la sala. No había
palabras, solo imágenes: civilizaciones antiguas, estrellas naciendo y
muriendo, la danza de átomos en un bosque primordial. Los líderes sintieron la
vastedad del cosmos y su propia pequeñez.
Los
años pasaron. Los humanos aprendieron a comunicarse con los Custodios a través
de símbolos matemáticos y emociones puras. Intercambiaron conocimientos sobre
física cuántica, arte y filosofía. Los Custodios compartieron secretos de la
inmortalidad y la creación de estrellas.
Pero
había una pregunta que los humanos no se atrevían a hacer: ¿Por qué nos habían
elegido? ¿Por qué no habían abandonado este mundo lleno de conflictos?
Un
día, en una colina solitaria, el presidente de Brasil miró al cielo estrellado.
“¿Por qué nosotros?”, murmuró.
La
respuesta llegó en forma de una brisa cálida. “Porque sois capaces de cambiar.
Porque vuestro corazón late con la misma música que las galaxias. Porque, a
pesar de vuestras imperfecciones, sois hermosos”.
Y así,
la humanidad se unió a una comunidad galáctica. Los Custodios nos enseñaron a
ver más allá de las diferencias, a abrazar la diversidad y a buscar la armonía.
Y en el silencio estelar, encontramos nuestra voz.
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