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martes, 1 de julio de 2025

Aliens, nuestro presente futuro (III)


MENSAJE CÓSMICO

Había llegado el día en que la humanidad se enfrentaba a su mayor desafío: la confirmación de vida extraterrestre. Las sondas espaciales habían captado señales inquietantes, patrones matemáticos que no podían atribuirse a la casualidad. Los científicos se apresuraron a descifrar los mensajes, pero las palabras eran ajenas, como si provinieran de una mente cósmica que trascendía nuestro entendimiento.

La ONU convocó una reunión histórica en Ginebra. Representantes de todas las naciones se sentaron alrededor de una mesa oval, mirando las pantallas que mostraban los símbolos alienígenas. El presidente de Estados Unidos, nervioso, ajustó su corbata. El primer ministro de China tomó un sorbo de té. El líder de una pequeña nación insular se secó el sudor de la frente.

El mensaje decía: “Somos los Custodios de las Estrellas. Observamos vuestro mundo desde hace eones. Vuestra agresión, vuestra codicia, vuestra indiferencia hacia la vida en todas sus formas nos preocupa. ¿Estáis listos para uniros en la búsqueda del conocimiento y la paz?”

El silencio llenó la sala. Los líderes intercambiaron miradas incómodas. ¿Cómo responder a seres que hablaban en geometría y armonía? ¿Cómo explicar guerras, desigualdades y prejuicios?

Finalmente, el presidente de Brasil levantó la mano. “Somos imperfectos, pero también somos curiosos. Aceptamos vuestra oferta. Pero, por favor, tened paciencia con nosotros”.

Los Custodios respondieron con una ráfaga de luz que llenó la sala. No había palabras, solo imágenes: civilizaciones antiguas, estrellas naciendo y muriendo, la danza de átomos en un bosque primordial. Los líderes sintieron la vastedad del cosmos y su propia pequeñez.

Los años pasaron. Los humanos aprendieron a comunicarse con los Custodios a través de símbolos matemáticos y emociones puras. Intercambiaron conocimientos sobre física cuántica, arte y filosofía. Los Custodios compartieron secretos de la inmortalidad y la creación de estrellas.

Pero había una pregunta que los humanos no se atrevían a hacer: ¿Por qué nos habían elegido? ¿Por qué no habían abandonado este mundo lleno de conflictos?

Un día, en una colina solitaria, el presidente de Brasil miró al cielo estrellado. “¿Por qué nosotros?”, murmuró.

La respuesta llegó en forma de una brisa cálida. “Porque sois capaces de cambiar. Porque vuestro corazón late con la misma música que las galaxias. Porque, a pesar de vuestras imperfecciones, sois hermosos”.

Y así, la humanidad se unió a una comunidad galáctica. Los Custodios nos enseñaron a ver más allá de las diferencias, a abrazar la diversidad y a buscar la armonía. Y en el silencio estelar, encontramos nuestra voz.

 


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