“El paquete que empezó a dar consejos amorosos por chat” Al intentar
rastrear su estado, en vez de la ubicación, P. recibió: — “Si él tarda en
responder, quizá no es por logística. Es porque no sabe lo que quiere.” — “Acepta
devoluciones emocionales. Pero no de tu paz interior.” — “Estás más cerca del
amor verdadero que yo de tu domicilio.”
P. ya no quería que llegara… ¡quería seguir chateando!
“El paquete que entró en una relación tóxica con su número de
seguimiento” Cada vez que P. revisaba el estado, el número decía: “En reparto…
probablemente.” “Retenido por razones emocionales.” “Estoy cerca, pero no estoy
listo.”
Después de semanas de manipulación rastreable, P. se cansó. Y lo
bloqueó. El paquete llegó al día siguiente con flores y una nota: “Prometo ser
más estable. ¿Me aceptas en tu buzón?”
“El paquete que se convirtió en influencer de entregas” Tras una entrega
particularmente fotogénica, el paquete abrió su cuenta de Insta: @EnRutaConEstilo
Subía selfies desde camiones, frases motivacionales: — “Que tu destino sea
claro, aunque el código postal no lo sea.” — “No todos los paquetes llegan…
pero todos tienen una historia.”
Ahora cobra por promocionar marcas de cinta adhesiva. Y a P. le llegó con autógrafo y una firma que decía: “Gracias por ser parte de mi viaje.”
“El paquete que practicaba la multiplicación espontánea”
P. compra una cafetera en Amarón. Le notifican: “Entregado con
éxito.” Pero no hay cafetera. Solo silencio y una nota del rastreo: — “Tu
paquete vive ahora en el plano de la posibilidad.”
P. reclama. Amarón responde: “Ya está entregado.” Pide otra. Nueva
compra. Otra entrega… también invisible. Meses pasan.
Y entonces, una mañana, dos paquetes aparecen. Ambos idénticos,
ambos reclamando ser “el original.” Discutieron entre ellos por autenticidad,
mientras P. solo quería café.
Final: Ahora hay dos cafeteras. Y P. hace espresso doble… por
justicia emocional.
“La talla que decidió tener autoestima propia”
P. pide una camiseta talla M. La tabla de medidas dice: “Confiable.
Precisa. Científica.” Pero la prenda llega como si fuera XS con complejo de
superioridad.
En la etiqueta se lee: — “Soy M, pero emocionalmente me siento S.”
P. escribe a atención al cliente: — “La talla no coincide.”
Responden: — “La talla es un concepto subjetivo. La prenda se identifica como
M.”
Tras devolverla y pedir una L… Llega otra M, esta vez más
filosófica: — “Las verdaderas medidas están en el alma.”
Final: P. funda su propia marca de ropa: "Verdatalla®"
Slogan: “Porque la tela no miente… aunque la etiqueta sí.”
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