Una reflexión desde la conciencia ciudadana
La guerra en Ucrania ha dejado miles de muertos, millones de
desplazados y un país profundamente herido. Y aunque la narrativa dominante
señala a Vladimir Putin como único culpable, creo que es hora de asumir que la
responsabilidad es compartida. También fallaron Volodímir Zelenski, la Unión
Europea y los líderes mundiales que no supieron agotar las vías diplomáticas
antes de que estallara el conflicto.
Zelenski, elegido por su pueblo en tiempos de esperanza,
quizás habría sido un buen presidente en circunstancias normales. Pero cuando
Rusia lanzó su ataque, lo que se necesitaba no era solo resistencia, sino una
ofensiva diplomática capaz de agotar a Putin. No se trataba de rendirse, sino
de evitar que la guerra se convirtiera en una tragedia prolongada. Putin no va
a vivir eternamente, y el tiempo podría haber sido un aliado si se hubiera
apostado por la negociación con firmeza y creatividad.
La Unión Europea, por su parte, actuó con cobardía. Ayudar
militarmente no nos hace más fuertes ni más sabios. Lo que se necesitaba era
liderazgo real, capaz de unir fuerzas para frenar el conflicto antes de que se
convirtiera en una amenaza global. Hoy, seguimos al borde de una guerra
mundial, y el precio lo pagan los inocentes.
No soy experta en política, pero como ciudadana y como ser
humano, creo que la paz debe ser siempre el primer objetivo. Y cuando se falla
en alcanzarla, todos debemos mirar hacia dentro y preguntarnos qué más pudimos
hacer.
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