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miércoles, 19 de junio de 2013

La partida.


Despierto en una extraña sala, radiante, armada de acero e intensa luz. La estancia emite tantos destellos que parece haberse colado al interior un pedacito de sol.


En el centro una camilla con sábana blanca, cubre, lo que semeja  ser, el cadáver de un ser humano.

Por el largo pasillo veo acercarse un par de batas blancas que dialogan. Cuando pasan junto a mí, siento que no han percibido mi presencia. Me pregunto cómo es posible que sus ojos no hayan girado miradas al cruzarse con mis ojos e ignorado por completo mi existencia.

Entonces, percibo salir suavemente, de forma volátil, brotar del cuerpo inerte cubierto de sudario. Es el alma que abre barrotes, libera elementos y abandona esencias para volver ser ente etéreo, impalpable y escurridiza nada.

Me veo bajar, caminar y unirme a ellos y entrar suavemente al interior de sus cuerpos. El  alto con delgadez extrema, moreno con entradas y cabello rizado. El compañero más bajo, de cabello castaño oscuro, tiene el peso ligeramente elevado. Siento que no son médicos y que sus batas blancas se deben a que trabajan en el tanatorio.

Me pregunto cómo puedo entrar en sus cuerpos…algo no va bien, esto no es normal, es inusual. Entonces percibo que  es mi cuerpo el que descansa, que no me hallo entre los vivos. Es en ese preciso instante cuando veo y recuerdo claramente el motivo y momento de mi partida.

Tras darme cuenta de la situación en la que me hallo, oigo llorar. Reconozco e identifico los llantos y acudo para decirles que no sufran, que siento inmensa paz.  Formo parte de un mundo no visible pero consciente de cuanto sucede.

Entonces lucho para que el alma etérea no migre hacia el mundo inmaterial tantas veces soñado. Sigo formando parte de sus vidas; agua volátil, viento respirado, soplos de aire inspirado.
 
 

lunes, 20 de mayo de 2013

CUENTO: Nina (VII) El jardinero.


En la comunidad de religiosas habitan dos varones de diferente edad. El capellán confiesa monjitas, jovencitas y niñas que preparan su primera comunión, además de dar la Sagrada Eucaristía todos los días. El jardinero se encarga de todo lo demás. Pese a realizar infinitas tareas, nunca cae enfermo, hace cualquier cosa que le pidan las novicias.  Los domingos por la mañana acude a Misa, entra discretamente sin hacer ruido, llega justito… a puntito de terminar la Sagrada Eucaristía.

Al principio el cultivador  se limitaba a  cumplir las funciones propias para las que había sido contratado, pero poco a poco las monjitas fueron ampliando sus labores; Por favor haga usted esto, por favor haga usted aquello, repare la máquina de coser, plántenos estas verduritas, limpie la piscina, recoja el pedido de la farmacia, avise al médico, recoja el correo, envíe este telegrama. Así hasta tenerlo bien ocupado desde las seis de la mañana hasta la noche.

Lo hace todo: Planta, poda y riega los árboles, cuida el césped del colegio y los jardines privados de las monjitas. Arregla la valla y los sistemas de riego.  Trabaja la huerta ubicada detrás de la piscina. Planta pimientos, tomates, berenjenas, calabazas, patatas para uso personal y de las monjitas. En la pequeña granja hay gallinitas ocas y patos, además de seis vacas que debe ordeñar todos los días, también su rica leche es para uso personal y de las monjitas.

Junto al patio de recreo tiene su taller de carpintería. Hace cualquier trabajo de ebanistería que le pidan; muletas para las niñas si las necesitan, reparar cerraduras y puertas, también arregla tuberías cuando se rompen grifos o estallan cañerías. No se enfada al ver jugar a las menudas en su taller de ebanistería, ni al ver en cajones acomodados pajaritos, gatos y perros que Nina protege del frío y la lluvia.

Dentro del parque se encuentra su caseta, alojada discretamente en un ladito de la valla, cerquita de la piscina; ¡cómo la mima! toda rodeada, bien tupida de hierba buena. En primavera perfuma al aire de esencias frescas y en verano el aroma que emana la hierba aplastada por diminutos pies, hacen del baño el placer de pequeñas sirenas. Sirven de freno, evitan que resbalen al salir del agua y además son alfombras tullidas donde descansan y toman el sol las pequeñas.

Qué listas son las monjitas, seleccionan  un hombre abnegado, solo, sin familia. De carácter entrañable, paciente, hace bien cualquier cosa que le pidan. ¡Mira sin son listas!, además de atractivo es alto y fuerte, de rizos rubios y ojos claros.

Los ojos del jardinero emiten destellos. Ni todos los santos juntos del convento, tendrían la luz ni el habla de sus ojos. Siempre alegres, brillan  como espejos rotos, y, si les da el sol, parecen cuencos con lágrimas preciosas pulidas. Unos ojos que hablan tanto, no precisan voz ni palabra.

Joko y jake son los borricos que le ayudan en la huerta, además de llevar  la diligencia. El jardinero cuando sale a recados, luce decana tartana y diestras mulas. Los lava y cepilla con tanto afán, que parecen untados de gomina y, para liberar el arranque de toscas patas, grita: ¡HALE! JOOOOOOO! hacia caminos de arcilla arenosa y ruta de nobles losas enmudecidas.

A pasito lento, cabalga su hidalga hechura el soberano jardinero, luciendo mulos radiantes como luceros, izados por titánicas ruedas y polifonía de sonajeros. Su gentil talante provoca sonrisas miradas de envidia sana en bellas jovencitas de explícita sed lozana, mientras que maduras y sazonadas, silencian pasiones furtivas tras suaves visillos de vainica blanca.


sábado, 11 de mayo de 2013

CUENTO: Nina (VI) El destino de Sor Bibila.



Maratón fin de curso.

Yuna y Meroé fueron pillados en el  gimnasio en el mismo momento en que Yuna le prometía su ayuda. Entre ellos distaba un gran muro que los separaba, física y emocionalmente. Habían faltado a las estrictas normas de la institución cruzando el umbral que separaba ambos grupos de alumnos, y fueran pillados hablando escondidos en una de las aulas del salón de deportes.

Yuna había cumplido los doce años y Mero “así lo llamaban” tenía nueve. La primera vez que Yuna tropezó con sus ojos, fue una tarde de domingo en la sala de visitas, estancia donde alumnos de ambos sexos coincidían en las visitas familiares. Lo vio llorar al comprobar que no eran sus padres quienes venían a verlo, sino el párroco del pueblo que en un acto de generosidad, ante la pobreza y enfermedad de ambos, aprovechando asuntos que atender, se acercó a ver al niño además de llevar un pequeño paquete de dulces bizcochos hechos por mamá que tanto añoraba. La visita duró escasos minutos porque el cura aprovechando su corta estancia preguntó a la monjita de guardia el parte de notas del trimestre, su actitud religiosa y comportamiento de Mero en el seminario.

Sintiéndose reina por un día, Yuna era feliz al pasar la tarde del día festivo con sus padres. Además de recibir dinero, llegaba "el esperado paquete" cargado de muchas cosas, de esas que a todos los niños les gustan. En un movimiento de Yuna, su mirada  chocó con la tristeza de Mero y algo mágico impregnó el  aire para el resto de sus días. Sus padres vieron el breve encuentro y el silencio que ambos hilaban mientras se miraban, así como el radical cambio provocado en el carácter alegre y feliz de Yuna.
Desde aquél día, en cada breve encuentro, en misa, celebraciones o salidas, harían lo posible para estar cerca, mirarse, hablar o permanecer juntos callados.

Sor Bibila los vio entrar aquella tarde al gimnasio y se acercó sigilosamente para ver que tramaban. Escondida, oyó como Yuna prometía ayudar a Mero si conseguía ganar el maratón que se celebraba todos los años y al que acudían alumnos y profesores de todos los colegios de la provincia. Yuna acariciaba el corazón de Mero, prometiéndole que si ganaba el premio se lo daría para ayudar a sus padres.

Al escuchar dos niños de corta edad dándose afecto y consuelo no tuvo valor para imponer la normativa y castigo del colegio, y al girar para salir con el mismo sigilo con el que había entrado, tropezó con el blanco uniforme y rígida mirada de Sor Ceferina que había presenciado la misma escena. Hubo cruce de miradas acusatorias y en silencio Sor Bibila salió sin dejarse ver ni oír por los niños.

Sor Ceferina pese a conocer la promesa de ayuda que Yuna había prometido a Mero, hizo gala de honestidad cumpliendo las estrictas normas castigándolos. Ninguno participaría en el maratón, quedando encerrados esa mañana, además de quedarse sin tele ni salida al patio la tarde del domingo.

Tres años seguidos habían alcanzado las largas piernas de Yuna la meta, tres años llevándose el premio mayor con duro entrenamiento ayudada por el profesor de educación física, y por un acto de estricta normativa mal aplicada, quedaba el colegio descartado.

Todos, alumnos y alumnas podían participar, pero quien prometía alcanzar la meta por sus condiciones físicas, su constancia y largas piernas era Yuna. 

Sor Bibila se enteró del castigo la misma mañana del domingo. No podía perdonar ni evitar el castigo impuesto por otra religiosa. Dolorida por el rígido corazón de Sor Ceferina recordaba la promesa que hiciera Yuna a Mero.

A las once de la mañana debían estar en el inicio de la carrera alumnas, alumnos y profesores que participaran, por lo que debían salir de los colegios a las diez.

A las diez menos cinco se suma al grupo del colegio una alumna grandota. Viste camiseta amarilla de chuches y pantalones blancos por encima de las rodillas, altos calcetines de colores y sandalias de cuero. Lleva el cabello recogido con gorra de visera y va excesivamente maquillada.  Su brutal atuendo provoca chismorreos y burlas siendo el hazme reír del resto de concursantes, pero no la identifican ni reconocen quien pueda ser.

Consciente de sus actos no habla con nadie, se escabulle cuando le preguntan. Lleva el número 121, el último número de los participantes del colegio y está inscrita como Bibi.

Ya están todos los participantes al inicio…hay cientos, el 121 mezclada entre ellos es objeto de carcajadas…se oye el disparo y empiezan a correr.
Bibi comienza airosa, como si estuviera entrenada. Con tanto afán y falta de entreno al cabo de tres kilómetros está a punto de caerse, le falta un ápice para rendirse, no puede más. Teme caer desplomada por  agotamiento y falta de fuerzas, además del dolor de piernas y pies.

De tanto calor a los cuatro kilómetros el sudor chorrea el maquillaje ensuciándole el rostro. El cabello hace acto de presencia al perder ganchos y gorra. Las medias como acordeones le estorban y, mientras corre se libera de ambos dejando al aire blancas pantorrillas sin depilar; "mejor descalza que sentir rozaduras y sangren los pies"

Le falta un kilómetro por correr de los seis para alcanzar la meta. Grandota, de colorida vestimenta, sudorosa y toda emborronada, descalza, frena el impulso y fuerza de competidores que al no poder contener la risa van mermando fuerzas, reduciendo pasos y aflojando tendones.

El público del maratón al verla pasar la animan con piropos y risas "da igual, que se rían todos, cuantos más se rían mejor, que se queden atrás" No escucharé quejarse a mi cuerpo, desconectaré el dolor y aunque caiga mi cuerpo por agotamiento, seguiré.

En la meta, el público está al acecho y es rodeada. Termina de salir del calvario y, una vez hidratada la acosan.  Están interesados en saber que ha motivado esa fortaleza.

Sudorosa y embadurnada, sus pies sangrando y sin recordar nada, ni quien es, bebe agua como mujer labriega, empapa toalla para aliviar calores y sudores de rostro y después, piernas y malogrados pies los riega con chorros de agua fría…mientras que su natural descanso es gravado por cámaras que esperan diga unas palabras al público que la animó a alcanzar la cima.

En las cámaras de TV reconocen el rostro de Sor Bibila.  Toda la provincia, obispado y religiosos ven un lado de realidad que no esperan ni desean. Sor Bibila manifiesta que debía cumplir la promesa de una niña que no ha participado por estar castigada. Cuando habla a las cámaras manifiesta que el premio no es suyo ni pertenece a la Orden religiosa. Los cámaras preguntan ¿No acaba de decir que la promesa era por una niña? Y  agotada sin miras al decoro y reputación a su colegio confiesa que pudo haber evitado que los niños fueran castigados si ella hubiera sido precavida al verlos hablar faltando a las normas, pues en ese momento no creyó que hubiera alguien más que observara la declaración de afecto y ayuda de ambos niños.

Sor Bibila ha dejado en evidencia a la orden religiosa, además de dejar en entredicho sus estrictas normas y castigos y sintiéndose responsable, ha intentado cubrir no solo una promesa, sino  ayudar a Mero que realmente lo necesitaba.


Sor Bibila da el cheque a Yuna y una fuerte emoción cubre a Mero cuando lo recibe. Está seguro que si ella hubiera participado también hubiera alcanzado la meta y habría cumplido lo prometido.

sábado, 23 de marzo de 2013

CUENTO: Nina (V) Inteligencia Vegetal.






El colegio de religiosas está repleto de antiguas reliquias. La Sagrada Eucaristía y el Santo Rosario  suceden todos los días. Además de estudiar, hay forzosas lecturas: La Santa Biblia y el Catecismo… con rapapolvos, para él “por si acaso” cayeran en pecado pequeñas almas nítidas.

Cristo se antepone aunque nunca esté visible. Tiene la facultad de conocer y saberlo todo, es ejemplo de abnegación, bondad, entrega y sacrificio.  Bueno…es  visible en retablos y esculturas, la más bonita, el Cristo crucificado colgado en la capilla. Los rostros de Cristo son moldes de dolor, súplica y perdón, sin una sonrisa que abrigue los tiernos corazones de las niñas.

Nina ha suspendido todas las áreas por falta de interés y atención. El curso sigue…sin ella, bueno, Nina está presente pero como si no estuviera, duerme, sueña o colorea. En vez de atender en clase, ve más atractivo el bostezo matinal de ramas y árboles y contemplar cómo escampan los primeros brotes.

Una mañana desde la ventana de clase Nina mira con mucha atención cómo planta pequeños árboles el jardinero. Piensa en la magia de compartir ambos reinos, animal y vegetal los mismos elementos para la vida; agua, aire, tierra y fuego. Ambos se nutren de los mismos ingredientes, solo que la estructura del reino vegetal requiere proporciones de esos elementos en cantidad diferente.

Millones de años antes de que aparecieran especies animales que progresaran y evolucionaran más tarde hacia la raza humana, surgió el reino de los vegetales. Su larga evolución como especie inteligente avanzó por aspectos no comunes al entendimiento y desarrollo humano. Su capacidad de contactar, de comunicar con otros seres nunca fue comprendida ni estudiada, más bien lo contrario, como si careciera de percepciones y sensaciones fue devaluada.

Es otra opción, otra forma inteligente de vivir. Para alargar su estancia en el planeta, supeditó estructuras y formas de vida, sumiso como esclavo a total dependencia de la tierra. Milenios contemplando los cambios que se producían en el agua, aire, tierra y fuego, dieron tiempo suficiente para pensar cómo sentir desde un mismo lugar orillas y costas de otras áreas del planeta. Jugó con bellos pigmentos, creó mágicas estructuras y sembró el suelo de abalorios, cautivadora geometría.

Es una fuente inagotable de sabiduría moldear un mundo de infinitos tonos verdes, aromatizar su aire, cubrirlo de multicolor y motear la espesura con bellas siluetas de frutas. La opción para perdurar es la simplicidad en las formas de vida, así logran ser ente principal, inteligencia vegetal, supervivientes que aman y cuidan la naturaleza.

Una simiente se aferra al suelo, se protege, profundiza, lo atraviesa como acero para anclar raíces. Cuando siente apresada la tierra empuja al exterior su cilindrado cuerpo y, con ansia de sentir luz y calor, la fragilidad del tallo cobra fuerza de puñal, capaz de atravesar estratos, mientras que sus estilizados cuellos se aferran estoicos a las hebras desnudas de sus nervios. El jardinero a los débiles y pequeños les une fuertes tacos de madera sujetos con anchas gomas negras, les auxilia a soportar los violentos vaivenes del viento.

Nina, cuando llega la primavera les ve alzarse y expandir sus brazos. Más tarde les ve aflorar sarpullido, un suave Cupido de tierno algodón seguidas de miles de hojas chicas, de aspecto lozano, de oscuros granates expuestos al sol… amontonadas unas sobre otras como en maratón. El aire se vuelve serpentín, forma pelotillas huecas de algodón y cubre de blanca nube tablados paseos, calzadas y bosques.  Es hilo de suave hebra, etérea espuma vegetal que cubrirá la parte más tierna de  los nidos.

Una mañana en plena clase Nina descubre un pequeño amasijo entre ramas. Ante la sorpresa se le escapa… ¡HAY! e interrumpe la clase de la profesora. La hace levantar para que explique qué le provoca sorpresa. Las compañeras observan tras cristales la arboleda pero no aprecian nada diferente. Nina dice que en el árbol de enfrente, tres ramas sujetan un pequeño nido.

Al terminar la clase las niñas salen corriendo  para verlo. Nina siente una punzada de dolor al sentirse responsable de exponerlo al peligro.

Una madrugada de marzo, el colegio entero dormía, menos Nina que desvelada, no podía por el frío intenso que rodeaba al nido.

Sin despertar a nadie en camisón y zapatillas sale al jardín. Rodeada de frío glacial Nina ve escampado hilos, hojas y ramitas del nido. Con gran desasosiego busca largo rato hasta encontrar cascarillas de huevo y el cuerpecito peladito de una cría de pajarito, a varios metros de su árbol cobijo.  Nina protegiéndolo, lo guarda en su mano derecha. Obsesionada con la búsqueda del resto de aves del nido, no atiende a los azotes de llanto del gélido frío.

Nina oye voces. Siente que la mueven y lavan, oye pisadas y mucho ajetreo, pero no es consciente de lo que pasa. Oye voces femeninas decir que al intentar abrirle la mano derecha para lavarla convulsiona. La mano cerrada, con puño firme guarda algo. En otra ocasión le pareció oír la voz del médico decir “si no remiten las fiebres este fin de semana, el lunes por la mañana a primera hora, deberá ser llevada al hospital”.


Nina despierta el domingo después de haber permanecido inconsciente tres días por alta fiebre a causa de una neumonía. Despierta con hambre y al ver en la mesita la bandeja con tazón de leche y magdalenas, abre el puño y deja en su lugar lo que guarda.  La Sor al recoger el desayuno, pega un grito y le cae la bandeja al suelo al ver en el papel de las magdalenas una cría de pajarito.

miércoles, 6 de marzo de 2013

CUENTO: Nina (IV) Clases, chuches y castigos.




La vitrina: chuches y otras cosas.

La vitrina de los chuches se halla situada en la salita de estar, única gran sala donde descansan y ven la televisión las niñas. La vitrina está dividida en cinco estancias horizontales de cinco metros de largo. Su base de madera mide un metro de alto, sus puertas correderas siempre estuvieron cerradas, nunca se abrieron para nada, así que ninguna sabe lo que guarda. Sobre ella se levantan cuatro alargadas estancias acristaladas. La custodia un gran candado que se abre cuando las pequeñas se ponen en fila en riguroso orden de llegada, siempre en horas de recreo.

Zonas altas de la vitrina
Se visualiza con nitidez material de diversa índole: estilizados lápices de punta carbonada muy fina, algunos llevan incorporados sombreros de coloreadas gomas de borrar. Cajas de lápices de colores Alpino en diferentes tamaños…para según presupuesto; la más pequeña contiene seis colores; la caja mediana tiene doce, hay más tonos; la más grande, tienen veinticuatro…es la más cara y agrupa gran variedad de tonalidades. Gomas de borrar de varios tamaños, de agradables olores y colores. Sacapuntas de metal y plástico. Bolígrafos Bic azul, rojo y negro. Libretas de varios tamaños y grosores, cuadriculadas, lisas y en rayas con rígidas tapas de cartón bañadas de intensos colores. Paquetitos de plastilina para que la creatividad de diminutas manos modelen sus sueños.

No faltan objetos religiosos: tarjetas postales de santos con su oración y plegaria santoral, escapularios, estampitas, rosarios, cadenitas, medallitas de la Virgen María y Crucifijos. Hay material de correos: cartas, sobres y sellos para escribir a casa, y tarjetas-postales de bellas ciudades españolas donde lucen soberbias arquitecturas monumentales.

También hay muñecas, sin pequeñas que las besen, manitas que laven y peinen que anhelan ser abrazadas y estrujadas mientras duermen. Sentadas tras cristales permanecen estáticas en el tiempo. Un cúmulo de luceros vivaces, guardan en infante corazón, deseos incumplidos. El candor de miradas inocentes desvelan “no la compres, desaparecerá la primera noche”.

Zonas bajas de la vitrina
Contiene infinitos sabores, seductores colores y atractivos olores guardados en grandes y transparentes botes de cristal, separados según tipo de golosina. Los caramelos visten transparencias provocativas y estimulantes sabores…que esperan ser confín de sonrisas en pequeñas siluetas labiales.

Caramelos sugus, chicles, suculentas nubes esponjosas, gigantes fresones, palitos de fresa, moras rojas y negras, piruetas, palitos pica-pica, chupa chus, gomas elásticas con fragancias fresa y limón, maxi-crujitos, caramelillos vestidos de brillantes cubiertas sabor a menta, miel y limón, puro-moro o largos palitos de regaliz negro, la-casitos, conguitos de chocolate y varios tipos de chocolatinas.


Hay grandes caramelos de chocolate cuadrados envueltos de doble faldón y guapa capa. Bajo el papel dorado hay otro blanco en contacto con el dulce. Tras el primer mordisco sella la boca. Apodado por las niñas como “el sacamuelas” impide abrir la boca al pegar las muelas. Deben esperar largo rato para que el efecto de la saliva consiga disolverlo. Están prohibidos en clase. A quien pillan con chicle o sacamuelas, la profe se lo lía en la cabeza.

Nina, en sus años de colegio tuvo sacamuelas y chicles en la melena obligándola en tres ocasiones a cortárselo como un chico, viendo malogrado su deseo de lucir melena, presumir larga trenza y sentir saltar al caminar sus onduladas coletas negras.

La espera
Nina recibe cuatro pequeños envíos de dinero al año. Lo necesita para cubrir un pedacito de esa empalagosa dulzura necesitada. Cada espera se le hace eterna y cuando llega tiene tal ansiedad acumulada que como imán atraído por hierro se pega a la vitrina. Cuando oye la sirena de salida al recreo, en vez ir al patio, como flecha va a la salita…debe aventajar en la cola, o ser de las primeras para poder elegir los chuches que le gustan. Dulcemente saciará y silenciará los bailes y truenos que brotan de su barriguita.

Nina goza al ver sus bolsillos cargados de esponjosas nubes de aromática fresa, polvoreados de azúcar glas muy fina. Debe comerlos antes de caer dormida, de lo contrario a la mañana siguiente se hallarán en otras tripitas.

El dulce reparto
Cuando en grupo de amigas, una de ellas se puede comprar, las demás esperan cerquita y una vez obtenidos forman círculo para saborear los caramelos una a una. Primero lo saborea quien los paga, después ensalivados, los van pasando una a una, así hasta que al final todo el grupo saborea las dulces golosinas.

Cuadernos, olores y sueños
Cuando Nina estrena cuaderno, la suave fragancia que emana embruja su olfato, esbozando la mente a la quietud.

La inspiración de un aroma, adula y despierta al resto de sentidos. Nina se siente arrastrada, incapaz de luchar, cae plácidamente dormida. Olvida por completo donde está, perdiendo el hilo de la clase.

A media mañana, en el pupitre reposa su cabecita, rodeada de sensaciones, el sol la cubre de caricias. Nina adormece a las doce del mediodía. Sueña oír lejano la sirena de salida, en ese momento para no quedarse sola, fragmenta su sueño matinal. Sale y entra a clase como si fuera refugio diurno de ilusión, ensueño y fantasía. Sin aprender nada, se sienta la última para no ser vista ni ser llamada a la pizarra.

Soy un burro
Un día, la profe con gran sentido de ridículo ajeno, la descubrió con la boquita abierta cayéndole la babita. Nina, plácidamente al calorcito del sol, dormía.

¡Nina! sal a la pizarra…Nina dormía. ¡Nina! que salgas a la pizarra, Nina durmiendo ¿es posible que no despierte? ¡Nina! Toda la clase mirándola y riéndose. La compañera de delante le da pataditas para que despierte, pero ni esas. Al cabo de un rato de ser objeto de atención despierta asustada al sentir el empujón de Carlota, amiga y vecinita.

La profesora, ordena que salga a la pizarra y repita la clase dada en la mañana. En silencio, rodeada de miradas y risas arrastra sus ojos hasta tropezar con el rostro amargo de la profesora, que con aspereza insiste que salga a la pizarra.
Si no lo hace bien, la pondrán la diadema de grandes orejas peludas y encima del uniforme le coserán el chalequito con letras mayúsculas ¡soy un burro!

Haber Nina, empieza multiplicando 485x1000 y divide 485/1000.
POR DIÓS, POR DIÓS, VIRGENCITA MÍA…

Nina rompe varias veces la blanca tiza hasta alcanzar a escribir con pequeños pedazos, primero números y signos, después para, no puede seguir, no sabe mover las comas de multiplicar ni dividir.
Teme lo que le espera, le entran rápidas ganas de orinar. Su pequeño cuerpo tiembla esforzándose a no caer al bailarle las piernas. Sabe que si no sale airosa llevará colgado cartel y no puede permitírselo. Después de ver con mucho cabreo a la profe y concentrarse en cómo lo hace, descubre que sólo es cuestión de correr la coma.

Multiplicar, correr la coma a la derecha. Dividir, correr la coma a la izquierda. Empieza a realizar bien divisiones y multiplicaciones por fortuna sólo realiza operaciones de 10, 100, 1000…por ahora se libra de llevar el trajecillo. La profesora al ver que al final no puede colgárselo, llama salir al pódium a Carlota.

Otra que anda en las nubes. Carlota por lo general no duerme en clase, atiende, pero le cuestan las matemáticas, no sabe correr la coma derecha e izquierda y le colocan el trajecillo.

Ninguna de las que anteriormente llevaran el trajecito habían llorado. Carlota no se mueve, permanece quieta mientras la profesora cose con rabia el chaleco de burrito. La clase inmóvil presencia su dolor, aunque no entienden su intenso llanto.
Mientras, Nina se siente rodeada de calor y tibia humedad. Al ver a su mejor amiga sufrir lo que escasos minutos antes, fuera destinado para ella, la impacta de tal manera que sentada en el pupitre, sin darse cuenta se orina encima.

Al salir al patio, el grupo de amigas la hacen compañía para evitar burlas de otras aulas, entonces Carlota les dice que le duele la espalda y siente pegada la ropa. Las niñas quedan aterradas al no poder levantarle las prendas al ver cosido el chaleco a la menuda espalda de Carlota. 

Imitando a ser mujercitas
Una mañana, en clases de matemáticas, la Sor entró con prisas a clase para avisar a la profesora que acudiera a una llamada urgente. La profe sale dejando sus pertenencias en el aula.

Entra al cabo de quince minutos, sube al pódium dispuesta a seguir con la clase. Realiza un parón, se queda observando al aula, las niñas no comprenden al ver su cara de asombro, como si estuviera viendo película de terror… y exclama ¡QUÉ HORROR! ¡QUÉ HORROR! Y sale corriendo sin decir una palabra.
Enseguida entra con la Hermana Directora y suben al pódium, calladas miran atónitas a las menudas. Las niñas contentas, se sienten guapas, femeninas y adultas. Perfumadas, llevan pintarrajeadas los labios, rayas y sombras en los ojos y un puñado de coloretes. Parece un aula de viejas marionetas.

¡QUÉ VERGÜENZA! ¿NÓ OS DA VERGÜENZA? ¡HALA! Castigo general. Del próximo dinero recibido, cada una pagará una cantidad que irá íntegro para comprar un perfume y neceser completo a la profesora.

Castigadas sin chuches
En horario del descanso, esquivos ojillos infantiles esperan liberar el sonajero de llaves que lleva la monjita. Su cintura luce ancha correa, parece un tonel presionado por la mitad a punto de estallar. Del cinturón cuelga enorme aro de hierro, donde caen las llaves del convento que cierra estancias prohibidas. Las niñas la llaman Sor serena en honor al sereno que hace muchos años patrullaba calles, custodiando en horas nocturnas a señoritas y caballeros viandantes.
Sor serena, encargada de la vitrina, pesa más de 130 kilos. En días festivos, las hermanitas hacen comida especial.

La orden religiosa aprovecha el festivo para tomar vinito del cura. Después de comer mientras las niñas juegan, Sor serena encargada de vigilar la tele y juegos de las niñas cae profundamente dormida. Al no estar habituada al vinito, su viejo organismo sucumbe al calor metabólico por exceso de comida y algún que otro pastelillo. Cae en sopor, roncando una hora en el sofá…muy cerquita de la ilustre vitrina.

Sus pequeñas miradas hablan, cientos de ojillos tienen el mismo pensamiento, el mismo idioma -las golosinas- pero han de poder abrir la vitrina.
No es fácil acceder a la correa de la Sor mientras duerme. El grupo de llaves que cuelgan del gran aro pueden despertarla. Se necesita pensar para hacerlo bien. La Sor siente debilidad por la dulce cara angelical de la mimadita, siendo frecuente cogerla en sus brazos mientras duerme una siestecita. Se establece un rápido plan.

Cuando vaya a caer dormida, te arrimas a sus brazos, al reconocerte confiará, así que iniciarás el camino para que nosotras podamos actuar. Pondremos crema al cierre del cinturón para liberar el aro…pero las llaves sonarán, entonces Nina dice yo sé cómo quitar el sonido de las llaves para no despertarla. Se miran entre ellas y se ríen al ser la última de clase, menosprecian su opinión, pero al discutir un rato las nulas probabilidades de silenciarlas, terminan pidiendo a Nina que hable. Nina dice que moldeando bastante la plastilina y dejando las llaves pegadas a ellas silenciarán el ruido, pero ¿de dónde sacan la plastilina? Nina responde rápida; de la clase de los peques.

El plan
Sor serena cae dormida, rodean sus brazos a la enchufadita dejando caer del lado izquierdo en el sofá para dejar libre al aro y situar el cierre a favor del resto que al acecho esperan realizar su trabajo. Untan de Nivea el cierre y enseguida ponen gran cantidad de plastilina de varios colores, frenando los movimientos del gran manojo de llaves.

Ya está…la vitrina abierta. Deben darse prisa pues puede acercarse alguien y descubrirlas. La enchufadita se planta, pide sea ella la primera en coger, pero no puede soltar de golpe la masa cordera de la sor. Sabiendo el riesgo que corren, elije tranquilamente cuanto cabe en sus bolsillos, así que es la primera en salir de la salita. Las demás cogerían chuches con ansiedad y miedo de ser pilladas con las llaves y manos en la vitrina.

Al cabo de treinta y cinco minutos, Sor Serena despierta, se ve sola, no hay ruidos, ni una niña en la salita, alegres las ve jugar en el patio. Empieza a movilizar su pesada carga y al levantarse cae su pesado cinturón al suelo, cuando se agacha a cogerlo está resbaladizo. No comprende, las llaves están untadas de plastilina mientras que la vitrina y botes abiertos están vacíos de golosinas.

domingo, 17 de febrero de 2013

Año 2050



Los países más poderosos de la tierra compiten en el descubrimiento de planetas con posibilidad de ser habitables para la especie humana, preferiblemente virgen, sin previo desarrollo de otros seres…superiores e inteligentes.

Tras más de 70 años de creciente evolución en la era espacial, surgen conflictos por el elevado coste que conlleva la elaboración de naves altamente sofisticadas y equipo de tripulantes cualificados para tales misiones. El estudio inclina la balanza en que lo más indicado en viajes espaciales son naves diseñadas para cubrir determinadas áreas del espacio de larga duración tardando décadas en su regreso a casa. Para ello las naves deben estar adaptadas, auto-abastecerse valiéndose de sistemas de recogida y almacenamiento de la energía del propio cosmos.

Las primeras naves fueron tripuladas por humanos. Más tarde se introdujo robótica para suplir funciones de riesgo, dirigidas por avanzada tecnología digital. Posteriormente se sumaron robots humanoides construidos para viajar al espacio, fácilmente dirigibles con capacidad de pensar y actuar ante adversidades, diseñados para facilitar tareas de ayuda a científicos y astrónomos en el espacio.

El avance tecnológico se aplica al ser humano. Los astronautas llevan incorporados en su cerebro microchips, nano-partículas inteligentes según área cerebral, modulando y ampliando su capacidad mental a través de dispositivos y transmisores neuronales potenciando sus conocimientos. Cada astronauta científico adulto lleva en su cerebro una enciclopedia de conocimientos en su especialidad.

Se consideran necesarios dos científicos astronautas altamente cualificados de cada especialidad si el viaje dura menos de tres meses. Se amplían el número de astronautas si el viaje puede durar de cinco a diez años y para viajes de décadas se incluye nave y tripulación en la que se introducen por primera vez familias enteras, también menores y adolescentes con autorización paterna. Los menores deben ser superdotados. Reciben fuerte preparación en conocimientos Aero-espacial, Física, Electrónica, Medicina, Bioquímica, Química orgánica, Robótica Quirúrgica y otras áreas científicas.

El ser humano ha alcanzado a asentarse en lugares donde los conocimientos adquiridos sirven como base para seguir su desarrollo en el planeta tierra, pero se dan cuenta que no están lo suficientemente formados, que las áreas conocidas en Matemáticas, Física, Química y otras disciplinas que se aplican en la tierra no se pueden aplicar a otros mundos.

Los viajes estelares son frecuentes y altamente demandados. Existen centros de formación desde muy temprana edad. Las familias que sean aceptadas deberán estar convenientemente preparadas para vivir varias décadas fuera de la tierra, descubrir nuevos mundos, encontrar nuevas formas de vida y adaptarse a medio inhóspito.

La formación de pequeños astronautitas es dura. Todos deben poseer conocimientos suficientes de las áreas antes descritas. Ante problemas que surjan fuera de la nave, no podrán valerse de ayuda tecnológica avanzada. Deben saber sobrevivir y desenvolverse en reparar sistemas de comunicación, saber actuar ante una hemorragia interna y practicar la cirugía sin ayuda robótica.

Hay comunión entre tripulantes y astronautas. Subsistir es lo importante y ante eventos, situaciones críticas o de peligro, se antepone no dejar abandonado a ninguno de los suyos.

Una nave de grandes dimensiones se prepara para realizar viajes al espacio para descubrir nuevos mundos. Es dirigida por astronautas adultos pero cada uno en sus funciones tiene a su alrededor de forma permanente cuatro astronautitas. Los menores reciben clases prácticas para saber dirigir la nave.

La nave y tripulación deben estar protegidas, se espera que niños inteligentes, disciplinados y formados sean capaces de pilotar la nave si por circunstancias los adultos tuvieran problemas de dirigirlas. Han de traer de vuelta los descubrimientos estudiados y analizados previamente en los laboratorios y equipos de investigación incorporados en la nave.

Desde tierra se visualiza la ida hasta que la imagen pierde su trayectoria alcanzada cierta distancia. Pasará mucho tiempo para saber de nuevo de todos ellos. Hasta ahora, de las doscientas naves que han salido al espacio regresaron ochenta, no conociendo el paradero del resto de las otras naves.

De las naves que han retornado, las primeras volvieron dentro de la “normalidad esperada” El aislamiento, la soledad, la afectación neurológica y física durante un tiempo dejaron su huella y el resto regresaron sin traer de vuelta a todos sus tripulantes. Hubo pérdidas humanas por accidentes, enfermedades sobrevenidas por el roce y heridas causados por materiales y vegetación de otros planetas, enfermedades mentales y también algunos desaparecidos.

Tras dos años descubriendo planetas no habitables, la nave capta mediante sofisticados sistemas de  contraste ultravioleta, la posibilidad de vida en un planeta cuyas características son similares a la tierra. Tiene una estrella que aporta calor y mantiene líquida el agua en su ecuador con la salvedad de tener a corta distancia dos lunas.

La nave comienza su descenso a tierra a las diez de la mañana. Los datos químicos dicen que hay vida basada en la química del carbono, pero no detectan presencia de ningún ser vivo ni el más mínimo movimiento de su aire. La nave aterriza en ecuador cerca de caudaloso río. Antes de enviar a Hércules “el robot”, desde la pantalla interior  visualizan zonas próximas de extensa vegetación.

Hay enormes bosques de árboles secos como si hubieran sido quemados por calor. Llama la atención que en las orillas del río también predomine marrón, en su seca vegetación no hay color. Hay desasosiego que no pueden explicar, surge el miedo ante tanto silencio. Todo inmóvil, parecen bosques gigantes de papel, grotescos troncos llama la atención, parecen haber sido doblegados en cartón.

Después de dejar que Hércules hiciera el paseo preliminar e indicar que no hay rastro de vida, un grupo de cuatro astronautas pisan tierra para ver el planeta de bosques secos. No hallaron seres ni movimiento alguno de árboles, tampoco aire que les refrescase.

A la tarde, el grupo de científicos que había caminado por el bosque, se encuentran discutiendo las causas de las características de habitabilidad del planeta, sin comprender como era posible que pese a tener agua líquida, aire respirable y vegetación abundante no hubiera vida vegetal ni animal y que el aire estuviera tan quieto.

Están tan centrados en lo que discuten que no prestan atención a Hércules que paralizado observa en pantalla sonidos, movimiento y color. Al salir por la mañana a dar el paseo, su sistema electrónico no detectó lo que ahora está viendo. Su concentración les llama la atención y descubren en la pantalla un mundo diferente, totalmente opuesto al que vieron por la mañana.

Su asombro es grande. Han pasado ocho horas y el planeta no parece ser el mismo, ha cambiado por completo. Tras la pantalla visualizan el movimiento de ramas, corre el aire, se oye el canto de aves y movimientos de grandes insectos, se oye gruñir a animales y lo más llamativo; la selva, plantas y árboles visten serosa verde iluminada. Sus ramas muestran frutos maduros donde horas antes no había nada. ¿Cómo es posible que en tan solo unas horas se haya producido un cambio tan radical en la naturaleza?

Un cambio tan brusco ordena de nuevo a Hércules a la selva. Pasa el tiempo y Hércules no aparece. Sospechan que algo le ha ocurrido, pero al cabo de tres horas regresa cantando. Los azúcares que manan de flores y frutos desorientan su instinto y pese a ser un robot, olvidó regresar enseguida a la nave.

Hércules contento trajo buena información, así que el mismo grupo que antes pisara tierra, volvió a salir. Tras las primeras bocanadas de aire dulce, les cuesta resistirse a comer sus frutas. Saben que no deben, pero el viento que respiran contiene partículas que les priva la razón y los cuatro astronautas terminan comiendo de sus frutos. No habían probado delicia igual, jugosa de grato aroma, ciruelas tamaño pelota pin-pon.

Se recogen muestras de agua, suelo, plantas y llevan a la nave diferente tipo de frutas.

Han pasado doce horas, la tripulación está dormida. La nave es vigilada por circuitos inteligentes y creen estar seguros dentro, que no corren peligro.

A la mañana siguiente, ninguno de los científicos que bajaron y consumieron frutas hace acto de presencia en su puesto y al no responder a las llamadas acuden en su busca.

Uno de ellos lo encuentran enrollado como una oruga en el invernadero. Cuando lo despiertan ven su mal aspecto, su cara hinchada parece haber cambiado. No puede levantarse por fuerte dolor abdominal. Al segundo lo localizan en la zona de ocio ajardinada, tumbado y enroscado, con fuertes mareos y pérdida de la razón. Al tercero lo pillan en los laboratorios junto a las cajas que contienen las frutas para investigación y al cuarto lo encuentran en la huerta vegetariana, en el suelo sudoroso y arrugado de dolor incapaz de emitir palabra. Los cuatro padecen los mismos síntomas.

La casualidad que los astronautas que salieran de la nave consumieran frutos y enfermaran, abre protocolo de hospitalización y son sometidos a aislamiento en cuarentena. El hecho que los cuatro fueran encontrados fuera de su habitáculo de descanso y se encontraran sus cuerpos casualmente en invernadero, jardín, laboratorio y huerta vegetariana hace pensar que se está produciendo un cambio metabólico en sus cuerpos que les hace estar próximos al mundo vegetal.

Los dolores van en aumento, los analgésicos no son capaces de calmarlos llevándoles a la locura. Una noche duermen tras inyectarles varias dosis de drogas. Mientras el Doctor hace guardia, vigila de vez en cuando tras la pantalla. En una de sus observaciones se le hiela la sangre al ver movimientos extraños en uno de ellos. Llaman a Hércules que inspeccione, pero su intuición robótica le dice que desobedezca, algo anormal pasa pero no sabe que es. Al final entra a la sala y ve los movimientos extraños en el abdomen de uno de ellos, pero el que está en la camilla de al lado pese a estar sedado está inquieto, como sufriendo algún ataque…en sus articulaciones ve movimiento anormal. El que parecía que duerme despierta de manera rápida porque siente moverse sus ojos. Hércules se asusta al ver salir un pequeño brote verde del lagrimal de uno de sus ojos. El cuarto parece que duerme. Cuando se gira para acomodarse en la cama la sábana está mojada. Al principio Hércules cree que es a causa de deshidratación. Al levantar la sábana observa la espalda rugosa, llena de pequeños bultos que rezuman mezcla de sangre y agua.

La enfermedad de los cuatro científicos no tiene cura y va a mayor. Sus dolores son insoportables, no hay droga que aplaque tanto dolor. Los aíslan a un lado de la nave cuando los gritos de dolor alteran y preocupan a tripulación y familias. Dos de ellos se incorporaron en grupo familiar y tienen hijos menores de doce años.

Tras más de dos meses de intensos dolores en que sus cuerpos han ido deformándose, remiten llantos y gritos, apenas se les oye gemir. De sus articulaciones brotan abruptos bultos, deformándose pies, piernas, brazos, tronco y rostro.

La tripulación ha desobedecido órdenes con graves consecuencias, especialmente para la vida de cuatro científicos de los veinte que formaban el equipo de investigación. No saben cómo actuar ni que hacer, así que permanecen en la nave sin volver a salir a pisar el planeta.

Una tarde realizando el Doctor vigilancia médica de los aislados, coincide con la guardia en los laboratorios del Doctor en Bioquímica y está analizando las particularidades de las frutas que causaron el daño. Percibe que las frutas cambian de aspecto. Cuando llega la tarde tiene mejor color y desprenden aroma y le hacen sentirse eufórico, diferente y comenta ese dato con el equipo médico que atiende a los enfermos. Ambos se miran al momento al comprender que las plantas sufren metabolismo acelerado a la tarde, al acercarse las lunas. No solo eso, sino que los olores que desprenden aturden la razón para que consuman sus frutos.

Comparando el comportamiento de árboles frutales y los astronautas afectados perciben que descansan mejor y reducen su dolor al amanecer, y al contrario, el dolor aparece y aumenta cuando la selva cobra vida, especialmente al asomarse sus hermosas lunas. El metabolismo de los cuatro responde  igual que los vegetales del nuevo planeta.

Es un entramado inteligente, todo cuanto existe alrededor de las plantas participa, todo cambia con el acercamiento de la noche.

Los que fueron grandes y eminentes hombres ahora no pueden ver, sus brazos y manos se han deformado, lo mismo las piernas y pies. Sus cuerpos presentan tantas protuberancias que ya no se distingue y sus cabezas son increíblemente terroríficas. ¡Cuando dolor debieron pasar al sufrir este cambio tan horrendo!

Por fin cesaron los gritos de dolor, no se les oye llorar, parece que el cambio culminó, pero ahora no parecen físicamente humanos. No hablan, apenas se mueven, no comen y algo curioso; se oyen gemidos al salir las lunas, pese a estar totalmente aislados en un lado de la nave.

Después de deliberar que hacer durante días y permanecer sin salir tres meses a causa de la enfermedad de cuatro compañeros deformes que no pueden comer ni beber, no pueden hablar, no se mueven, no pueden ver y que tan solo se les oye gemir cuando afloran las lunas, por unanimidad son abandonados en el planeta, en el mismo lugar donde meses antes comieran los jugosos frutos.


Surgen por primera vez situaciones de tensión y violencia  por la decisión de abandono por parte de familiares de los afectados. Dos de ellos tienen astronautitas menores y no comprenden que dejen abandonados a sus padres. Son niños superdotados, pero incapaces de entender lo que sucedió y mucho menos la determinación general tomada por adultos de dejarlos en un lugar peligroso y extraño.