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sábado, 4 de abril de 2015

El vuelo del carpintero



Villa Salandra es una humilde aldea que luce flexible calzada de grueso musgo sujeta a la tierra. Su ungüento tránsito se hincha y dilata hasta hallar la cumbre, y allí, el pequeño poblado cautivo de lozano pasto, queda al amparo de perversas murallas y denso velo.

Al alba, estiradas lavandas pululan vapores al viento que patina sereno sobre piel, como seda deshilada. Su triunfante calzada y magnos altares silban porosas voces de héroes olvidados. Entre islotes quebradizos, se oyen almendrados susurros clamar bajito, bajito, gruñendo y rumiando sibilinos gemidos.

Al atardecer, el gélido crepúsculo camuflado como ladrón, se oculta entre ilustres sombras y abruptas crestas audaces, y al anochecer, confinada, recibe álgidos vientos, y, mientras sus almas dormitan, fieras sombras pasean soplos nevados nacarando altares callados y, cada amanecer, su nítido manto queda fragmentado en graciosas vidrieras, luciendo lechosas calzadas tupidas de melaza y tensa yedra. 

Bajo aterciopelados pies, sus valles visten cipreses estrujados, bien apretados, mitigando cantares eternos del dócil regato.  Sobre pulidas orillas se esparcen esferas de piedra chica, tan chicas como canicas, tornando tapices multicolores según brille el sol y vaya pasando el día.

De jaleo y griterío del lugar circulan los justos; lazarillos guiando manadas de cabritas, el escaso bullicio de saludos y cumplidos, más la venta de alimentos en apacibles ramblas de tan solo treinta vecinos.

Entre escasos moradores, vive un longevo artesano que nutre y esculpe con nutrido apego, fuera grande o pequeña cualquier rama, madero intacto o astillado.

El curtido viejo, además de andar curvado, muy doblado, cosecha fósil hollejo plagado de pliegues.  Sin embargo, posee manos exquisitas, largas, suaves y refinadas, de mozuelo adolescente “como esbozo pincelado por el Greco”, y, como si fueran independientes de su envejecido cuerpo, como si hubieran sido superpuestas, carecen de arrugas, a diferencia de su apergaminado boceto.

Sus finas manos tienen la destreza para moldear y enlazar las vetas más profundas de los leños. Tan pulcro y pulido es su trabajo, que peleles quietos e inmóviles parecen vetar al suspiro, al aire, la brisa y viento, revelándose vivos…en perpetuo movimiento.

Se emplea tan afanosamente que no escucha el run run, run run, azotando su buche pegajoso, y cuando éste patea violento clamando como un potro hambriento, taciturno sacia el hambre y sed sintiéndose estallar repleto. Entonces derrotado, cede al descanso apoyando su fruncida frente sobre aparejos de trabajo.

¡Qué dichoso se sentía realizando pericias con sus manos! Tenía tantos encargos que además de perder la noción del tiempo, se olvidaba a quién debía enviarlos.

Un día, ensimismado en su afán no se percató de sus pasos ni movimientos. Concentrado, sin dolor, sin sentir presión, como vagando descalzo entre hilos de algodón, reaccionó al sentir caer un pequeño torso de madera a tierra, y cuando se agachó a recogerlo, cayó una manita de tablita al pavimento. Creyendo que fuera por despiste o agotamiento, clamaba “que torpe estoy”, no dando importancia al sin fin de muestras que de repisas caían derribadas al suelo.

Una noche, después de varios días cayendo partes de juguetes ordenados y colocados en su lugar a la espera de ensamblar, algo le asustó y cayó hacia atrás golpeándose la testa. En esos momentos temió ser atacado por un bandido que quisiera robarle o pretendiera hacerle daño. 

Agitado por el miedo, intenta divisar quien se oculta en su menguada guarida. Tras minutos de aguda retina paseando estantes y esquinas, no consigue vislumbrar los destellos móviles que provocaran su angustia.

Dos segundos pasaron y de golpe… “ZAS” sintió erizar sus rizos ceniza mientras oía el burbujeo pavoroso escapar de células recónditas, “sintió no hallarse solo y ser observado”.

Tras varios minutos sin que ocurriera nada, pensó que quizás debiera hablar, preguntar quien había ahí, e intentó alzarse, pero al moverse “ZAS” las sombras volvieron a surgir, así que tembloroso y turbado con agitada voz se puso a recitar:

Soy un humilde carpintero que ningún mal hace.

Mis manos no pueden estar quietas, 

por eso trabajo sin descanso.

Mi mundo es realizar obras bellas con esmero y tacto.

Mientras les doy forma, siento que acarician mi regazo.

Trabajo sin descanso noche y día hasta recuperar 

la viva esencia de su pasado.

Sin respuesta, firme como reptil, agudiza morosos sentidos quedando varado en su armadura de huesos y propios crujidos, y agudizando tímpanos y no percibiendo asomos ni ruidos, se aúpa lentamente mientras ve esparcir torpes vuelos que agitados, brotan de su marchitado dibujo.

No recuerda cuando cambió de gabán por última vez. Y durante el proceso que bien pudiera haber durado semanas, quizás meses, no ha provocado dolor alguno que llamara su atención. Algo muy extraño, fuera de la realidad creció en el reverso de su plegada hechura.

Tras descubrir que su vetusto cuerpo ha desarrollado protuberancias móviles en sus frágiles omoplatos y que de ellos brotan pelusas “como primeras plumillas de un tierno polluelo” pasa la noche llorando y desconsolado. Fueron las patadas feroces de su vientre quienes le avivaron, pero ante la angustia y ansiedad creciente por el  infortunio de verse diferente, sin comprender las causas del cambio a su avanzada edad, ceba y acalla los golpes con el poco alimento que en su alacena queda, y derrotado, abandonándose en su pequeña guarida se refugia inhalando maderos que aguardan turno para salvar su espíritu, y, mientras exhala su último aliento, inspira con fervor identificando aromas;  el abeto, el alcornoque, sus añoradas acacias y exudados de diferentes resinas.

Han pasado más de treinta años y pequeño poblado ha crecido.  La vieja casa del carpintero se encuentra abandonada, llena de maleza, parece la caseta de un cuento creada por las manos de un crío. Su tejado ataviado de rotas pizarras se haya atravesado por colosal árbol que trepó durante años campante y tranquilo retozando y jugando entre brotes y rulos.

Ante la necesidad de limpiar y agrandar la plaza del poblado, por unanimidad, los vecinos deciden derribar la caseta del carpintero. Limpiando primero los alrededores del pequeño hogar para después demoler sus ruinosas paredes, asoma un tronco cuyo diámetro mide doce metros.

Llamado el guarda-bosques para que aclare el tipo de árbol dadas sus rarezas y características excepcionales se presentó radiante dándose importancia, pero en segundos, su rostro airoso y triunfal quedó cuadrado, y, sin escuchar reclamos y quejas de alcalde y vecinos guardó solemne silencio, al tener frente a él, un digno espécimen incapaz de identificar.

Su tronco se eleva como si una fuerza íntima lo hubiera alzado y atravesado desde tierra abriéndose paso secreto a través de rugosas órbitas. En el cohabitan distintos tipos de maderas. Las ramas tienen brotes diferentes y sus diversos frutos convergen en armonía, no brotando al exterior, sino germinando y brotando en su interior.

El fósil pellejo y fósiles huesos del carpintero fueron pilares y a la vez nutrientes que sirvieron para que el resto de maderos que estaban a la espera pudieran fusionar de nuevo sus raíces para sentirse vivas.

Además de tener un aspecto extraordinario, pues no hay vegetal que reúna sus cualidades injertadas y en perfecta armonía, transmite gran paz a quien descansa bajo su sombra.

Cuando los pobladores acuden a su alfombra, si guardan silencio, oyen el fuerte golpeteo de millones de gotas lavando bosques tupidos de diferentes hojas “como si millones de aplausos de pequeñas manitas semejaran copiosa tormenta” y, si respiran con energía sienten la fuerza del oxígeno entrar con aceites resinados purificar sus húmedas células.

Algunos vecinos comentan que mientras se hallan bajo su sombra han sentido el conato de altos vuelos de sus ramas. También hay infantiles rumores “dicen que mientras juegan caen pequeños brotes” como si el árbol al sentirlos jugar y reír aleteara pequeñas ramitas…que los críos recogen y llevan a casa para ver brotar delicadas pelusas, al igual que las primeras plumillas de un tierno polluelo.

 

domingo, 22 de febrero de 2015

Canto de estrellas.




Naufragando en la oscuridad, rodeados de negrura  infinita, anoche, en la Estación Espacial Internacional ISS, sucedió un evento inolvidable. Una odisea, una  locura y a su vez un trance glorioso, acaso… un sibilino delirio.

Cumplida la jornada, el equipo  de seis astronautas que anidan la nave, consumen el último refrigerio confraternizando entre alusiones y risas y, antes de sucumbir al sueño,  evocan añoranzas terrenales deleitando nostalgia, acariciando sentidos hacia el abismo selecto y profundo, izando el espíritu con los Conciertos de Brandemburgo de J. S. Bach.

Con la genial idea de compartir su gloria, maximizan y expanden el volumen  hacia la órbita terrestre, enalteciendo la obra de J. S. Bach al vasto infinito.

Ocurrió casi al instante, algo sucedió que no pudieron explicar. Fue como si la energía y materia oscura que expande, nutre e impregna al cosmos, cobrara vida.
El glacial externo de la nave se sintió cuajada de deliciosas formas, y como entumecido, como si un titán despertara tras largo letargo, dócilmente arropó la estación de escurridizas algas sacudiendo sumiso leves sacudidas.

Mientras esto sucedía, la tripulación desde el interior siente estar fuera, como si estuvieran realizando paseo espacial sin trajes que les proteja vislumbrando entes de diferentes formas, que impactados escuchan sensibles al abrigo de iluminadas esferas, la capacidad y creatividad de sentidos y sentimientos evolucionados por los seres de la tierra.

Fuera de la nave infinidad de luciérnagas de diferentes cuerpos y extrañas formas rodean la ISS de inmenso albor eludiendo vislumbrar  y ensamblar equipos, bloqueando satélites y total comunicación con la azulada esfera…y entre vasta y solemne oscuridad desde el centro de control y seguimiento de la tierra se oye fluir la armonía de J.S. Bach.

Cuando la música cesó, todo parecía volver a la normalidad, pero tan pronto quisieron hablar, para conocer si cada uno había sufrido la misma experiencia, se dieron cuenta que en quietud, se hallaban todos dentro de cada uno. Sintieron ser un solo ser, sentían el latido de un solo corazón, y sintieron el poder del intelecto agrupados en una sola mente.


Al unísono, la primera impresión fue como si la materia y energía intocable e invisible pudiera aflorar como respuesta a estímulos musicales, materia y energía ocultas que se manifiesta viva ante estímulos auditivos y neuronales… ¿cómo es posible que algo que no se puede ver, tocar, sentir, sin forma física que lo defina ni lo componga, carente de sentidos, responda y vibre como si tuviera inteligencia?

viernes, 12 de septiembre de 2014

Desde la cima.

Tras un lapso de tiempo sin divagar con seres  verdes, hoy el ensueño fue gratificante.

Hace tiempo tuve la certeza de que por mucho que intentara copiar a la naturaleza, jamás llegaría a retratar su  inmensa belleza. Pensé que para reflejar un instante está la fotografía, porque  pese a no ser capaz de igualarla, sustrae por segundos parte de su inigualable hermosura.

Ese pensamiento, esa decisión me dio libertad.  Dejé libre pinceles, me llené de ideas y colores, y obediente, como un cordero, dejo hacer a la mente lo que dicta. Empecé a arbolear a seres sumidos en belleza, poderosos del silencio.

Anoche, íbamos paseando por la espesura de un denso bosque. En paseos, cuando salimos a encontrarnos con la naturaleza,  realizamos recesos, breves paradas para observar  con deleite suaves e estilizados troncos, rizados contornos, vestiduras rugosas… y de pronto, en un breve descanso, mirando altas ramas cubiertas de copiosas hojas, siento que el árbol intenta comunicar, percibo que habla en un lenguaje que no comprendo. 

Desconcertada al no entender sus delicados cuchicheos, tras segundos, me veo  transportada  al interior de su solemne cuerpo. Su alta estampa me eleva rápidamente hacia la cumbre por el centro ahuecado de su leño. Sin dolor, sin presión, voy sintiendo el roce de millones de finas hebras, raíces contactando con frágiles sacudidas y temblores. Mis neuronas reciben los seísmos de sus fibras y quedo estremecida por la magnitud de humildad y nobleza.

Durante el trayecto de elevación hasta la copa, por instantes siento a mi organismo gozar como si me hubieran inyectado una droga placentera. Considerándome privilegiada, disfrutando de vivir algo único, observo que por el mismo hueco descienden dos caballeros bajando fugaz…solo hay tiempo de cruzar apresuradas pupilas de ventura y dicha.

Al llegar a la cresta reparo un frío inmenso al divisar lo que  millones de seres callados contemplan. No existe voz, vocablo o  verbo capaz de  expresar lo que se siente muy dentro desde la cima del colosal árbol. Tras un breve tiempo de letargo por el panorama observado, empiezo a  comprender, ahora siento lo que querías decirme.


Tu legado, logrado por la forma más pura e íntima “contacto a través de sinapsis, pensamientos y mensajes entre seres diferentes” me alza a tu cúpula para contemplar bellos horizontes, tu  universo, nuestro mundo inmerso en devastación y peligro.

viernes, 28 de marzo de 2014

CUENTO: Nina (XII) El coro.


Nina  vive en un mundo paralelo que la  separa de la realidad. Percibe que algo raro la pasa, algo que no ve en las demás, que no conoce ni puede controlar y que las monjitas no saben darle solución.

El coro
Al poco tiempo la profesora de música reúne a las niñas y las hace cantar una a una. Formarán el coro compañeras y amigas. Estudiarán solfeo y aprenderán a tocar un instrumento. Nina se une de nuevo a ellas que no la discriminan por estar en clase de peques.

Nina no entiende el significado de las partituras.  Percibe que el problema que ella tiene sigue presente y no ve otra solución que aprender de memoria cada una de las clases, engañando a profesores de solfeo e instrumento. Memoriza la entonación según pentagrama, también las posiciones de los dedos en la guitarra según partitura de música que no sabe leer. Como las demás, las lleva a clase, al igual que carga el pesado talego con temibles libros de texto que forzosamente debe memorizar.

Las bofetadas
La monjita profesora tiene ochenta años. Las partituras le bailan de las manos “parecen querer volar”, además padece sordera. A su desatinada voz provocada por falta de audición la acompaña un oxidado y desafinado piano. Las niñas al oírla cantar y tocar el órgano rompen en risas difíciles de contener y en vez de seguirla en sus cantos hay brote de carcajadas en plena eucaristía.

Un domingo, la religiosa llamó la atención muy enojada “es falta grave de respeto reírse en la casa del Señor”. Tiene buen talante, no acostumbra a golpear con el metro – madera – tabla. Aunque el origen del metro de madera fuera otro bien distinto, pues fue creada como instrumento de medida para clases de matemáticas y geometría. La primera vez que Nina sintiera al metro – madera - tabla en sus piernas sintió fuerte quemazón y claro, al segundo escapó a los golpes y aprendió que si va a recibir, es mejor dejarse hacer porque si escapa recibe el doble o el triple, dependiendo del grado fuerza que aplique en sus brazos.

Así que después de acabada la misa y antes que de manera precipitada salieran corriendo al desayuno como rebaño al monte después de noche diluviosa, la Sor cierra con llave la puerta de salida y da orden que el coro al completo forme fila frente a los retablos de María. Todas, una a una van recibiendo PLAS, jaja PLAS, ja PLAS, jaja PLAS, jaja PLAS, jaja PLAS, ja PLAS, jaPLAS, ja PLASja… ríen al ver temblar la mano que abofetea sus mejillas.

Le llega el turno a la mimada, hay brote de carcajadas, todas menos Aba cuya cara escarlata no reía. Al recibir su semblante renegado su ración provocó arranque de risas en coro armonía. Se oye un resbalar, un suave zas, casi sin rozar un tul deslizar..."plas" en los rojos mofletes de la enchufadita.

El castigo
Cada bofetón en temblorosas manos enrojecen como carmín las mejillas y mano derecha de la religiosa.

Viendo que no fuera suficiente castigo para remendar el daño causado, al salir una a una en orden hacia la salida con el pecho cargado de risas contenidas a la espera de soltar risa en expandida, tropiezan al ver la puerta cerrada y quedan a la espera de que abra la puerta. Llega toda roja, roja y enojada por levantar las manos a las niñas y ver la respuesta a su medida. Al instante Nina respira el intenso aroma que desprende el chocolate con leche a la taza. Salen corriendo y tropiezan por ser primeras en ir a desayunar...debiendo retroceder al ser castigadas. El grupo sale al patio con el estómago vacío, sin nada que frene los estimulados jugos gástricos responsables del apetitoso aroma del chocolate caliente. Recibir la bofetada carecía de importancia, sin embargo quedarse sin chocolate "REDIÓS" dice Nina, eso sí que duele, eso sí es castigo.

Para Aba era mucho peor. Era la primera vez que la pegaba una monjita. En especial se sentía humillada al ser tratada igual que el resto y en especial fuera en presencia de compañeras a las que asediaba dominaba y mortificaba frecuentemente. Ese día no comería las magdalenas de una inocente y se quedaría como el resto sin tomar su chocolate caliente.

La primera vez que Nina vio a Aba quitar las magdalenas a las compañeras de mesa, Nina no entendió que callaran y no dieran parte a las monjitas. Cuando un Domingo tuvo que compartir mesa de desayuno con Aba, Nina supo por certeza que no sería creída por las monjitas, así que estudió la forma de evitar quedarse sin sus esperadas magdalenas. Al siguiente día festivo que le tocó compartir mesa con ella, Nina, como hambriento a palo seco se lanza como bala de disparo al verlas caer a la mesa, adelantándose al ataque de la lánguida virtuosa mosquita muerta.

Nina va creciendo y siente gran interés por colores y formas. Tiene una gran fantasía, es protagonista de mundos e historias que nadie parece ver.

Los aromas y el tacto
En varias ocasiones llamó la atención de las religiosas al ver que sus predicciones eran ciertas. Nina tenía una salud delicada, siempre estaba enferma. Recordaba que cuando estaba en la cama y era cuidada la hacían sentirse bien los cuidados que la daban. Por alguna razón provocada por el dolor o por necesidad física, Nina tenía aumentado la percepción de los sentidos. Percibía lo que los demás no olían, ni sentían al tacto y mucha intuición. Cualidad con ventaja en su círculo de amigas, requiriendo su presencia para curar o ser protectora de todo animal encontrado estuviera herido o sano.

En varias ocasiones cuando acudía a revisión a la enfermería por vacunas u otro tipo de tratamiento, le decía a la monjita: Ha estado aquí la enfermita mayor alta rubia: ha estado de visita la religiosa mayor. También vino a revisarse el jardinero y la monjita se quedaba atónita ante el desfile de personajes de decía Nina que habían acudido a la consulta entes que ella. Nina sabía quien había estado antes en la consulta del doctor por el rastro de olores que dejaban. Más tarde comprendió que ciertos aromas corporales se debían a la presencia de la enfermedad que padecían.

Nina jugaba con la monjita que traía las cartas, una vez al mes. La ponía un largo pañuelo cubriéndole los ojos con fuerza para que no viera nada y Nina arrimaba la nariz y olfateaba como un perro de caza el fondo del saco donde habitaban cientos de cartas. Al gran saco de estera le daba varias vueltas con las manos y sacaba por su aroma y sutil tacto la carta de mama.
La monjita tocaba y olía una y otra vez la carta para intentar dar con esa diferencia apreciada sólo por ella. Después de manosearla y olfatearla varias veces le decía: No comprendo cómo puedes acertar, esta carta no tiene nada…ni olor diferente, ni textura diferente a las demás.

Muchas veces la engañaba y decía “hay carta para ti, las he revisado, búscala sin mirar”, pero Nina, con los ojos tapados, sólo con su olfato y tacto supo siempre si entre tantas cartas había o no carta para ella y nunca se equivocó.


Nina siempre se preguntó cómo era posible que las monjitas no apreciaran el aroma y suave textura de sus cartas, veía claramente esas cualidades en la oscuridad.

viernes, 7 de marzo de 2014

CUENTO: La Granja de Pedrolo. (III)



Pedrolo, ha levantado de nuevo su choza. Tras la rehabilitación de Kity y la pérdida de Yana acude a su ritmo normal acercándose de nuevo al mercadito del jueves.

Le cuesta dormitar al sentir helados los pies ¡Cuanto añora su mullida tripita! Pesadillas y fantasmas se une al canto incansable del modesto riachuelo que absorto, transforma polvo de losas en cristales prietos mientras siente clamar al eco imploro y lamentos…Yana, Yana, Yana, y, a la aurora, amanecida el alba, le cuesta dar sus primeros pasos sin su ración de rica leche templada.

Sus lánguidos pasos elevan gravilla arenosa por la única entrada y salida al pueblo. Su hidalga imagen y fósiles ropas, que más que cubrir remolcan esqueleto, atestan añoro e intensos recuerdos.

Kity pocas plumas, sin brillo que lucir, abatida y apagada, cacarea su ronquera exhibiendo solo astillas. Delgadita como una varilla, aguanta recta, firme y varada como estrella y única superviviente de gran batalla. Sobre el hombro, sin poder saltar al lomito de Yana, resbala una y otra vez, aferrando su espolón a la quebrada levita, mientras que el amo cabizbajo evita preguntas, y entre miedos, su mente itera una y otra vez la misma duda ¿será oro lo que Kity expulsara estando malita?

Pedrolo recuerda que la pequeña Basílica muestra dos veces al año capas, túnicas y mantos de terciopelo con oro, plata y hermosas piedras trabadas cubriendo cuerpos Santos de camino a la ermita.
“Qué grato paseo, silencio rodeado de incienso, oyendo piedrecitas rechinar tras sotana negra y el Padrenuestro”.

Tras dar un paso y traspasar la puerta de la Catedral, ambas miradas quedan enrocadas y en silencio.  El párroco pensaría…que causa grave o motivo tuviera que por primera vez desde que lo conociera fuera para pedir sagrada confesión, ayuda o consejo…y Pedrolo acostumbrado a ver su azabache imagen florear por el mercado escarbando mejores precios…de pronto siente caer sus ojos como cúpula atravesada por rayos y truenos, viendo en segundos votos y sacramentos.

Tras decir que su morada es la montaña y su nombre es Pedrolo, el párroco le pregunta: dígame buen hombre, ¿qué desea? y acto seguido suelta en su mesa veinte pepitas de oro.
Sabe que es un indigente sin familia y ante el miedo a haber sido sustraídos u encontrados y pudieran tener otro dueño le aconseja que el mejor para indicarle precio sea el alcalde del pueblo.

Acompañado por el sacerdote, una vez presentado suelta las pepitas de oro sobre su mesa. Entonces súbitamente Pedrolo sintió la certeza de hallarse en lugar equivocado al ver en su mirada avaricia y engaño.

Para cuando pudo tener un breve resumen del tipo de persona que tenía delante, el alcalde se había adelantado y sin someterlo a  pruebas o contrastar el grado de aleación, quiso pagar ridículo precio creyendo a Pedrolo que al ser vagabundo también sería tonto. Pedrolo reaccionó cogiendo las piedrecitas con la intención de largarse, pero el avistado señor, tuvo un contraataque radical acariciando a Kity al paso que lo rodeaba con su brazo.

Acariciando las pelusas de Kity con la intención de evitar que se marchara (pues debía conocer cómo y dónde las hallara) y aprovechando las deudas por ayudas y favores para la restauración de la capilla, utiliza al párroco para que éste intimide y haga hablar a Pedrolo mientras manda con gestos de urgencia hagan llegar rápido a su buen amigo y “prestamista para los necesitados del pueblo” - un ruin usurero que aprovecha las desgracias ajenas  para engordar su patrimonio-

Todos en el pueblo conocían a Pedrolo y sabían que cogía verdura y frutas del suelo, alimentos que otras personas rechazan al tener peladuras o picadas. Al llegar el financiero se le abrieron los ojillos como huevos, y precipitándose  sin conocer el precio ofertado por el alcalde escasos minutos antes, ofrece pagar por todas un precio tres veces superior.

El encuentro de sigilosas miradas es suficiente para saber que se encuentran con un vagabundo inteligente, sagaz y sabio. Bajo presión del párroco no ha soltado prenda. No ha dicho ni una palabra de su hallazgo y ha conseguido que personas que no conoce paguen por cuatro el precio inicial dispuesto por el alcalde, accediendo finalmente el prestamista a efectuar el mismo pago pero por sólo diez, la mitad de ellas.

Qué pronto se trasmiten fortunas y desgracias. Esa misma noche conocerá y saboreará lo que otros seres tienen. Con monedas en sus bolsillos se dirige rápido a la gran tienda. Primero elige suave manta, después compra vino tinto, buen pan, morcilla y butifarra. También compra material plástico para protegerse del frío y el agua.

Pedrolo es un indigente sin trabajo, en su niñez aprendió a leer y escribir y siempre se sintió acompañado y feliz al vivir entre naturaleza. Ella le enseñó a leer los mensajes del aire entre arboledas. Los cantares al alba y baladas del atardecer. A escuchar los mitigados ruidos bajo el silencio y la calma. A oír y sentir el trajín de seres que viven y pernoctan bajo tierra. A escuchar las mudas voces de las plantas. Al aire cerrando vientos para discernir el delicado jaleo de múltiples lenguas; vocablos verdes junto al habla de seres de diferente hábitat capaces de dialogar y entenderse.

De regreso a casa se da cuenta que es perseguido a cierta distancia y, para extraviarlos, merodea las colinas por zonas alejadas. 


La naturaleza ha enriquecido su sabiduría, le enseñó a ser prudente, a leer la mente y el corazón de animales que le sirvieron a su vez para conocer bien a los hombres, pero Pedrolo no conoce emboscadas ni triquiñuelas del mundo de asfalto, en este aspecto es igual de inocente que Kity, desprovisto de armas para luchar y vetar la codicia humana.

viernes, 24 de enero de 2014

El lenguaje de las plantas.



Flores de Domingo

Más de una década en que cada domingo, después de su paseo matinal en bicicleta regresa a casa con el periódico y un gran ramo de flores.

 

Le hablo y cuento que cuando la casa está en silencio, si perfilas bien el oído puedes oír el suave roce de sus hojas al moverse o ¿es posible que estén dialogando entre ellas? ¿Porqué su lenguaje es tan sutil? ¿Tan dañino es el ruido para los seres vivos?

 

Nos aventajan miles de años de evolución y excepto alguna excepción “la Titan Arum, flor cadáver de tamaño gigante que se la oye emitir un silbido”, el resto de vegetales guarda solemne silencio, pues el  evolucionado sentido auditivo del hombre es incapaz de percibir la colosal acústica que viste la tierra.

 

Empecé a darme cuenta de sus aleteos aéreos y advirtiendo a la familia que emiten ligeros roces audibles al oído humano si guardas absoluto silencio y prestando mucha atención, puedes oír sus popocitos; como estallidos de pompas de jabón; pop, pop, pop, pop, pop, pop.

 

Recitan por la mañana, al mediodía y a la noche, y cuando inician, es como un incitar encadenado animando a las demás. Algunas veces ese suave pop es mayor que los rutinarios y me quedo sin entender qué las llevara a aumentar  ese etéreo popocito delicado.

 

Muchos días andan dialogando no sé qué, vamos, airosas y oradoras con brevitos roces de endulzada voz” hasta que un domingo, al entrar  mi marido directo al salón con el ramo de flores, me percaté que de inmediato “más de diez plantas del salón” callaron (Como si gozaran de visibilidad, vieran talados sus tallos y tuvieran capacidad de sentir sus lamentos).

 

No entiendo cómo pueden sentir la presencia de flores. Sentí de golpe su mutismo y respeto ante la pena de un semejante. Decoramos y adulamos nuestros sentidos destruyendo naturaleza, belleza no exenta de dolor e ira…para que en horas o escasos días, su abatido trance culmine en agonía.


Nenúfar

Un día como otros tantos, mi marido con afán de no verme trabajar en la cocina trajo un arroz con varios ingredientes muy sabroso.

Es una mezcla muy parecida al arroz tres delicias pero superado con creces. Contiene trocitos de tortilla, de ternera, gambitas peladas, verduras, especias etc.… Está muy logrado porque una vez realizada la mezcla lo envuelven en una tierna hoja muy grande recién hervida conservando íntegramente su estructura y flexibilidad, lo cual el calor y vapores de los ingredientes envueltos en la hoja confieren un olor y sabor muy apetitoso.

El arroz en hoja vegetal cuadrada queda envuelto como si fuera un pequeño paquete y finalmente para que conserve el calor y sus cualidades sensoriales hasta su consumo lo vuelven en papel de aluminio agrupando las cuatro puntas de papel bien enroscado preservando de esta manera temperatura y sabor.

Siempre por comodidad tomamos el arroz en la cocina, pero una noche me encontraba viendo un documental que no estaba dispuesta a dejar de ver, así que decidimos cenar en el salón.

Durante mucho tiempo le pregunté a mi marido que tipo de hoja se trataba, pero siempre que se acercaba a por el arroz se le olvidaba preguntarlo hasta que un día, después de comer varios años el sabroso arroz me dijo al llegar a casa - no es hoja de tabaco como creías, son hojas frescas de nenúfar-.

Nunca habíamos tomado el arroz en el salón “parece un mini invernadero, hay más de diez plantas”. Preparo la mesa en descansos, sigo viendo el reportaje y finalmente  desplazo el paquete cerrado de aluminio en un gran plato  llano.

 La distancia del restaurante a casa se encuentra a más de cinco kilómetros y tiene media hora de trayecto andando y una vez en casa tardamos en consumirlo quince minutos. Total cuarenta o cincuenta minutos pasan hasta su consumo.

Esa noche estaban bastante activas, las oía como otros días, pero la originalidad es que no era su hora parlanchina y algo inusual ocurrió.

Al dejarlo en la mesa del salón con su correspondiente envoltura, las plantas de casa emitieron un sonido más audible que otras ocasiones y quedé atónita ante lo que ocurrió inmediatamente después. El acústico “POP” provocó que la envoltura de aluminio que conservaba el arroz se abriera solo, se desenroscara de golpe y expulsara vapor y, acto seguido el plato se quebró rompiéndose en varios pedazos.

No podía salir del asombro, mi marido tampoco. De alguna manera saben y ven, evidentemente perciben. Han desarrollado  técnica de comunicación entre ellas… y es más ¿Cómo podrían reconocer algo que estaba oculto por papel de aluminio?

 Se ha investigado y se sabe que pueden reconocer polen, esencias y defenderse de ataques de aves, insectos y plagas, que se transmiten información y se defienden como pueden. 

 

La hoja de nenúfar que provocara la respuesta de las plantas de casa estaba bien cubierta con papel de aluminio enroscado y sus propiedades aromáticas estaban camufladas por la mezcla de diferentes vapores, arroz y varios ingredientes.

 Y me pregunto:

 ¿Cómo es posible que tengan la propiedad de conocer y sentir la presencia y dolor de su prójimo?

 ¿Qué hace posible que el ser humano viva inmerso en estridentes ruidos durante toda su vida sin verse sujeto de manera permanente a roturas de cristales, lozas, porcelanas diarias?

 ¿Qué fuerzas físicas desencadenan que un breve y suave sonido de muy baja frecuencia “inaudible para gran mayoría de los humanos” de una o varias plantas pueda desencadenar este tipo de acontecimiento?

 

 Poderosa acústica vegetal ¿Qué misterios y propiedades ocultas?

 

 

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Hija del agua.

Hoy ojeando el periódico digital ABC.es, en el apartado “ciencia” he leído una noticia curiosa. Existen empresas que dan la posibilidad de poder elegir "tu entierro espacial por 1.475 euros”. Existe pues la opción si “deseas y puedes costear” que una vez incinerado, las cenizas puedan pasear por la estratosfera, antes que, de nuevo, el polvo se integre y forme parte de la tierra.

Pagar por nada…es como un reconocimiento póstumo ¿de qué te sirve si no lo vives? Pagar para que tus cenizas, restos de tu existencia puedan vagar unas horas o días por el espacio lo considero del todo inútil. Una vez te hayas ido ¿qué sentido tiene pagar para no vivirlo?  No creo que sea rentable sacar beneficio  a las cenizas.

Otra cuestión sería (Imposible en nuestra estrechada mente) que hubiéramos alcanzado un alto nivel de conciencia. Que nuestro avance sea tal, que se diera la oportunidad al ser humano antes del fallecimiento que pudiera elegir dónde y cómo desea irse. 

Podría entonces entenderse que uno sacara el último billete. Un viaje de ida en el que viajarás igualmente solo, con la ventaja de irte acompañado de gran paz, admirando gran belleza. Que el único pensamiento al contemplar el lugar que pisaste sea reconocer  lo insignificante que somos ante el inmenso universo que nos rodea. Reconocer y agradecer el milagro de haber formado parte de él. Reconocer y  agradecer al agua y a la tierra, verdaderos engendros de vida, que hayan sido progenitores de nuestra  existencia.


lunes, 28 de octubre de 2013

CUENTO: Nina (XI) Patave.



 
La naturaleza juega con nosotros mostrando su capacidad y fortaleza. Moviliza la genética de su más simple estructura para enseñarnos formas curiosas: perfiles humanos en montañas, verduras que semejan rostros, formas de cuerpos que se desarrollan en otros elementos. Curiosidades donde nuestra imaginación y su juego recrean extraños seres fuera de su medio.

Nina se ha acercado para ver la calamidad provocada por joko y jake. Hay tanto desastre que ahora es una huertecita  sucia y abandonada. Sentada observando la alborotada tierra fija la atención, observa y dice; qué raro, se han comido todo, no han dejado nada excepto una pequeña patata.

La coge y se da cuenta que la patatita tiene forma de ave ¡ah, ya sé porqué no la comieron, porque en la oscuridad de la noche creyeron que era un pajarito!

Junto a ella se sienta Noemí que observando las formas de la diminuta patata, simpatiza al ver su frágil volumen.  ¡Cómo se divierte la naturaleza! Es exactamente igual que un pajarito y Nina responde; esa fue su suerte, pues creyéndola ave no rumiaron ni aplastaron lindo esbozo.

Nina da pequeños soplos, la limpia de impurezas y al volatilizar la arena y reducir su peso, afloran tiernas plumitas del reducido tubérculo. Después bostezan dos agujitas con delgaditos deditos, un diminuto pico y vivaces ojillos. Nina y Noemí presencian  violento cambio, veloz y acelerada muda, tránsito instantáneo guiado por varita y mago invisible.

La pequeña ave despierta de su letargo, se encuentra amparada y segura en sus brazos. Nina va a meterlo en el bolsillo, pero al ver que se mueve, piensa en jaulita, comida y cuidados.

Desde muy temprana edad, Nina tuvo certeza que los animales y en especial las aves, tenían la facultad de leer el pensamiento de otros seres, incluyendo a humanos, y, la pequeña ave al verse encerrada en jaulita, alza el vuelo escapando de sus brazos. Nina regocijada de su ternura tarda en comprender el motivo de su vuelo, hasta que más tarde, antes de entrada la noche, desde las ventanas del comedor lo ve en el patio dando saltitos.



Nina guarda comida a escondidas y tras terminar, sale a alimentarlo. Mientras Patave come de su mano, ella le habla de sus sueños.  

domingo, 27 de octubre de 2013

Consternación.



Ambas, mi hija y yo, nos hallábamos dentro del edificio de un aeropuerto. No recuerdo si viajábamos las dos o si ella se adentró para facilitarme la carga de la única maleta que portaba.

Nos encontrábamos en las proximidades del terminal donde debía coger el avión cuando de pronto, en el extremo donde nos disponíamos a esperar surgieron gritos de terror y corridas de personas que intentando salir del edificio, tropezaban, empujaban y se golpeaban entre ellos luchando por salir del edificio los primeros.

No sabíamos que pasaba, pero enseguida los altavoces dejaron caer la voz contundente: DESALOGEN LAS SALAS, POR FAVOR, RÁPIDO, CON ORDEN DIRÍJANSE HACIA LAS PUERTAS DE SALIDA. POR FAVOR, ABANDONEN EL EQUIPAJE, SALGAN LO ANTES POSIBLE DEL EDIFICIO.

Dejamos abandonada la maleta a la vez que nuestras mentes comunicadas se decían que no tenía sentido llevarla. El caos generado impidió la aproximación a las escaleras para bajar a las puertas de salida, así que mientras los altavoces seguían avisando de un inminente atentado de bomba nos refugiamos las dos solas abrazadas en el descansillo de unas escaleras de mármol.

Debido a la ansiedad provocada por la situación, no prestábamos atención a los mensajes que transmitían los altavoces. En mi mente quedó gravado el cuatro. No sé si este número correspondía a la terminal cuatro, a cuatro horas para revisar concienzudamente el edificio por las fuerzas de seguridad, o si correspondían a salas, aviones o seres humanos afectados.

Sintiendo de forma inminente gran detonación y desastre esperamos lo peor en el descansillo de la escala. Pensé que no estábamos en buen sitio, que el mármol podría ser causa de daño físico si se viera afectado, pero ante la duda del momento exacto que iba a surgir la detonación nos quedamos esperando la deriva de nuestra existencia.

Por segundos vi deshacerse mis entrañas. Mi muerte no me importaba, lo que provocaba dolor era la presencia de ella que me abrazada sin palabras. Siempre deseosa de tenerla junto a mí y ahora cuánto dolor siento que esté a mi lado. Desearía que ignorara este momento y se hallara muy lejos. Quise entonces decirle las cosas que el corazón guarda, y, abrazada, sintiendo en tensión su frágil cuerpo me dijo, “tranquila mamá estamos juntas”.


En mi mente vi a mi marido que estaba fuera del edificio. Pensé que en este lapso de incertidumbre y miedo se habrá enterado de lo que ocurre, y lo peor, presenciará el desastre.  Sentí su sufrimiento interior como si mi piel fuera su piel y deseé que este momento no hubiera existido.

sábado, 26 de octubre de 2013

CUENTO: Nina (X) La partida del jardinero.

Nina apoltronada en el pupitre se abstrae admirando el crecimiento de árboles y ve salir tras las rejas del patio al jardinero. Lleva una maleta, camina con paso erguido mirando al frente sin girar el rostro hacia el solemne césped, velado y mimado por fuertes brazos durante su larga estancia en el templo. Nina siente que si sale llevando maleta en horario escolar, es que se va, y, en mitad de clase sin pedir permiso a la profesora, sale disparada corriendo hacia la verja.
  
El ímpetu de su pequeño espíritu y el valor de su proceder al verle partir desolado e injuriado, empujan la frecuencia de su pequeño corazón con latidos de inocencia.

La profesora paraliza el estudio para mirar incrédula su actitud y comportamiento. Nina desconoce que el alcance de su acto es objeto de quietas miradas, no solo de su aula, también del resto de hemiciclos que dan al patio, que, incrédulas al verla salir corriendo paralizaron dejando en silencio las aulas.

Expulsado por quienes consideró durante años su familia, su verdadera casa, camina con el cerebro embotado al liberar en la soledad de la noche, brotes de enmudecido llanto.

Él ve acercarse corriendo a Nina y frena sus pasos. Ella que de manera perpetua tuvo su mente ocupada de pensamientos, ideas y sueños, al verle partir, despierta bruscamente de diurno sueño, quiere hablar pero no sabe qué decir. Desea expresar algo que no puede, así que callada tras los hierros, observa angustia en sus ojos radiantes y efigie morena.

Nina que al principio recibió el apodo de Nina-mu por hablar tan poco tan poco  que la creyeron muda, es la única que acude a despedirse.
Nina-mu “el apodo del silencio, ahora quiere hablar” ¡Claro, una mente siempre ocupada de fantasía, resta espacio a las palabras!  El percibe que ella sabe de su inocencia y lee en su pequeña carita rasgos de tristeza, y como confirmando saber lo que sus ojitos quieren decir, acaricia su mejilla levantando su mirada al frente, viendo que ambos son el centro de atención de las aulas.

Le dice ¡Anda, no pasa nada, vuelve a clase! Nina, sintiéndose indispuesta como si hubiera perdido la mejor muñeca, corre llorando, y en vez de volver a clase, busca el consuelo de Jake y Joko, apacigua su dolor en compañía de las bestias.

Las monjitas la dejan tranquila, no acuden a por ella para que vaya a clase, pues de todas formas nunca atiende, así que la dejan en paz hasta que llega la hora de comer y como no acude al comedor, van a buscarla. Al darse cuenta del dolor que una niña siente, la dejan tranquila, no es sancionada por salida del aula ni  por despedirse del  jardinero.

El que no fuera castigada por despedirse de un hombre que ha sido sancionado y expulsado por dañar el honor de dos compañeras, no es bien asimilado, especialmente por las demandantes y como según ellas no era justo el trato de favor que estaba recibiendo Nina, deciden hacer algo que asegure severo castigo por parte de las monjas.

La noche siguiente de la partida del jardinero, alguien desató y dejó en libre albedrío a Joko y Jake,  y los pobres, buscando a su dueño toda la noche, paseando por zonas libres y alrededores, dejaron sembrado de boñigas  patio, jardines y entrada al convento, sin contar la escabechina en la huertecita al comer todo lo que brotara de la tierra. Solo se libró el invernadero al estar cerrado.

Nina, aun con el dolor del disgusto del día anterior, desayuna pensativa y tranquila mientras oye gritos de varias religiosas que con mal genio andan por los pasillos hacia el comedor de las niñas. Inocente de lo que pasa, es sorprendida mientras desayuna por un fuerte estirón de orejas que la levantan con fuerza de su asiento “Ayer no te dimos lección por tu insolencia” pero lo que has hecho esta noche no tiene perdón de Dios.

Nina no entiende por qué es atacada por la religiosa de esta manera cuando el día anterior no guardaron represalias. Sujeta de la oreja, sin acabar el desayuno va oyendo - ¡da igual que no vayas a clase, para lo que te sirve! - hoy vas a limpiar el estropicio que has provocado por dejar libre a tus queridas mulas.

A tan corta edad limpia las inmundicias de Joko y Jake mientras el resto de alumnas permanecen en clase. Nina supo enseguida quién había dejado libre a los mulos toda la noche y sabían, que las monjitas la creerían culpable, dándole esta vez un fuerte castigo. 

Limpiando los excrementos por las zonas comunes, llegó lo peor y no esperado cuando limpiaba la entrada del recinto. Se acercó la Hermana Directora para decirle suavemente al oído”Hemos sido tolerante contigo después del acto deshonroso al despedirte del jardinero dejando en evidencia al convento, pero lo que hiciste en venganza, ha estado muy  feo, así que sábados y domingos durante un mes irás a las cocinas a limpiar de cucos las  legumbres y hacer aquello que se te ordene”.

Nina sabe que de nada sirve decir que no es responsable del destrozo. Sabe que nada  de lo que diga será oído y mucho menos creído, así que su mente clama enfadada: No jugaré con mis  amigas ni veré “la casa de la pradera”.


Ya más tranquila, asimilando el castigo, cae en la cuenta que al menos podrá ver antes de irse a la cama el programa televisivo “Reina por un día”.