Hay lugares que no necesitan nombre para existir. Este blog es uno de ellos. Un rincón pequeño, casi secreto, donde las palabras se despliegan despacio, sin vértigo ni ruido. Aquí no se espera nada… y por eso todo puede suceder. Relatos, pensamientos, fragmentos del alma: no tienen intención de explicar, solo de acompañar. Si has llegado, tal vez te sientas como en casa. Puedes quedarte cuanto quieras. Este espacio no exige, solo ofrece. Es un camino sin mapas guiado de suave luz.
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lunes, 13 de abril de 2015
Llanto de muñeca.
sábado, 4 de abril de 2015
El vuelo del carpintero
Villa Salandra es una humilde aldea que luce flexible calzada de grueso musgo sujeta a la tierra. Su ungüento tránsito se hincha y dilata hasta hallar la cumbre, y allí, el pequeño poblado cautivo de lozano pasto, queda al amparo de perversas murallas y denso velo.
Al alba, estiradas lavandas pululan vapores al viento que patina sereno sobre piel, como seda deshilada. Su triunfante calzada y magnos altares silban porosas voces de héroes olvidados. Entre islotes quebradizos, se oyen almendrados susurros clamar bajito, bajito, gruñendo y rumiando sibilinos gemidos.
Al atardecer, el gélido crepúsculo camuflado como ladrón, se oculta entre ilustres sombras y abruptas crestas audaces, y al anochecer, confinada, recibe álgidos vientos, y, mientras sus almas dormitan, fieras sombras pasean soplos nevados nacarando altares callados y, cada amanecer, su nítido manto queda fragmentado en graciosas vidrieras, luciendo lechosas calzadas tupidas de melaza y tensa yedra.
Bajo aterciopelados pies, sus valles visten cipreses estrujados, bien apretados, mitigando cantares eternos del dócil regato. Sobre pulidas orillas se esparcen esferas de piedra chica, tan chicas como canicas, tornando tapices multicolores según brille el sol y vaya pasando el día.
De jaleo y griterío del lugar circulan los justos; lazarillos guiando manadas de cabritas, el escaso bullicio de saludos y cumplidos, más la venta de alimentos en apacibles ramblas de tan solo treinta vecinos.
Entre escasos moradores, vive un longevo artesano que nutre y esculpe con nutrido apego, fuera grande o pequeña cualquier rama, madero intacto o astillado.
El curtido viejo, además de andar curvado, muy doblado, cosecha fósil hollejo plagado de pliegues. Sin embargo, posee manos exquisitas, largas, suaves y refinadas, de mozuelo adolescente “como esbozo pincelado por el Greco”, y, como si fueran independientes de su envejecido cuerpo, como si hubieran sido superpuestas, carecen de arrugas, a diferencia de su apergaminado boceto.
Sus finas manos tienen la destreza para moldear y enlazar las vetas más profundas de los leños. Tan pulcro y pulido es su trabajo, que peleles quietos e inmóviles parecen vetar al suspiro, al aire, la brisa y viento, revelándose vivos…en perpetuo movimiento.
Se emplea tan afanosamente que no escucha el run run, run run, azotando su buche pegajoso, y cuando éste patea violento clamando como un potro hambriento, taciturno sacia el hambre y sed sintiéndose estallar repleto. Entonces derrotado, cede al descanso apoyando su fruncida frente sobre aparejos de trabajo.
¡Qué dichoso se sentía realizando pericias con sus manos! Tenía tantos encargos que además de perder la noción del tiempo, se olvidaba a quién debía enviarlos.
Un día, ensimismado en su afán no se percató de sus pasos ni movimientos. Concentrado, sin dolor, sin sentir presión, como vagando descalzo entre hilos de algodón, reaccionó al sentir caer un pequeño torso de madera a tierra, y cuando se agachó a recogerlo, cayó una manita de tablita al pavimento. Creyendo que fuera por despiste o agotamiento, clamaba “que torpe estoy”, no dando importancia al sin fin de muestras que de repisas caían derribadas al suelo.
Una noche, después de varios días cayendo partes de juguetes ordenados y colocados en su lugar a la espera de ensamblar, algo le asustó y cayó hacia atrás golpeándose la testa. En esos momentos temió ser atacado por un bandido que quisiera robarle o pretendiera hacerle daño.
Agitado por el miedo, intenta divisar quien se oculta en su menguada guarida. Tras minutos de aguda retina paseando estantes y esquinas, no consigue vislumbrar los destellos móviles que provocaran su angustia.
Dos segundos pasaron y de golpe… “ZAS” sintió erizar sus rizos ceniza mientras oía el burbujeo pavoroso escapar de células recónditas, “sintió no hallarse solo y ser observado”.
Tras varios minutos sin que ocurriera nada, pensó que quizás debiera hablar, preguntar quien había ahí, e intentó alzarse, pero al moverse “ZAS” las sombras volvieron a surgir, así que tembloroso y turbado con agitada voz se puso a recitar:
Soy un humilde carpintero
que ningún mal hace.
Mis manos no pueden estar
quietas,
por eso trabajo sin
descanso.
Mi mundo es realizar obras
bellas con esmero y tacto.
Mientras les doy forma,
siento que acarician mi regazo.
Trabajo sin descanso noche y día hasta recuperar
la viva esencia de su pasado.
Sin respuesta, firme como reptil, agudiza morosos sentidos quedando varado en su armadura de huesos y propios crujidos, y agudizando tímpanos y no percibiendo asomos ni ruidos, se aúpa lentamente mientras ve esparcir torpes vuelos que agitados, brotan de su marchitado dibujo.
No recuerda cuando cambió de gabán por última vez. Y durante el proceso que bien pudiera haber durado semanas, quizás meses, no ha provocado dolor alguno que llamara su atención. Algo muy extraño, fuera de la realidad creció en el reverso de su plegada hechura.
Tras descubrir que su vetusto cuerpo ha desarrollado protuberancias móviles en sus frágiles omoplatos y que de ellos brotan pelusas “como primeras plumillas de un tierno polluelo” pasa la noche llorando y desconsolado. Fueron las patadas feroces de su vientre quienes le avivaron, pero ante la angustia y ansiedad creciente por el infortunio de verse diferente, sin comprender las causas del cambio a su avanzada edad, ceba y acalla los golpes con el poco alimento que en su alacena queda, y derrotado, abandonándose en su pequeña guarida se refugia inhalando maderos que aguardan turno para salvar su espíritu, y, mientras exhala su último aliento, inspira con fervor identificando aromas; el abeto, el alcornoque, sus añoradas acacias y exudados de diferentes resinas.
Han pasado más de treinta años y pequeño poblado ha crecido. La vieja casa del carpintero se encuentra abandonada, llena de maleza, parece la caseta de un cuento creada por las manos de un crío. Su tejado ataviado de rotas pizarras se haya atravesado por colosal árbol que trepó durante años campante y tranquilo retozando y jugando entre brotes y rulos.
Ante la necesidad de limpiar y agrandar la plaza del poblado, por unanimidad, los vecinos deciden derribar la caseta del carpintero. Limpiando primero los alrededores del pequeño hogar para después demoler sus ruinosas paredes, asoma un tronco cuyo diámetro mide doce metros.
Llamado el guarda-bosques para que aclare el tipo de árbol dadas sus rarezas y características excepcionales se presentó radiante dándose importancia, pero en segundos, su rostro airoso y triunfal quedó cuadrado, y, sin escuchar reclamos y quejas de alcalde y vecinos guardó solemne silencio, al tener frente a él, un digno espécimen incapaz de identificar.
Su tronco se eleva como si una fuerza íntima lo hubiera alzado y atravesado desde tierra abriéndose paso secreto a través de rugosas órbitas. En el cohabitan distintos tipos de maderas. Las ramas tienen brotes diferentes y sus diversos frutos convergen en armonía, no brotando al exterior, sino germinando y brotando en su interior.
El fósil pellejo y fósiles huesos del carpintero fueron pilares y a la vez nutrientes que sirvieron para que el resto de maderos que estaban a la espera pudieran fusionar de nuevo sus raíces para sentirse vivas.
Además de tener un aspecto extraordinario, pues no hay vegetal que reúna sus cualidades injertadas y en perfecta armonía, transmite gran paz a quien descansa bajo su sombra.
Cuando los pobladores acuden a su alfombra, si guardan silencio, oyen el fuerte golpeteo de millones de gotas lavando bosques tupidos de diferentes hojas “como si millones de aplausos de pequeñas manitas semejaran copiosa tormenta” y, si respiran con energía sienten la fuerza del oxígeno entrar con aceites resinados purificar sus húmedas células.
Algunos vecinos comentan
que mientras se hallan bajo su sombra han sentido el conato de altos vuelos de
sus ramas. También hay infantiles rumores “dicen que mientras juegan caen
pequeños brotes” como si el árbol al sentirlos jugar y reír aleteara pequeñas
ramitas…que los críos recogen y llevan a casa para ver brotar delicadas
pelusas, al igual que las primeras plumillas de un tierno polluelo.
domingo, 22 de febrero de 2015
Canto de estrellas.
viernes, 12 de septiembre de 2014
Desde la cima.
viernes, 28 de marzo de 2014
CUENTO: Nina (XII) El coro.
viernes, 7 de marzo de 2014
CUENTO: La Granja de Pedrolo. (III)
viernes, 24 de enero de 2014
El lenguaje de las plantas.
Flores de Domingo
Más de una década en que cada domingo,
después de su paseo matinal en bicicleta regresa a casa con el periódico y un
gran ramo de flores.
Le hablo y cuento que cuando la casa
está en silencio, si perfilas bien el oído puedes oír el suave roce de sus
hojas al moverse o ¿es posible que estén dialogando entre ellas? ¿Porqué su
lenguaje es tan sutil? ¿Tan dañino es el ruido para los seres vivos?
Nos aventajan miles de años de evolución
y excepto alguna excepción “la Titan Arum, flor cadáver de tamaño gigante que se la
oye emitir un silbido”, el resto de vegetales guarda solemne silencio, pues
el evolucionado sentido auditivo del hombre es incapaz de percibir
la colosal acústica que viste la tierra.
Empecé a darme cuenta de sus aleteos aéreos
y advirtiendo a la familia que emiten ligeros roces audibles al oído humano si
guardas absoluto silencio y prestando mucha atención, puedes oír sus popocitos;
como estallidos de pompas de jabón; pop, pop, pop, pop, pop, pop.
Recitan por la mañana, al mediodía y a
la noche, y cuando inician, es como un incitar encadenado animando a las demás.
Algunas veces ese suave pop es mayor que los rutinarios y me quedo sin entender
qué las llevara a aumentar ese etéreo popocito delicado.
Muchos días andan dialogando no sé qué,
vamos, airosas y oradoras con brevitos roces de endulzada voz” hasta que un
domingo, al entrar mi marido directo al salón con el ramo de flores,
me percaté que de inmediato “más de diez plantas del salón” callaron (Como si
gozaran de visibilidad, vieran talados sus tallos y tuvieran capacidad de
sentir sus lamentos).
No entiendo cómo pueden sentir la
presencia de flores. Sentí de golpe su mutismo y respeto ante la pena de un semejante.
Decoramos y adulamos nuestros sentidos destruyendo naturaleza, belleza no
exenta de dolor e ira…para que en horas o escasos días, su abatido trance
culmine en agonía.
Nenúfar
Un día como otros tantos, mi marido con afán de no verme trabajar en la cocina trajo un arroz con varios ingredientes muy sabroso.
Es una mezcla muy parecida al arroz tres
delicias pero superado con creces. Contiene
trocitos de tortilla, de ternera, gambitas peladas, verduras, especias
etc.… Está muy logrado porque una vez realizada la mezcla lo envuelven en una
tierna hoja muy grande recién hervida conservando íntegramente su estructura y
flexibilidad, lo cual el calor y vapores de los ingredientes envueltos en la
hoja confieren un olor y sabor muy apetitoso.
El arroz en hoja vegetal cuadrada queda envuelto como si fuera un pequeño paquete y finalmente para que conserve el calor y sus cualidades sensoriales hasta su consumo lo vuelven en papel de aluminio agrupando las cuatro puntas de papel bien enroscado preservando de esta manera temperatura y sabor.
Siempre por comodidad tomamos el arroz en la cocina, pero una noche me encontraba viendo un documental que no estaba dispuesta a dejar de ver, así que decidimos cenar en el salón.
Durante mucho tiempo le pregunté a mi marido que tipo de hoja se trataba, pero siempre que se acercaba a por el arroz se le olvidaba preguntarlo hasta que un día, después de comer varios años el sabroso arroz me dijo al llegar a casa - no es hoja de tabaco como creías, son hojas frescas de nenúfar-.
Nunca habíamos tomado el arroz en el salón “parece un mini invernadero, hay más de diez plantas”. Preparo la mesa en descansos, sigo viendo el reportaje y finalmente desplazo el paquete cerrado de aluminio en un gran plato llano.
La distancia del restaurante a casa se encuentra a más de cinco kilómetros y tiene media hora de trayecto andando y una vez en casa tardamos en consumirlo quince minutos. Total cuarenta o cincuenta minutos pasan hasta su consumo.
Esa noche estaban bastante activas, las oía como otros días, pero la originalidad es que no era su hora parlanchina y algo inusual ocurrió.
Al dejarlo en la mesa del salón con su correspondiente envoltura, las plantas de casa emitieron un sonido más audible que otras ocasiones y quedé atónita ante lo que ocurrió inmediatamente después. El acústico “POP” provocó que la envoltura de aluminio que conservaba el arroz se abriera solo, se desenroscara de golpe y expulsara vapor y, acto seguido el plato se quebró rompiéndose en varios pedazos.
No podía salir del asombro, mi marido tampoco. De alguna manera saben y ven, evidentemente perciben. Han desarrollado técnica de comunicación entre ellas… y es más ¿Cómo podrían reconocer algo que estaba oculto por papel de aluminio?
Se ha investigado y se sabe que pueden reconocer polen, esencias y defenderse de ataques de aves, insectos y plagas, que se transmiten información y se defienden como pueden.
La hoja de nenúfar que provocara la
respuesta de las plantas de casa estaba bien cubierta con papel de aluminio
enroscado y sus propiedades aromáticas estaban camufladas por la mezcla de
diferentes vapores, arroz y varios ingredientes.
Y me pregunto:
¿Cómo es posible que tengan la propiedad de conocer y sentir la presencia y dolor de su prójimo?
¿Qué hace posible que el ser humano viva inmerso en estridentes ruidos durante toda su vida sin verse sujeto de manera permanente a roturas de cristales, lozas, porcelanas diarias?
¿Qué fuerzas físicas desencadenan que un breve y suave sonido de muy baja frecuencia “inaudible para gran mayoría de los humanos” de una o varias plantas pueda desencadenar este tipo de acontecimiento?
Poderosa acústica vegetal ¿Qué misterios y propiedades ocultas?
miércoles, 13 de noviembre de 2013
Hija del agua.
lunes, 28 de octubre de 2013
CUENTO: Nina (XI) Patave.
La naturaleza juega con nosotros mostrando su capacidad y fortaleza. Moviliza la genética de su más simple estructura para enseñarnos formas curiosas: perfiles humanos en montañas, verduras que semejan rostros, formas de cuerpos que se desarrollan en otros elementos. Curiosidades donde nuestra imaginación y su juego recrean extraños seres fuera de su medio.