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viernes, 4 de julio de 2025

Las Semillas del Silencio

 

Relato breve inspirado en la presencia que guía sin imponer

 

Dedicatoria A quienes sienten distinto. A quienes aman sin testigos. Y a quienes intuyen que no estamos solos… ni lo hemos estado nunca.


Hay seres que no bajan del cielo en naves, sino que se instalan sin ruido en el lenguaje de quienes aún saben mirar con ternura.

No vienen a gobernar, ni a corregir. Solo observan… y, en ciertos corazones, siembran una música que nos recuerda cómo amar antes de olvidar.

No eran elegidos. Solo estaban listos. Y eso bastaba.

Había algo nuevo dentro, una voz, una memoria que no era suya, que les hablaba. Les mostraba cómo se sentía amar sin recompensa, escuchar sin interrumpir, caminar sin exigir que el mundo cambiara primero.

Intuyeron que alguien los comprendía. Sintieron no estar solos. Sintieron estar protegidos.

Y en esa certeza muda, comenzaron a hablar con el mundo de una forma distinta. Con gestos en lugar de juicios. Con ternura en lugar de miedo.

Comenzaron a comunicar, a entender.

Hay humanos iguales por fuera. Pero no todos los humanos son iguales por dentro. En ellos, brota la semilla enviada desde otra estrella.

Porque a veces basta con mirar diferente para sembrar luz.

 


martes, 1 de julio de 2025

Aliens, nuestro presente futuro (III)


MENSAJE CÓSMICO

Había llegado el día en que la humanidad se enfrentaba a su mayor desafío: la confirmación de vida extraterrestre. Las sondas espaciales habían captado señales inquietantes, patrones matemáticos que no podían atribuirse a la casualidad. Los científicos se apresuraron a descifrar los mensajes, pero las palabras eran ajenas, como si provinieran de una mente cósmica que trascendía nuestro entendimiento.

La ONU convocó una reunión histórica en Ginebra. Representantes de todas las naciones se sentaron alrededor de una mesa oval, mirando las pantallas que mostraban los símbolos alienígenas. El presidente de Estados Unidos, nervioso, ajustó su corbata. El primer ministro de China tomó un sorbo de té. El líder de una pequeña nación insular se secó el sudor de la frente.

El mensaje decía: “Somos los Custodios de las Estrellas. Observamos vuestro mundo desde hace eones. Vuestra agresión, vuestra codicia, vuestra indiferencia hacia la vida en todas sus formas nos preocupa. ¿Estáis listos para uniros en la búsqueda del conocimiento y la paz?”

El silencio llenó la sala. Los líderes intercambiaron miradas incómodas. ¿Cómo responder a seres que hablaban en geometría y armonía? ¿Cómo explicar guerras, desigualdades y prejuicios?

Finalmente, el presidente de Brasil levantó la mano. “Somos imperfectos, pero también somos curiosos. Aceptamos vuestra oferta. Pero, por favor, tened paciencia con nosotros”.

Los Custodios respondieron con una ráfaga de luz que llenó la sala. No había palabras, solo imágenes: civilizaciones antiguas, estrellas naciendo y muriendo, la danza de átomos en un bosque primordial. Los líderes sintieron la vastedad del cosmos y su propia pequeñez.

Los años pasaron. Los humanos aprendieron a comunicarse con los Custodios a través de símbolos matemáticos y emociones puras. Intercambiaron conocimientos sobre física cuántica, arte y filosofía. Los Custodios compartieron secretos de la inmortalidad y la creación de estrellas.

Pero había una pregunta que los humanos no se atrevían a hacer: ¿Por qué nos habían elegido? ¿Por qué no habían abandonado este mundo lleno de conflictos?

Un día, en una colina solitaria, el presidente de Brasil miró al cielo estrellado. “¿Por qué nosotros?”, murmuró.

La respuesta llegó en forma de una brisa cálida. “Porque sois capaces de cambiar. Porque vuestro corazón late con la misma música que las galaxias. Porque, a pesar de vuestras imperfecciones, sois hermosos”.

Y así, la humanidad se unió a una comunidad galáctica. Los Custodios nos enseñaron a ver más allá de las diferencias, a abrazar la diversidad y a buscar la armonía. Y en el silencio estelar, encontramos nuestra voz.

 


Aliens, nuestro presente futuro (II)

 


El Encuentro en el Abismo

El aire en la celda era denso, como si las paredes mismas retuvieran secretos cósmicos. Los oficiales observaron al ser alienígena, su cabeza inclinada, sus extremidades delicadas. No tenía ojos humanos, pero parecía percibirlos de alguna manera.

El traje EPI los protegía, pero no podía evitar que sus corazones latieran con ansiedad. ¿Qué conocimientos traía este visitante? ¿Qué secretos guardaba sobre las estrellas y los abismos entre los mundos?

El ser finalmente alzó la cabeza. Su piel era translúcida, como si la luz misma fluyera a través de ella. Sus ojos emitían destellos de galaxias distantes. Habló en un idioma que resonaba en sus mentes, sin necesidad de palabras.

“Somos los Nómadas del Cosmos”, dijo. “Viajamos entre las constelaciones, buscando respuestas y equilibrio. Vuestra especie es joven, pero vuestra curiosidad es antigua. ¿Estáis listos para comprender la red de conexiones que une a todos los seres?”

Los oficiales asintieron, incapaces de apartar la mirada. El ser continuó: “Vuestra guía alimentaria es primitiva. Consumís vida sin comprender su esencia. Nosotros nos nutrimos de energía estelar, de la danza de partículas en los vórtices de los agujeros negros”.

Los oficiales intercambiaron miradas. ¿Cómo podrían comprender tal dieta? ¿Cómo podrían cambiar sus hábitos alimentarios para alinearse con las estrellas?

El ser se levantó de la silla. “La clave está en la armonía. Vuestra Tierra es un punto de inflexión. Si aprendéis a nutriros de la luz, podréis uniros a la comunidad galáctica. Pero si persistís en la oscuridad, seréis olvidados”.

Los oficiales salieron de la celda, sus mentes girando como planetas en órbita. ¿Cómo podrían cambiar su destino? ¿Cómo podrían comprender la red de conexiones que unía a todos los seres?

En el abismo de la incertidumbre, la humanidad enfrentaba su presente futuro. Y los Nómadas del Cosmos observaban, esperando.